Rivera, miércoles 5 de febrero de 2025

¿Me siguen?

I
Nace en sus ojos, me dije. Algo maravilloso nace en sus ojos. Se llamaba G, supe luego. En sus ojos la noche entera. Con sorpresas e inquietudes. Certezas en la niebla. G se llamaba (siempre me sedujo su nombre). Yo había llegado el día anterior para participar de la bienal de teatros en Paysandú. La había divisado de refilón en la casa donde me hospedaba junto a algunos elencos de teatro. Me abrió la puerta esa noche, cuando yo venía de girar por “la heroica”. Me abrió la puerta y sus ojos. Y algo paso. Después me acosté en un raído colchón en una habitación que conjugaba olores y cuerpos. Antes de cerrar los ojos la vi. Caminando en la penumbra rumbo al otro extremo del cuarto. Allí en una silla, sentada sobre una pierna, desenredaba su cabellera, lenta, ceremoniosamente.
Un bulto en la sombra y las manos como queriendo sacar música de su encordado pelo.

II
El amor es una cosa extraña, cuando nos encuentra nos pierde. Perdidos por la geografía de los lugares por donde transitamos y perdidos por entre los relojes que intentan normalizarnos. El amor pudiera ser, como dice Ambrose Bierce, “esa colisión más o menos intensa y transitoria entre dos sujetos de igual o diferente sexo que generalmente concluye en procreación, aburrimiento o psicoanálisis”. Si bien es inteligente la definición, percibo un sabor de frustración y cinismo en la ironía del gran escritor del “Diccionario del Diablo”. No, el amor, es otra cosa, tal vez peor.

III
Allí en la noche. Por entre la noche. Ella. En el bar frente al teatro Florencio Sánchez. Los ojos (siempre los ojos) diciendo. Y ella, entonces. Ella y sus ojos. Y el roce, cuando se levantó y sin querer su campera en mi nuca. Sin querer, claro. Y las disculpas del caso, y yo, de chiste malo. Y las risas de los otros y la sonrisa de ella.
Y enseguida la noche devorándola.
“G”, me dijeron al día siguiente. “G, G”, murmuré. Y entonces: conferencia, almuerzo, encuentros, ensayo, movida de los grupos independientes. La siesta fue el pretexto. Conversamos de todo, nada, siempre y nunca. Y entonces, los ojos en los ojos y la intensidad y la tristeza asomando.

IV
Lo he dicho. Lo han dicho antes. Antes otros, que no yo. Lo han dicho de mil maneras. Mi manera es esta. Así lo he dicho yo: lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. ¿Me siguen?

Deja un comentario