La poética de lo inútil
¿Qué es lo que tiene el fútbol? ¿Por qué tamaño “drama” se juega en su entorno? El juego, en tanto juego, es necesario para poder sobrevivir como seres humanos. No existe ninguna cultura que no le de relevancia al juego. Y no se trata solamente de un período de la vida, los primeros años en los mamíferos (los niños, los cachorros). Sean bestias o animales “racionales”, todos necesitamos expresarnos y aprender del mundo y del comportamiento en la sociedad, a través de la socialización, manifestada también en el juego con el cuerpo y la mente, disponibles para la re-creación.
Siempre me gustó el fútbol. Nunca lo jugué, siempre fui medio bastante, pata dura. Preferí jugar al básquetbol. Aunque siempre me emocionó el fútbol-arte, esas gambetas de Garrincha, o “anjo torto”, las genialidades de la escuadra brazuca del mundial de los 70.
O la de Uruguay en ese mismo torneo, donde supieron dar buena batalla.
Lo de batalla viene al caso. Como en los circos romanos, los gladiadores deben defender más que su honor, su vida en la batalla. Es “ganar o morir”, “libertad o muerte”, la marca trágica del héroe.
En un pequeño gran libro maravilloso “El Juego y la condición humana” el antropólogo uruguayo Daniel Vidart, señala que: (el jugador de fútbol está) “obligado a rendir como una máquina, a ser hábil, incansable, caballeresco y heroico”.
En efecto el jugador profesional, o aun el amador que concurre a juegos semi- profesionales como son las Olimpíadas, lleva un mandato social: debe ganar.
Daniel Vidart afirma que un deportista ya no es más un jugador, se ha convertido en una mercancía, en un instrumento corporal perteneciente a una institución que no exige amor sino deber. No patea la pelota por placer, gratuita y con entusiasmo, sino que esta uncido a una empresa productiva a la que vende, como cualquier asalariado, su fuerza de trabajo. La “libertad” del deportista puede expresarse en el virtuosismo de la gambeta, del juego de cuerpo, de su pase de 40 metros, fuerza y garra tan charrúa (¿dónde los charrúas?), habilidad y travesura, pero seguro que no está en la arbitraria y libre forma de hacer la cosas sin sanción ni obligación manifestada por el jugador dominguero en los campitos de pastos pelados.
“El futbolista controlado por poderes a los que debe obediencia no es un hombre libre, en el sentido prístino del término libertad; se encuentra constreñido por las obligaciones del récord (de goles o de atajadas), por las imposiciones de una efectividad pareja o creciente, por la necesidad de ganar el campeonato, etc.)”. Y continua Vidart:
“De tal modo la cosificación de su cuerpo y la reificación de sus habilidades convierten al deportista actual en una especie de esclavo del “panem et circensis” de nuestro tiempo. Salvando las distancias con las costumbres romanas es un gladiador al servicio de una organización tecnoburocrática, comercial en la mayoría de las veces y propagandística siempre, que nada tiene que ver con la libertaria y liberadora esencia del juego”.
De hecho, el deporte pos o pis moderno, es la antítesis del juego espontáneo, libre y libertario; del juego-poiesis, armonioso e inútil, para los conceptos de los hermanos gemelos del sistema: don eficacia y doña eficiencia.
Y… si había necesidad, Vidart clarifica, dando nombre a los bueyes: “…en este negocio (el neg-otium es la negación del ocio) han estado metidos los intereses privados del mundo capitalista, las organizaciones del “aparatichik” del ex mundo socialista y las mafias del Tercer Mundo”..
No soy un necio. Veo y me entusiasma cuando gana mi cuadro; pasé de ser hincha de Peñarol, por tradición, a hinchar por opción, al Tanque Sisley cuando estudiaba en Montevideo. En Rivera “me tira” los rojos del Frontera, de la gloriosa Cuaró. Quiero sí, que le vaya bien a la selección celeste de Uruguay, claro que sí. Pero estos sentires, nunca nublaron mi percepción de que el fútbol “profesional” es un “negocio millonario”, donde se patea por plata (y algunos pocos, muy pocos, por gloria). Entonces, claro, me adhiero a estos versos ingeniosos que hallé en los recuerdos que te impone facebook y, que tratándose del “pistolero”, jamás perderá vigencia:
“Suárez nuestro que éstas en el banco,
convocado sea tu nombre,
venga a nosotros tu magia,
Háganse tus goles en Uruguay.
como en el Liverpool,
no nos dejes caer en la decepción.
Y danos la clasificación.
¡Gol!” Y amén.
Sabiendo y trabajando, para que algún día, definitivamente, caigan (¿o acaso serán arrancadas?) las máscaras productivas y, las inútiles, las poéticas, podrán volver a reinar (como deberían reinar, siempre, en carnaval).