Rivera, jueves 10 de octubre de 2024

La política según Hanna Arendt (primera parte)

“Las huellas no son sólo lo que queda cuando algo ha desaparecido, sino que también pueden ser las marcas de un proyecto, de algo que va a revelarse” – John Berger.

1. Tras las huellas de los conceptos políticos.
Entre 1956 y 1959, Hannah Arendt trabajaba en el proyecto de una obra con el título de “Introducción a la política” y que debía publicarse en la editorial Piper. Como es sabido, Arendt jamás escribió este libro, por una serie de razones que tienen que ver con su editor y su exigente trabajo en las universidades.
Sin embargo, hace poco tiempo se pudo rescatar fragmentos de ese libro inconcluso. Como la política será el tema del momento en nuestra frontera y a nivel binacional, queremos aportar estas reflexiones de una gran pensadora de lo “humano” y de lo “político” como fue Arendt.
Para tanto voy a seguir los propios fragmentos recogidos en este libro que presento, y al editor de “¿Qué es Política?” Traducido por Rosa Sala Carbó para Ediciones Paidós, Barcelona, 1997, del título original: Was ist Politik? Aus dem Nachlaß de R. Piper GMBH & Co KG, Munich, 1995. La publicación de este texto abre un espacio privilegiado para conocer el pensamiento de esta teórica de la política.
Se puede afirmar que acaso buena parte de su obra pueda entenderse como expresión de las sucesivas tentativas de dar respuesta a la vieja pregunta “¿Qué es la política?”, con la que finalmente han sido publicados los materiales para este volumen. A ella le gustaba decir que su obra de la década de los cincuenta brotó de su mano convirtiéndose en tres libros: “La condición humana”, “Sobre la revolución” y “Entre pasado y futuro”, pero el fruto final necesitaría veinte años de maduración.
Como afirma Arendt, preguntas tan elementales y directas como “¿Qué es la política?” pueden surgir sólo si ya no hay ni son válidas las respuestas formuladas por la tradición. Y hay que formularlas de nuevo en un momento, tras las experiencias políticas del segundo cuarto del Siglo XX, en que han estallado nuestras viejas categorías de comprensión y estándares de juicio moral y en que el único paso que la reflexión ha dado ha consistido en el simple proponer viejas respuestas a la nueva situación, convirtiendo la dificultad en inofensiva.
Efectivamente, los “ejercicios de pensamiento político” de Arendt, se caracterizan por volver a las preguntas, a los conceptos, por un despliegue de definiciones.
El empleo correcto de las palabras no será sólo una cuestión de gramática lógica, sino de perspectiva histórica, puesto que una “cierta sordera a los significados lingüísticos ha tenido como consecuencia un tipo de ceguera ante las realidades a las que corresponden”.
Para Arendt, en el lenguaje hay “pensamiento congelado” que el pensar debe descongelar cuando quiere averiguar el sentido original. Así, trabaja aislando conceptos, siguiéndoles la pista, enmarcándolos, de manera que, en sus manos, el acto de teorizar tiene algo que ver con reencontrar, recuperar y destilar un sentido que se ha evaporado: se traduce, pues, en recuerdo. Se trata de rastrear las huellas de los conceptos políticos, hasta llegar a las experiencias concretas y en general también políticas que les dieron vida. En este sentido y con razón, se ha hablado de esta teórica de la política como si se tratara de una suerte de fenomenóloga.
Se podría decir que Arendt es la primera gran pensadora política en el mundo anglosajón en aplicar el método fenomenológico a la comprensión de la política. Aunque también hace el resalvo: “Soy una especie de fenomenóloga, pero ¡cuidado!, no al modo de Hegel o de Husserl”.
Se diría, pues, que en la medida en que formamos parte del mundo, la experiencia nos concede un acceso directo al mismo. De modo que, cuando Hannah Arendt afirma en las primeras páginas de la “La condición humana” que lo que se propone es “nada más que pensar en lo que hacemos”, está sugiriendo que no se trata de investigar la naturaleza humana sino las actividades humanas en términos de la experiencia de éstas, en términos de nuestros más recientes temores y percepciones.
No hay ningún arché, puesto que lo que es originario, como se verá, es la pluralidad. Esto queda claro en su decidida actitud en contra de cualquier afirmación relativa a alguna suerte de manifestación de esencias intemporales en la historia. Hacia aquí apunta el hecho de que Arendt no entienda el totalitarismo en términos de resultado de simple manifestación de lo que, desde Odiseo, ya estaba implícito en la racionalidad instrumental de la cultura occidental. Así como tampoco considera apropiada la vía señalada por Popper que, desde Platón pasando por Hegel y Marx, conduciría a una clausura total de la sociedad.
Arendt afirma la terrible novedad del totalitarismo y ataca cualquier intento de reducir a través de la teoría lo nuevo a lo viejo, lo cual no constituye obstáculo alguno para que se formule preguntas como la que expresa en una carta a Jaspers: “sospecho que la filosofía no es totalmente inocente en este lío. Naturalmente no en el sentido de que Hitler tenga alguna cosa que ver con Platón. Más bien diría en el sentido de que la filosofía occidental no ha tenido nunca un concepto claro de la realidad política, y no podía tener uno, ya que, por necesidad, ha hablado del hombre y sólo tangencialmente se ha ocupado de la pluralidad. Pero no debería haber escrito todo esto, se trata de ideas todavía sin madurar”. (Continuará).

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