El año, la peste, el arte, los sueños…
Se va el año, ¿se ira la peste? Frente a la pandemia, información. Frente a la peste, formación. El negacionismo es una forma de imbecilizar el debate, que debería ser como todo tema actual y preocupante, pleno de perfiles y opiniones, basados en la ciencia y la clara comunicación, claro está. Los terraplanistas, los antivacunas bolsonaristas, o sus similares vernáculos orientales, repiten como loros argumentos obtusos que no aportan al debate, expertos en generar “narrativas” fantasiosas en tiempo de postverdades y maquinaciones de teorías conspirativas.
Cada cultura crea sus verdades. Porque la verdad no es natural. Así como dios no lo es, o el “status quo” tampoco. El creacionismo ha fracasado donde la ciencia y el arte han predominado.
La pensadora y política Hannah Arendt desconfiaba del papel de la verdad en la política debido a que consideraba que el espacio público era el lugar de la acción, que en su pensamiento es libre, espontánea y contingente. Para la filósofa, estos caracteres se oponen a los atributos de objetividad, firmeza y necesidad, implicados en la idea de verdad. Por esta razón estimaba que el lugar de la verdad debía ser ocupado por la opinión, que es el reflejo de los puntos de vista plurales de una sociedad. Sin embargo, en sus estudios sobre el totalitarismo, Arendt muestra que este tipo de regímenes se ocupó de destruir datos y registros fiables, para falsear la realidad y quitar todo piso a la crítica pública.
Tiendo a pensar que aún se sostiene esa idea, en nuestra contemporaneidad y en nuestros regímenes democráticos a partir de ciertos relatos falsos e incluso sin condición de anclaje en la realidad.
Si, el 2020 ha sido un año de bárbaros (en la peor acepción posible), de barbaridades y barbarie. Sin embargo, terminamos el año con dos buenas noticias: 1) el emperador Trump, fue “despedido” de su trono. 2) Las vacunas contra el COVID se multiplican (¿llegaran a tiempo de evitar más muertes en Uruguay, en Brasil, en el tercer mundo?).
Hay una tercera noticia que no ocupa titulares de prensa, y que nos ha permitido ser menos bárbaros: el arte, la literatura, las diferentes formas de hacer cultura multiplicados en las redes sociales, mostraron nuevas facetas de lo humano.
Voy a terminar esta etapa, este último artículo de Crónicas de la Peste, con un poema inédito de mi compamante, Verônica Loss. El poema es atravesado por la saudade de lo que fue y la esperanza de lo que vendrá en este 2021.
“A MINHA CASA
A minha casa tem um quê de poesia. Deve ser porque lá também é a casa de um poeta, e de um menino maluquinho.
A minha casa é uma casa de loucos, de loucura policroma. Se nota antes mesmo de entrar, pelas cores e formas que um artista do pincel deixou quando passou por Riveramento.
A minha casa tem um cantinho com cheiro de livros, e cheio de livros. Com a penumbra de uma biblioteca antiga alumiada pelo sebo das velas, e onde se pode sentar numa cadeira de balanço que conta histórias.
Na minha casa tem silêncio e cheiro de chuva, mesmo nas tardes em que o sol arde lá fora.
Também tem dias cheios de som e fúria, quando a troupe se junta, sob a batuta do mestre, e às vezes sem ele, só de rebeldes.
Tem dias que tudo se enche de fogo. E que se derramam tintas nas paredes que viram mar. São esses dias em que almas iluminadas povoam cada canto. E pra cada lado que se olhe se vê arte. Lenha e música queimam o pátio, aromas exalam da cozinha, poesia aos gritos e sussurros pelas salas.
A minha casa é uma casa de sonhos. Dos meus sonhos”.