Rivera, martes 21 de mayo de 2024

Dilma: de la Inocencia, el Arte y el Campo-Mar*¹*²

Dilma: Significa “del mar”, “noble protectora” o “protección de la nobleza”. Dilma no es una aristócrata. Para nada. Por el contrario, es una mujer sencilla, afable y amable, sin pretensiones, pero si, con intenciones. Una de ellas, el arte. Una mujer de la zona rural, arropada por la naturaleza amarilla, solar. Nacida y criada en la 6ª Sección de Rivera: Amarillo. Dilma hace gala de su doble sentido: de océano-campo creativo y de nobleza de carácter.
La misión del arte -al menos del moderno- no es reflejar mecánicamente a la historia ni convertirse en vocero de esta o aquella ideología sino oponer a los sistemas, sus funcionarios y sus verdugos, el invencible Sí de la vida.
Escribir sobre Dilma en un lenguaje que no sea el de la pasión es imposible. Lo sé. Sé, además, que las pasiones acarrean exageraciones y, a veces, distorsiones; pero siempre las prefiero al cálculo rastrero.
Como el genial Baudelaire, o como el preciso Octavio Paz, en sus notas de crítica de arte anotaban, es su capacidad de ver a la pintura (las artes plásticas) desde el punto de vista de la poesía. Coincidieron los dos al entender que ningún intento por construir un aparato crítico tiene sentido. Era preferible abandonarse a los encuentros casuales y conservar así la inocencia.
Y la inocencia es lo que no le falta a la obra (y a la vida) de la artista plástica María Dilma Olivera. Joaquín Arostegui elogió el maravilloso trabajo naif de Dilma. Y somos muchos los que percibimos y admiramos ese cruce en la obra: lo naif (que resulta en el trazo suelto y en la temática familiar y cercana a sus experiencias), y una técnica depurada (fruto de lecturas, talleres, investigación y creación, tanto en el collage como en el acrílico). Me consta el trabajo, la disciplina y las horas dedicadas a sus creaciones y creaturas.
También el tiempo dedicado a la visita a diferentes museos de Europa, donde se regocijó por el encuentro con los grandes pintores impresionistas como Toulouse Lautrec, Gauguin, Van Gogh. Y en una suerte de epifanía, supo exclamar: “¡Dios, mis hermanos!”.
La propia definición de inocencia que hizo Baudelaire, definición muy personal, me resultó atractiva y se integra al trabajo de la artista: “Un conocimiento completo de la técnica combinado con el ‘conócete a ti mismo’ de los griegos, pero donde el aspecto técnico baja la cabeza ante el temperamento”. De aquí se desprende su deber de ser parcial y pasional, y abrirse a los más anchos horizontes. Por lo tanto, suprimir la subjetividad, es como arrancarle el corazón al arte, a su particular arte.
En este sentido participo de lo expresado por Paz en relación al abordaje de la crítica frente a la obra de arte.
“La crítica no solo hace más intenso y lúcido mi placer, sino que me obliga a cambiar mi actitud ante la obra. Ya no es un objeto, una cosa, algo que acepto o rechazo y sobre lo cual, sin riesgo para mí, dejo caer una sentencia. La obra ya forma parte de mí y juzgarla es juzgarme. Mi contemplación ha dejado de ser pasiva: repito, en sentido inverso, los gestos del artista, marcho hacia atrás, hacia el origen de la obra y a tientas, con torpeza, rehago el camino del creador. El placer se vuelve creación. La crítica es imitación creadora, reproducción de la obra… La crítica no es tanto la traducción en palabras de una obra como la descripción de una experiencia” (Paz, 1989, pp. 173-174).
Todas las obras de arte pertenecen a un suelo y a un momento, pero todas ellas tienden a trascender ese suelo y ese momento: son cercanía y son lejanía.
Dilma-artista, resulta en una especie de médium cuando traduce, con su mirada, lo visto, entrevisto, previsto, revisto, para volverlo a traducir en pinceladas, recortes, cartones, trazos, dibujos, collages, que re-inventan en formas y afectos.
Las creaciones, son inspiradas, respiradas y transpiradas. Insufladas por el color, las líneas y la composición plástica. Funda un discurso plástico donde la soledad se presenta como reina, de un reino de memoria y recuerdo. Y donde el paisaje congrega y comulga personajes humanos y animales (la vaca, el toro, las ovejas, los perros, las primas, el circo criollo) de su cotidiano infantil.
Dilma ve con los ojos de la poesía, sus creaciones revelan, des-cubren imágenes visuales de la pintura, de sus objetos.
De eso se trata, de entablar un diálogo visual y verbal entre lo mirado y lo leído, pues ver es también leer: un cuadro se lee como se lee un libro.
La esencia del descubrimiento del arte de Dilma, no reside en el desciframiento de líneas y colores, sino en ver los cuadros, las cajas, los collages, como fuentes de ideas y como pretexto para pensar y re-velar (sacarle velos) al arte, a la realidad, es decir, el arte plástico como representación simbólica del espacio y plasmación de los colores del mundo.
Octavio Paz lo ha dicho con sensible autoridad:
“Poesía y pintura son artes que se despliegan en territorios opuestos: el reino de la poesía es el tiempo y el de la pintura el espacio; la poesía se oye y la pintura se contempla: el poema transcurre y al transcurrir cambia mientras que el cuadro siempre es idéntico a sí mismo. Sin embargo, la facultad que rige la pintura y poesía es una; aunque el pintor se sirve de los ojos y el poeta de la lengua, ojos y lengua obedecen a la misma potencia: la imaginación” (Paz, 1991, p. 36).
Tal vez de eso se trate Ser-Dilma, del arte, de la vida de esta mujer de dorado campo-mar, deseante siempre de asombro, alumbrando cada tanto, naciéndose a superficie, como en múltiples partos policromos (gracias a sus manos), fundante de obras, desde las cuales somos alegremente cautivos.
(*1) Prólogo del álbum de “María Dilma Olivera” publicada como producción independiente en noviembre de 2022, con 35 obras de la artista plástica Dilma, fotografías de Gustavo Alsó y diseño gráfico de María Luisa de Leonardis.
(*2) Se realizó la presentación-brindis del libro-álbum de María Dilma, el 21 de abril del corriente en el club Uruguay, con una mesa integrada por Miguel Armand Ugón (Presidente del Club Uruguay), Tati Bayo (Director de Cultura de la IDR), profesora Alma Galup y quien esto escribe.

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