Apuntes sobre (la ausencia de) Políticas Culturales Transformadoras
(Por el Prof. Michel Croz) En tiempos electorales, cuando la “gran” política y los “políticos profesionales” ocupan el centro de la escena del país, y se debate y combate “cuerpo a cuerpo” buscando convencer y seducir a posibles votantes (¿voluntades?); nos parece imprescindible incluir el tema de las políticas culturales. Ellas no pueden estar ausentes a la hora de diseñar planes y programas de las administraciones que eventualmente nos gobiernen (en lo nacional o municipal). Aunque aquí nos vamos a centrar en lo local.
Venimos reflexionando desde el pasado milenio (década del 90) sobre este tema en varios medios de prensa. Insistimos, por imprudentes y obsesivos al igual que Sísifo (subiendo la piedra a la montaña una y otra vez). Diario Norte siempre fiel a su línea editorial, nunca se omitió de publicarnos. El espacio siempre ha estado para provocar el diálogo y el debate sobre nuestra cultura y sus fenómenos.
Nobleza obliga y comenzaremos diciendo que las realidades planteadas desde el fin de siglo hasta hoy no son las mismas. Se ha avanzado en algunos aspectos con tímidos intentos de elaborar políticas culturales por parte de los gobiernos de Rivera y Livramento con escasa participación de actores culturales de la sociedad civil.
Sigue faltando un proyecto de política cultural departamental y fronterizo que ponga el énfasis en el aspecto transformador (de inclusión social y cultural) con recursos e imaginación para la creación, promoción, distribución y consumo de bienes culturales (circuito cultural y turístico).
No se trata solo de “maquillar” con propuestas culturales en una suerte de “avalancha” de actividades desconectadas y sin objetivos claros. Los “eventos culturales” no son ni “buenos” ni “malos”. Aportan, claro. Pero hay que darles continuidad y embasamiento. La “programación cultural” basada en la “política de eventos” (por lo tanto, de acciones eventuales) “engordan el ojo” pero no crean tejidos integradores e innovadores. Sin una política cultural explícita y con recursos humanos y económicos definidos (la responsabilidad es de los departamentos de cultura) seguiremos siendo el “ultimo orejón del tarro” de los presupuestos municipales (la Dirección de Cultura de la Intendencia no tiene presupuesto propio y depende de la Dirección de Promoción y Desarrollo. En Livramento el Departamento de Cultura de la Prefeitura no tiene autonomía económica y depende de la Dirección de Educación).
El “clientelismo político”, aparentemente superado, tuvo su contrapartida en lo cultural en direcciones de cultura paternalistas y con escasa imaginación. Gabinetes burocráticos donde se reproducía lo mismo de siempre: la cultura hegemónica de las elites de las dos ciudades. No se trata de desmerecer la importancia que tuvieron estas elites culturales, hacendados, grandes comerciantes que viajaban a Europa todos los años y que fueron dueños de cines o medios de comunicación y que aportaron su visión cultural de “clase dirigente” (como le llama Real de Azúa). Pero las referencias culturales han cambiado. La aldea global nos interpela. Las identidades locales se refuerzan desde la multiculturalidad, con otros discursos que no el mismo de siempre. Identidad local no es solo CTG, “Canto a Martín Fierro”, danza folklórica, ni escritores agrupados en gremios narcisistas que poco aportan al desarrollo de la comunidad. Identidad(es) es (son) mucho más que folklore y poemas rimados.
Por ejemplo: “Cultura en los barrios” (aunque este año ni siquiera eso) resultó una iniciativa positiva, aunque desde una visión paternalista de la cultura. Los protagonistas no deberían ser los artistas que “llevan” su arte a los que “nada saben”. Se debería apuntar a crear condiciones para el protagonismo de los propios vecinos. La solución para extender la “cultura” no es la imposición de una actividad (con una visión que jamás es “neutra” de la cultura) sino que se trata de crear condiciones para que la cultura popular (siempre plural) se exprese.
La Sala Cultural de Livramento, por ejemplo, sigue siendo una pobre sala, sin equipamiento. Allí presentamos “Bodas Version de Sange”, y aunque no ha perdido su “angel”, dista mucho de ser una sala teatral. ( JN Canabarro ha presentado propuestas para reformarla y transformarla en un espacio multiuso y teatral digno, pero las sucesivas administraciones no se hicieron cargo). También me consta que hay programación cultural semanal. Buena cosa. Hay buenas intenciones desde la prefeitura.
Y un (posible y auspicioso) cambio: la transformación del departamento de cultura en dirección de cultura con presupuesto propio.
La cultura de los centros no va a los barrios. Y la cultura de los barrios no va al Teatro Municipal o a la Sala Cultural de Antel o al Clube Caixeral (aunque el Taller Teatro Independiente se presentó con “Bodas Versión de Sangre” en el Frontera Rivera Chico) Aún falta mucho. Falta un museo de arte moderna en un local digno (por que las obras están). Hace años que el inquieto e inquietante Osmar Santos insiste en un museo de arte que la frontera merece y no tiene. La publicación de su libro-“crónica de una muerte anunciada” golpea (o debería) a nuestras conciencias. Pero las autoridades “ni ahí”. Hay cierto movimiento, hay una comisión peleando por el perentorio museo.
¿Y por que no una (o varias) Casas de Cultura en los barrios de las dos ciudades? La famosa descentralización. Hay que pensar en calles, pero también en otras cosas, ahí esta el “presupuesto participativo” como instrumento (aún poco efectivo) de empoderamiento de los vecinos. Un centro cultural para las expresiones culturales y artísticas del barrio.
La Sala de Antel ha hospedado exposiciones y actividades estupendas este año: exposiciones de Santiago Pérez y Luís Arias; presentación de los libros: “Ciudad tomada” de Fernando Acevedo y “A la sombra de los plátanos” de Higgie & Higgie. Sin embargo la sala sigue siendo un espacio excluyente para mucha gente.
Hay interesantes intentos de construir puentes entre las culturas populares y las culturas académicas. Una “buena” fueron los toques de rock organizados por el Centro Universitario de Rivera en la calle enfrente al edificio. Hace algunos meses atrás un agente cultural intentó promover un toque de rock & blues, y le negaron el Teatro con el repetitivo y baladí: “pero van ha romper las butacas”. ¡Ufa! Muy fuerte.
Otra para la colección de figuritas, fue la declaración de: “la ciudad no está preparada” (¿quién no esta preparada?), expresión usada desde la dirección de cultura para negar la Sala Cultura de Antel, que había sido reservada por las organizadoras del festival de cine de la diversidad sexual “Llamale Hache”(y que por fin aconteció en el Centro Universitario).
Por acción u omisión. Nos pasó con “Bodas Versión de Sangre”en octubre. Elevamos una nota solicitando ser eximidos del pago de las 5 UR por función. Tuvimos que pagar. (Sabíamos de nuestro destino. Pero pensamos inocentemente que de esta vez el apoyo vendría…. disculpen, un desliz.). El intendente (“primer ordenador de gastos”) se omitió.
Un teatro cada vez más pobre, un cascarón que no tiene equipamiento de luces, ni de audio. ¿Vendrá la salvación con la sala de conferencias del hotel cinco estrellas? Creo que no. Por lo pronto, no para todas las expresiones de la cultura popular regional.
No hay respuestas absolutas porque no hay verdades absolutas. Pero como nos recuerda Pinter en la cita del inicio: hay verdades escondidas en longevas mentiras. El campo de la cultura (oficial) es un entretejido complejo y diverso que teme a lo desconocido, a lo diferente, al sentipensamiento que viene. Pero que viene, viene.
Y viene en un movimiento cultural intenso que escapa a los centros y se instala en los bordes. Viene desde los barrios; como en el caso de la comisión vecinal de Rivera Chico al Sur, desde las Ongs, desde el resurgido “Sarao de Moriones” o “A campo abierto” de Amarillo. Viene con murgas y comparsas que vuelven para darle más color al alicaído carnaval, o desde los proyectos de la Agencia Departamental de Desarrollo, o desde el Consejo Social de Rivera, o desde programas y proyectos socio-culturales como “Arrimate” de la ACJ-INJU, o desde las actividades propuestas en APENJUR y tantos etcéteras.
Y viene por los bordes de los bordes: Cárcel Dptal. y Taller de Rehabilitación Psico-Social (donde trabajamos, apoyados por la ONG Grupo Descubir y el MIDES). Viene desde las radios comunitarias, o desde emprendimientos culturales mixtos (municipales-privados) como el festival de cine de Cinemateca y la Oficina de la Juventud de la IDR o la muestra de cine de la embajada de Brasil en Rivera. Viene de algunos emprendimientos culturales privados como el ciclo de teatro de comedia promocionado por Julio Quepfert. Y viene desde las actividades culturales y expresivas que siguen sin ser “noticia” en los medios de comunicación pero que van ganando fuerza por constancia y creatividad y dejando huella, y empujando a una nueva dinámica social y cultural de la cual el municipio y la prefeitura deberían integrarse y aprender, para poder diseñar, las cada vez más necesarias políticas culturales transformadoras e inclusivas.