Rivera, sábado 4 de mayo de 2024
Miguel Ángel Olivera Prietto: escritor, dibujante y periodista...

Presentan el libro “Dioses Pobres”, hoy a las 20:00 horas, en Sala Cultural de ANTEL

(Por Pablo Barrios) Miguel Ángel Olivera Prietto nació el 10 de julio de 1954 en Tacuarembó. Ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1971, cerrada a principios de 1973, durante el gobierno de Juan María Bordaberry.
Entre los años 1983 y 1986 co-organizó el primer sindicato rural que se hiciera en dictadura en el Uruguay, el de los tabacaleros de Tacuarembó, del que fuera su presidente.
En 1985 asumió como Edil titular en la Junta Departamental de Tacuarembó por Democracia Avanzada (Frente Amplio). Entre los años de de 1987 y 2000, fue empresario, vendedor ambulante, feriante, artesano, obrero, etcétera.
En 2009 obtuvo el Primer Premio del Concurso Nacional de Narrativa “Los Monegal” (MEC e Intendencia de Cerro Largo), con la serie de cuentos “Sobre vidas”.
Entre los años 2010 y 2012 realizó varias muestras de dibujos, en Tacuarembó, Paysandú y Rivera.
Actualmente vive en Tacuarembó dirigiendo el semanario La otra voz de Tacuarembó: Una acción Informativa.
– ¿Cual fue su primer contacto con la literatura?
– No tengo conciencia precisa de ello. Supongo que desde la niñez, gracias a que me crié en una familia en la que la información, la polémica y el análisis, así como la lectura, eran moneda corriente. Aunque el elemento fundamental fue el que mi hermana mayor, Stella, fuera docente de literatura y que a mi casa concurrieran en forma permanente otros docentes de literatura, así como amigos, inquietos jóvenes pelilargos de la época, hoy reconocidos hombres de cultura, como Eduardo Milán, el Darno, Víctor Cunha y otros tantos, quienes dejaron una marca fuerte en mi vida. Eran en su conjunto un espectáculo misterioso, que los miraba desde mi menor edad enlazado con mis hojas y mis lápices, dibujando. Sin embargo mis primeras lecturas fueron novelas de aventuras que leía mi padre, las fabulosas revistas de historietas, o libros más ambiciosos, como el Príncipe Valiente de Harold Foster, todos los relatos de aventuras e Julio Verne… O los que fueron llegando en la pubertad, como Conan Doyle, Agatha Christie, Ray Bradbury y muchos más. Sin embargo, el primer volumen que me hizo ver que detrás de un libro había un mundo inmenso a escarbar, y que la literatura era una forma eficaz de mostrar la vida desde un ángulo subjetivo, pero contundente, fue Las Uvas de la Ira de John Steinbeck, leído a los 15 años de un tirón. Ese libro me cambió la cabeza para siempre.
– ¿Qué libros y/o autores son indispensables en su biblioteca personal? ¿Por qué?
– En cada época hubo diferentes libros, o autores, que me dieron sustancia para seguir construyendo algo en mí. Cuando joven, la ensalada entre Carlos Marx y Jean Paul Sartre eran vitales para entender el Siglo XX, pero también Las Flores del Mal de Baudelaire, o autores que me llegaban a través de la música, como Antonio Machado en la voz de Joan Manuel Serrat, o José Agustín Goytisolo, en la voz de Paco Ibáñez, Raymond Carver, Juan Carlos Onetti, García Márquez, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, William Faulkner, Ernest Hemingway, entre muchos más, son autores que están siempre conmigo, porque muestran diferentes formas de escribir, diferentes cosmovisiones, tiempos, sociedades, espacios. A Ernesto Sábato también fue importante leerlo en Hombres y Engranajes. Una obra que compré cuando jovencito, Historia de la Filosofía, de Nicolás Abbagnano, también me ayudó a armar las ideas, donde conocí a tantos pensadores de todos los tiempos, que coadyuvaron a lo que intento ser hoy. La historia es larga, los referentes son muchos y no estoy atado a ninguno, sin embargo te diré que hay dos libros que siempre abro para leer donde caiga la página, así como otros abren la Biblia, yo abro la estupenda antología de Circe Maia o el impresionante Hojas de Hierbas de Walt Withman. Leerlos, aunque fuera un poquito, es alimento al alma, constante.
– ¿Cuándo y por qué motivo comenzó a escribir?
– Hubo una tendencia natural a expresarme a través de cualquier forma, hablo del arte. El dibujo, la pintura, la escultura, fueron los elementos con los que canalicé mis inquietudes desde mi niñez, pero la inquietud por la escritura nació después, cuando me enfrente a situaciones complejas en las que la imagen ya no era suficiente, sino que el desarrollo era necesario. A los 16 años me fui a Bellas Artes, en Montevideo. Eran los años 71 y 72, previos a la dictadura. En esa época me encontré en la calle entre jóvenes de pelo largo que reclamábamos juntos en contra de la ley de educación de Julio María Sanguinetti (usada luego durante la dictadura), o los aumentos de boletos, o el desempleo. Aquellos años de lucha y los compañeros universitarios, siendo yo tan joven, el amor por la libertad y la valentía de un muchacho o una muchacha enfrentados a la muerte, a la violencia gubernamental y la policía, me golpearon muy fuerte. Recuerdo que lo primero que escribí con forma de poema fue sobre la libertad. Luego que Bordaberry cerró Bellas Artes y las libertades fueron cercenadas, mi vida cambió… hace algunos años que he recuperado aquel impulso y no dejo de escribir. Hoy siento que escribo porque es mi hálito, no podría no hacerlo. No tendría razón de ser si no lo hiciera.
– ¿Qué elementos considera indispensables en un escritor?
– Cada uno sabrá sobre sus verdaderas motivaciones, pero existen algunas cuestiones que podrían ser indispensables Supongo que todos tenemos historias para contar, pero un escritor se distingue por la forma de hacerlo, no importa el estilo. De todas formas, considero que cuando uno escribe corre el riesgo de que lo lean, por lo tanto debe decir algo desde algún lugar. Es ese lugar el que define a un buen escritor, el lugar de un hombre o una mujer que tienen una cosmovisión personal de las cosas, que tienen una posición frente a la sociedad, que tienen un lugar propio en el mundo y desde él, conversa con los demás, es decir, escribe. Tener algo para decir y saber decirlo, implica una conciencia social del otro junto a la capacidad de la elaboración artística. Otros elementos para escribir son: la valentía de hacerlo, el coraje para enfrentar lo escrito, de reconocer los errores, de tachar lo que está demás, de no rehuir la técnica, no esconderse ni esconder lo que se sabe. Un escritor necio es un escritor mal.
– Para usted, ¿qué lugar ocupa en la actualidad la literatura y el arte en general? ¿Y el artista?
– Todos tenemos diferentes visiones de lo que me preguntas. No tengo las respuestas, y si creyera que las tuviera, sería pedantería. De todas formas íntimamente creo que el artista redescubre al hombre constantemente, lo humaniza aún en la adversidad. En el Siglo XX y en lo que va del XXI, el arte en general ha jugado un papel fundamental en respuesta a tantas masacres y tanta violencia. Las guerras mundiales, las invasiones yanquis, los neo colonizaciones, los genocidios, han sido demasiado para poco más de cien años. Nunca hubo tanta muerte en serie, tanta indiferencia ante la vida, y siempre la muerte fue a cambio de poder, de dinero, de petróleo, de diamantes, de oro… sin embargo, en cada rincón del mundo, hubo un artista diciendo que la vida pasaba por otro lado, que no alcanzaría tanta barbaridad para quitarle al hombre el sentido más digno de la vida, la libertad. El artista es libre por antonomasia, aún cuando lo oprimen, es eterno, aún cuando lo matan. El artista es quien explica que la humanidad tiene algo diferente que la hace palpitar, más allá de las especulaciones del marketing y de la imposición del consumo, el arte subyace en los espíritus sacudidos, acaricia las rémoras de los fracasos, le dice al hombre en su dolor que aún tiene vida. Para vos que sos poeta, te digo lo que te dije antes, parafraseando a Gabriel Celaya: “maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales… / maldigo la poesía de quien no toma partido, / partido hasta mancharse…”. Es decir creo en el compromiso del arte, lo demás, es vanidad.
– ¿Cuánto de su vida puede encontrarse en sus producciones?
– No existe una línea de mis dibujos que no represente una lágrima propia. No hay un sólo párrafo de algún cuento que no esté yo doliendo con mis personajes. No es posible para mi escapar a la circunstancia de la elaboración artística.

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