Rivera, viernes 10 de enero de 2025
Por Michel Croz - Dramaturgo, director y docente teatral

Pequeños Momentos de la Vida: Opsis la mirada y el teatro

“Del griego: visión. La opsis es lo visible, aquello que se ofrece a la mirada, de donde las nociones de espectáculo y de representación” – Patrice Pavis.

1ER ACTO – INTRODUCCIÓN
La semana pasada (martes 26 de noviembre) se presentó el Elenco Municipal de Teatro en el Teatro Municipal de Rivera, con la muestra teatral “Pequeños Momentos de la Vida”. Asistí a la primer función (doble horario en el mismo día). Deje pasar una semana para poder escribir esta nota con el propósito de que se “asentaran” mis percepciones de lo vivido. Por lo tanto, advierto lo de Perogrullo, de que mis percepciones son solo eso, observaciones personales de quien está produciendo teatro desde hace tiempo. Y una otra advertencia: la crónica escrita en esta página de Diario NORTE, parte y se ancla en mi subjetividad, lo contrario sería imposible, por aquello de que la objetividad es propia de los objetos, y lo que aquí escribo, entonces, se refiere a como me impactó el acontecimiento teatral, la expectación de lo acontecido en el escenario, en el “convivio teatral” como conceptualiza Dubatti.
Antes de entrar propiamente en la crítica teatral, debo señalar la presencia del intendente municipal Marne Osorio y parte de su jefatura en dicho evento. El director de cultura, maestro Herbel Ferreira, recordó en su discurso, a Jorge Ángel Arteaga y a sus trabajos escénicos, principalmente las zarzuelas; reconoció el trabajo de la Comisión Honoraria del Teatro (hubiera sido interesante nombrarlos), realizo una “peinada” al “exitoso” (sic) teatro independiente, en clara referencia a algunos de nosotros que estábamos entre el público, y finalizó el discurso con una compromiso (compromiso al que estaremos muy atentos): la creación de una “escuela de actores” para un futuro cercano. Ojalá sea lo más cercano posible. En otra nota volveremos sobre este anuncio.

2º ACTO – CREACIÓN COLECTIVA
La Creación colectiva es un método artístico donde el espectáculo no está firmado por una única persona (dramaturgo, director de escena) y que fuera elaborado por todos los miembros del grupo que interviene en la actividad teatral. Su desarrollo está concebido por las improvisaciones realizadas en los ensayos (en este caso en los talleres). Esta forma de trabajo ni mala, ni buena, es un ejercicio experimental y creativo, si bien llevado.
Patrice Pavis en su “Diccionario de Teatro”, advierte sobre este método de trabajo: “(…) frecuente hoy en el teatro de investigación, pero que exige, para estar a la altura del objetivo, una alta cualificación y polivalencia en los participantes, por no hablar de los problemas de dinámica de grupo que siempre amenazan con hacer fracasar la empresa.” (pag.100-101).

3ER. ACTO – EL ESPECTÁCULO
Fui tentado hacer un análisis de cada escena (o “momentos”), incluso tengo las anotaciones, pero prefiero generalizar para evitar herir sensibilidades y generar pequeños odios que pudieran eventualmente surgir por parte de los participantes del espectáculo. No tenemos la verdad y todo lo que aquí se enuncia podrá tener, siempre, múltiples versiones, miradas.
Entiendo que la mayoría del público aplaudió y se manifestó muy positivamente. Eso está muy bien. Y esa actitud solo refuerza lo de los “gustos” (siempre tan relativos) del público reunido en el teatro, nada más, nada menos. En tanto me abocaré a intentar señalar algunas inconsistencias percibidas en el transcurso de la representación. Antes me atajo. Previendo de qué pudiese ser colgado de algún arborescente paraíso riverense por atrevido, me atajo. De todas formas (aunque sea imprudentemente) voy a decir lo que vi y viví. Decir, por ejemplo, de que estudiantes de actuación, son todos (o casi todos) iniciantes y que además, están haciendo sus primeras armas en las tablas a través del taller de Alejandro Gayvoronsky, con asistencia de Antonio Ortiz. Mi ánimo es el de señalar fortalezas y debilidades de la presentación con ánimo de alentarlos a continuar (las formas expresivas son necesarias para la vida personal y colectiva de nuestra comunidad) y porque además se percibe talento aún no del trabajado.

4º ACTO – PUESTA Y APUESTA
Para la puesta en escena el director-docente trabajó con 11 talleristas y un pianista (la interpretación en vivo de Gustavo Signorini fue adecuada para ambientar las escenas y las transiciones entre escenas).
Con luces bien puestas y efectivas creando el clima necesario, en una pro-puesta frontal destacando, de esta manera, al escenario del palco italiano del Teatro Municipal. La escenografía, vestuario y objetos escénicos, se presentaron sin demasiada elaboración, con un gusto por elementos realistas y cotidianos (tal vez, porque no hayan tenido los recursos necesarios para la producción y el montaje, falta, obviamente no atribuible al elenco).
En su programa de mano, el director-docente señala: “Pequeños momentos de la vida son escenas desconectadas unas de otras y se sostienen mediante una situación cotidiana de nuestras vidas”. La temática está clara. Vimos un collage de escenas desconectadas a partir de personajes comunes. Se trata de una muestra del trabajo realizado en los talleres de actuación, durante seis meses. “Tres meses de entrenamiento actoral e investigación y tres más de repaso de cada una de ellas en conjunto con una obra aparte…” Las intenciones estaban claras. La realización no tanto.
De las 12 escenas, 3 de ellas me interesaron por su trama, por la composición de los personajes, por los desplazamientos en el espacio, por la visibilidad de la dirección, por el ensamblaje con el pianista y las luces. En algunas de ellas primaba lo dramático, en otras el humor del vodevil, otras, elementos de la farsa o la parodia del grotesco.
Flaquezas actorales en las voces (poco articuladas, oscuridades de tono y timbre, y, por veces mal proyectadas) y en el trabajo con el aire que generaron parlamentos inaudibles.
En muchas escenas el cuerpo sin presencia: poca expresividad y ritmo. La pantomima y la gestualidad dejadas a la improvisación.
Violencia doméstica, identidad sexual, parejas disparejas, amores intergeneracionales, amores no correspondidos, violencia gratuita, humor, las temáticas fueron variadas y la dramaturgia actoral a partir de las improvisaciones, desparejas. Se notaba cierto viso moralista en algunas escenas, carencia de ensayo y textos con demasiadas frases estereotipadas.
La contraparte de lo señalado anteriormente lo encontramos en la chispa, en el humor de comedia y en actuaciones solventes de Cristina Travieso en su personaje de Psicóloga, de una empresa y Viviana Pérez, como una mujer en procura de trabajo.
También me resultó muy gratificante la actuación de Mario (Antonio Ortiz) y Lorena (Fabiana Subeldía) en un desencontrado encuentro de pareja.
Los dispositivos teatrales funcionaron para la mayoría del público, como ya lo he subrayado, con aplausos a los histriones. Personalmente, los dispositivos elegidos por Gayvoronski me resultaron demasiado tradicionales, poco jugados, poco atrevidos. Y con una grave ausencia: No hubo ninguna referencia a la(s) identidad(es) local(es), ni en su forma, ni en su contenido. Todo lo contrario, una de las escenas estuvo fuertemente “argentinizada”, como cuando uno de los personajes, reitera la inefable expresión porteña “boluda”, tan lejana a nuestra frontera.
En la última escena, en la del funeral (a pesar de ser un tema bastante trillado) se pudo percibir el despliegue de las condiciones actorales de los talleristas. “Todos los que me quieren vienen a mi velorio y los que no también”, sería el título de la obra completa, que por razones ajenas al grupo (una fuente del elenco comentó de la epopeya que resultó ser ensayar en el Teatro Municipal, donde la dirección de cultura y la dirección del teatro parecieron no darle prioridad a su propio elenco teatral). La obra, entonces, no pudo ser y se transformó en la escena final de la muestra.
Y esta escena fue la más consistente, más verosímil. Buena elaboración dramatúrgica, puesta en escena con objetos de utilería, vestuario, luces, desplazamiento espacial, protagonistas y antagonistas, escenas colectivas adecuadas, caracterización de los personajes, partitura gestual mucho más ensayada, buen manejo de las pausas y los silencios… de todas maneras se notó la falta (en general) de más ensayo. En definitiva la última escena, fue la más redonda y la más lograda.

5º ACTO – TELÓN E AINDA MAIS
Inicio quieren las cosas. El deseo nos tira a la cancha, al juego, los estudiantes de teatro deben seguir, deslizarse, devenir, concurrir, escurrir (sin omitirse), aprender y desaprender, exigir, experimentar, jugar más y tomárselo en serio también. Y preguntarse de corazón: ¿qué lugar ocupa el teatro en mi vida? Lo ha dicho con iluminadas palabras Peter Brook, en su libro “El espacio vacío”:
“En un teatro con pocas escuelas y sin objetivos, el intérprete es por lo general la persona que sirve de instrumento, no el instrumento (…) el dilema del actor no es exclusivo de los teatros comerciales con su inadecuado tiempo para ensayar.” En otra página el director inglés destaca: “los pintores japoneses se esfuerzan a lo largo de toda su vida en trazar un círculo perfecto. El arte interpretativo, es en ciertos aspectos el más exacto de todos, y el actor se queda a medio camino si no se somete a un aprendizaje constante”.

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