Los riverenses dieron rienda suelta a la alegría que estuvo contenida por 40 años
Fue una fría tarde de junio de 1970 cuando el “Negro” Cubilla fue el único que creyó que la pelota no había traspasado la línea de fondo, levantó un centro a la cabeza de Víctor Espárrago y batía al golero ruso que ya no era Yashin.
Se jugaba el Mundial de México y todos recordamos que los riverenses salimos a la calle sin “vuvuzelas”, sin camisetas celestes, porque no había muchas, pero con la misma alegría de anoche.
Para quienes tuvimos esa felicidad lo recordamos con enorme cariño y con la certeza que las nuevas generaciones tendrán mucho más oportunidades para hacerlo.
Este equipo celeste ha marcado un camino de ilusión que nos ha hecho creer en lo que parecía imposible.
Hoy, a pesar de muchos, somos uno de los cuatro mejores equipos del mundial y estamos en carrera por el título máximo.
Poco importa si se logra o no, el entusiasmo en la calle, la alegría de los jóvenes nos alienta a pensar en un futuro provisor y no solo en el fútbol.
Estos jugadores que viven la hazaña mundialista nos han hecho creer mucho más en el país, entre los jóvenes que agitan la bandera blanca y celeste y el sol brilla cada vez más fuerte.
Nos han hecho olvidar los momentos de luchas intestinas o por Nacional o por Peñarol, o por Blancos, o colorados o frenteamplistas, o evangélicos, o cristianos, anoche, en Avda. Sarandí vivimos una de las jornadas más lindas que nos haya proporcionado el fútbol.
Muy a pesar de muchos que estiman que el fútbol solamente sirve para desunir, para alear a los jóvenes de la realidad, lo de anoche en nuestra ciudad solamente sirvió para que todos nos reencontráramos con amigos, con vecinos, con parientes, con compañeros de trabajo y nos hayamos confundido en un solo grito que ya es característico de nuestro país y que ya deberíamos patentarlo… ¡Uruguay nomás!
Fotografía: Gentileza de Chester Larrosa.
Como Davi já dizia,
no Antigo Testamento,
tamanho não é documento,
nem prova de valentia.
Com competência e com fé,
a Celeste perpetua,
a velha garra charrua,
dos tempos de Tabaré.
Outra página de glória,
escrita com heroísmo,
perdurará na memória,
em inefável lirismo,
enriquecendo uma história,
de fervor e patriotísmo.