Héctor ya es “oro” y “bronce”…
(Por Ariel Rodríguez) Casi, casi como un desconocido, Héctor Ferrón, marchó hace ya algunos días rumbo a Shangai, a participar de las Olimpíadas especiales que se realizan allí.
El primer desafío en su vida seguramente ha sido luchar día a día contra los prejuicios, contra la indiferencia, la incomprensión y hasta la soberbia de quienes nos consideramos seres “normales”, en oposición a toda persona que no se encuadre dentro de los parámetros conocidos.
A diario discriminamos a gordos, bajitos, negros, homosexuales, “locos”, pobres, viejos, enfermos, en fin todos aquellos que no se compadezcan con ese estereotipo -más vale no acordarse de Adolf- que determinado quien sabe por quien, tenemos de seres humanos, todo lo que no se asemeje a él, es groseramente catalogado de “anormal”. Semejante disparate no admite la diversidad como un elemento enriquecedor y necesario para el ser humano.
Contra todo ello seguramente ha debido pelear a diario Héctor Ferrón, a quien le ha tocado ver al mundo desde una óptica diferente, la de un eterno niño, calidad que como a otros tantos igual a él le da la ventaja de disfrutar de un universo desprovisto de mezquindades, de constantes disputas por intereses que seguramente desde su perspectiva son absolutamente anormales y lejanos al estereotipo de un buen ser humano.
Tiempo atrás se le presentó un nuevo desafío en la vida, hacer de su vieja compañera de siempre, la bicicleta, una herramienta para crecer, sí para crecer, no para obtener dinero y ni siquiera las mieles de la gloria, sencillamente como medio de ir superando nuevos desafíos, que de eso sabe y mucho su vida.
La competencia con sus iguales de todo el país, fue un verdadero acicate al ciclista que andaba escondido por los rincones de sus sueños diarios, la vieja y lenta bicicleta fortaleció sus músculos, hasta que a puro pedal, literalmente los pasó a todos por arriba.
Llegar a Montevideo había sido el fruto del trabajo denodado y desinteresado de los integrantes de la Comisión formada a los efectos, pero la inesperada y fantástica presentación de Héctor les planteaba una nueva meta, hacer posible su presencia en Shanghai, ahora representando a todos los uruguayos entre setenta países.
Aunque parezca increíble a pesar del “Oro” logrado en la competencia nacional, no llegaron los apoyos necesarios y Héctor siguió meta pedal en su vieja bicicleta compañera de siempre, que seguramente teniendo en cuenta tan vieja amistad fue la cómplice ideal para fortalecer más que el músculo el alma, lamentablemente fueron muy pocas las manos que se extendieron para apoyar la “quijotada”, allá tuvieron que andar una vez más los miembros de la comisión “mangueando” aquí y allá, claro que como siempre el apoyo del común de los riverenses no se hizo esperar, pero es poco lo que se puede, faltó el otro, el que debía haber venido sólo, desde el estado, desde las empresas más importantes.
Al extremo tal llegó la desidia, la falta de solidaridad que Héctor se fue sin una bandera de su Rivera, después se le envió una.
Y allá fue otra vez tras la meta, ahora algo más allá que Montevideo, ahora tras algo más que el “oro” a nivel nacional, ahora a Shanghai, tras la medalla Olímpica y al fin llegó, en partida doble -por ahora- “Oro” y “Bronce” y seguramente su corazón de niño andará loco de contento, no por el dinero, no por la gloria, sencillamente por eso de ir venciendo vallas, las de la indiferencia, las de la desidia, las del “no creo”, para cambiarlas por las de la esperanza, la alegría, por los “sí se puede”.