Rivera, domingo 17 de noviembre de 2024

Xuxa Meneghel y el Presidente

Hoy por hoy es una mujer, una madre, que dejó la televisión y los programas infantiles. Hoy le ganó el grito, el dolor de gritar por justicia, contra la barbarie instalada en Brasil, en la silla presidencial, en la sociedad que hace oídos sordos, ojos ciegos, manos que empuñan armas en lugar de pinceles o libros. Ayer niña abusada a los 4 y a los 13 años por viejos pedófilos.
Me conmoví hasta las lágrimas con su testimonio honesto y valiente. Con su posición política clara y contundente. En un video publicado hace unas horas atrás, en las redes sociales.
Hoy por hoy, triste, enojada, furiosa, asqueada, con ese “señor” de 67 años excitado por niñas “bonitinhas”, “arrumadinhas” y que largó en sincera confesión (con la sinceridad propia del patriarca, del patrón, del teócrata absoluto, mito para muchos y muchas, lastimoso proyecto de ser humano, aunque sabedor él, de ocupar ese lugar destinado a un “elegido de dios”, narciso que cultiva la monstruosidad de vivir más allá del bien y del mal). La confesión era esa: “pintó un clima”.
Al infame pedófilo, dice con otras palabras, Xuxa, ¡ni un solo voto! Y agrego yo, ¡cárcel al delincuente! Y a quienes no quieren ver el crimen y lo disculpan, todo nuestro rechazo, ético, moral, estético, político y social.
¡Será un duro trabajo levantar párpados a ojos ciegos, que no desean ver(se)! Pero será, es, necesario, hasta el 30, y hasta que nos corra sangre y aliento por el cuerpo.
Somos parte de una sociedad hipócrita, que hace la vista gorda a tamaño absurdo. No hay que sentirse diferentes, no lo somos. Hay que sentirse solidarios con el dolor del otro. Con sus heridas, con sus huesos rotos, con sus almas rotas.
La indignación de Xuxa debe ser la nuestra, bajo pena, de que nuestro bienamado Brasil, tierra de gente, inmensa mayoría, que me supo querer, creer, y de quien aprendo todos los días y las noches. Maravillosa gente, como mi amada Vero, luchadora, amable y feliz.
Xuxa Meneghel grita y nos ensordece. Nos desacomoda, nos incomoda, nos levanta del sillón frente a la televisión, frente al Jornal Nacional, y nos interpela.
Nos pregunta señalándonos con su dedo en ristre, ¿qué hicimos por ellas? Por las xuxas abusadas de ayer, por las venezolanas de hoy, para que aquellas y estas, no revivan el infierno fascista, donde el macho invencible, todo lo puede, incluso ser presidente (y también dios).

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