Rivera, lunes 9 de septiembre de 2024

Ceguera blanca y fabulación en la Plaza

I
Se me ocurre pensar en un libro. Se me ocurre pensar en algunas situaciones que podrían ser reales o imaginadas (¿dónde las fronteras?).
La ceguera blanca se produce porque se tiene mucha información (o desinformación, o maledicencia, fake news, o la vieja y abominable hermana de la hipocresía, made in frontery: la “fofoca”), se está ciego debido a que se es incapaz de discernir entre lo falso y lo verdadero. En palabras de Saramago podría decirse que “No nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”.
“Ensayo sobre la ceguera” (original en portugués, “Ensaio sobre a cegueira”) es una novela publicada en 1995 del escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998. Es uno de sus libros más conocidos, junto con “Todos los nombres” y “El Evangelio según Jesucristo”. Saramago la definía como “la novela que plasmaba, criticaba y desenmascaraba a una sociedad podrida y desencajada”. El profundo egoísmo que marca a los distintos personajes en la lucha por la supervivencia se convierte en una parábola de la sociedad actual, trascendiendo así el significado de ceguera más allá de la propia condición física.

II
Hay una tradición en la literatura popular que da cuenta de esa condición que asemeja al ciego con el/la sinvergüenza que no quiere ver lo que se muestra y demuestra ante sus ojos. E insiste en la mentira hipócrita de quien se cree driblada por la justicia. Caradura.
En una fábula que me contaron, que tiene por escenario una plaza, en un día de conmemoración, reptó hacia el escenario una serpiente con ojos de ceguera blanca (la peor de las cegueras, porque también como lo apreciamos en la novela de Saramago ataca la nobleza del corazón).
A dicho ser, dicen, le otorgaron (aquellos seres del bestiario vernáculo que son muy bien reconocidos por sus garras y lenguas venenosas) un instrumento para poder amplificar sus diatribas mentirosas e infames, dirigida (según cuentan) a algunos de sus mejores enemigos, escupiendo, como suele hacerlo, inverdades.
Se cuenta que luego de su catarsis, se escucharon algunos pocos aplausos de su séquito de monstruosos seres que la acompañaban. Pero no paso de eso. Una pena, me gustaría saber cómo debieron de haber soñado esa noche, con que animales o animaladas, con que carga de tragedia y puñales en sus almohadas.
En realidad, cuando me contaron el cuento, me quedé algo decepcionado, todos y todas tienen derecho de decir lo que quieran, alzar la voz y serpentear con sincera emoción (hasta las figuras horripilantemente fabulosas pueden hacerlo), aún en plaza pública y en fecha de lucha.

III
Pero, puesto a elegir, me agradan las historias con más imaginación y fantasía, al estilo de Saramago.
Y la verdad que esa ficción-flagelación, dejó mucho que desear.

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