A una semana de lo que pudo ser una tragedia
(Por Ariel Rodríguez) En esta larga trayectoria que ya llevo en esto de las comunicaciones, me ha tocado vivir muchas experiencias, de las buenas y de las otras.
De las más feas, recuerdo haber quedado junto a otros compañeros en medio de la balacera, en el caso del copamiento al Aeropuerto, es imposible olvidarse de los casos de Daniela, Sheila, Karen o Camila, accidentes carreteros que costaron varias vidas, luego nuevamente me tocó otra balacera, en febrero de 2007, como testigo de los lamentables hechos de intento de fuga que costaran la vida de Martín Castaño y finalmente el sábado próximo pasado, cuando apenas me sentaba a almorzar, el celular sonó para que me informaran que nuevamente la cárcel de Rivera era un infierno.
No voy a narrarles una vez más los hechos, ustedes los conocen de sobra.
Creemos que ellos significaron un basta, un “no va más” y poco importa cual sea el gobierno de turno. La responsabilidad es de quien está, poco o nada interesa lo que no hicieron los anteriores, la responsabilidad es toda de quien hoy conduce el estado, por algo el soberano lo eligió y no a otro, pero dejemos esta polémica de lado.
Ya paso el tiempo de los diagnósticos o los proyectos a largo plazo.
Convengamos que esto tiene que ver con seres humanos, no importa si están uniformados o procesados, en definitiva todos son rehenes de una situación injusta, cruel, que los lleva a vivir un verdadero infierno todos los días.
Miren, realmente quisiera ser un exquisito en mi capacidad de poder trasmitirles lo que he visto en las oportunidades que he ingresado, por razones profesionales, a la cárcel de Rivera, es dantesco, es impensable que se pueda soportar vivir (¿?), si así podemos llamarlo en esas condiciones.
Hoy por hoy lo que hacemos es remitir a quienes han cometido delitos contra la sociedad a una caldera que en cualquier momento explota, pero además hacemos lo mismo con nuestros policías, que sin tener deudas sociales que pagar deben sufrir un calvario idéntico al de los presidiarios.
Viven literalmente amontonados en medio de cuchetas, de manera casi irreal y la sensación es que allí la vida poco o nada vale, casi, casi nada, para unos y otros.
No nos sorprende lo del sábado, era esperable y salió barato, pero mire que muy barato, hoy los riverenses podríamos estar lamentando varias muertes.
¿Y ahora? ¿nos vamos a quedar en la discusión chiquita del análisis político? Creemos que no, la responsabilidad es total y absolutamente de quien tiene en sus manos los destinos del país, no hay otro responsable, por algo a los otros no los votaron.
Pero en este tema no caben los réditos políticos, no hay otra más que exigir que se cambie la situación.
La respuesta no se puede hacer esperar. No pueden ser tan sólo tres policías los responsables de la custodia de casi doscientos cincuenta reclusos y estos, también seres humanos, con familiares – vecinos nuestros – que sufren con ellos, no pueden continuar sucumbidos en ese infierno, es impensable que un predio que fue construido para ochenta los albergue con condiciones mínimas de calidad de vida.
Hace muy poco tiempo vimos todos los uruguayos como con llamativa eficiencia se construyó un predio para albergar a militares procesados por violaciones a los derechos humanos, nos preguntamos entonces ¿no es posible utilizar los mismos mecanismos para este caso? El sábado no vimos acercarse allí a un solo político, a ninguno.
Vimos sí a familiares de presos y de policías, sin distingos preocupados con la angustia de no saber lo que pasa. Oímos gritos de mujeres presas. Vimos manchas de sangre, vimos caras de horror, vimos caer, como un símbolo, la puerta de la cárcel.
El sábado mientras Sarandí era una fiesta, en Rodó vivíamos algo similar al infierno de Dante.
Lo peor, estimado lector es que en este mismo instante que usted lee el artículo hay seres humanos que siguen soportando el infierno de estar allí adentro, unos de uniforme y otros pagando muy caro sus deudas con la sociedad, en su inmensa mayoría gurises de algo más de dieciocho años que seguramente así no tendrán la oportunidad de ser rehabilitados.
Se fue una semana, aquí estamos con nuestra reflexiones y aún, más que hablar nada se ha hecho, permítame servirme otra y a pesar de todo. ¡Salud!