El fútbol mantiene su lógica y el mejor equipo, el mejor plantel, el equipo que se preparó para ser el campeón, finalmente lo fue. Peñarol llegaba a esta última instancia del certamen con la ventaja de que se consagraba campeón de Primera División con un empate, y actuó en consecuencia.
A muchos debe haber llamado la atención que los aurinegros no salieran a ahogar al rival, a buscar jugar en su terreno, porque en este partido tenía el arma letal de Dalton Bueno desde el comienzo.
Jugó de la mejor manera, entregándole la cancha a Bola Ocho, esperándolo en el fondo con una zaga bien conformada, firme y segura también desde los laterales y un golero que, no por casualidad, tuvo la valla menos vencida del campeonato con apenas cinco goles recibidos en quince partidos.
El medio marcaba lo mejor del rival y adelante estaban agazapados Dalton y Richard mientras que el desgaste lo hacía Gabriel Madruga, que pronto se lesionó debido al gran esfuerzo y debió ser sustituido.
Pero en ese ínterin se dio exactamente lo que Peñarol esperaba y sabía que iba a llegar el momento. Pelotazo largo y Dalton Bueno que le gana la espalda a la línea de zagueros y enfila al arco rival teniendo solamente a Fernando de Mello como oponente.
El remate del delantero no dejó chance alguna al golero de Bola Ocho. Iban menos de treinta minutos y el conjunto aurinegro había logrado lo que quería, a pesar del comentario de muchos de que no estaba jugando bien, por el contrario, estaba jugando a lo que le convenía de acuerdo a lo que necesitaba.
Para Bola Ocho el título se alejaba, un gol más y había que salir a buscarlo.
Peñarol sabía que eso podía pasar y siguió esperando otro momento clave, que lo tuvo antes de la finalización del primer tiempo, cuando el que ganó fue Richard Gómez y se la dejó servida, como en bandeja, para que Dalton pudiera concretar su segundo gol.
El centrodelantero intentó dominarla y con el arco libre buscó el remate, pero ya con marca encima, no lo pudo concretar.
Vino el segundo tiempo y cada vez le quedaba menos tiempo a Bola Ocho y el título se acercaba cada vez más al Parque “Pedro Maciel”.
Hubo tiempo para otra escapada de Dalton Bueno por la punta y el remate atrás para quien entrara por el medio, pudo ser cualquiera, porque Peñarol tiene llegada de delanteros, medios y hasta de algún zaguero. Fue Joaquín Sánchez el primero que llegó para puntearla directamente al arco rival y concretar el segundo gol.
Si el uno a cero complicaba la vida de Bola Ocho, el dos a cero fue un balde de agua fría. Pero el conjunto naranja insistió una y otra vez hasta que hay una sensacional atajada de Anderson Etchenique que aseguró el campeonato.
Poco y nada más que centros frontales que los defensas aurinegros se aburrieron de sacarla afuera del área y lo más lejos posible.
Minutos finales para el festejo mirasol y descuido para que Bola Ocho marcara el gol del descuento, un gol que servía solamente para la anécdota.
Y DESPUÉS…
La locura aurinegra, los colores amarillo y negro que se iban volando por el aire desde el “Atilio Paiva Olivera” y cruzaba al campo de deportes que gestó en su tiempo el gran Pedro Maciel y que la dirigencia de hoy cuida al extremo de mejorarlo día a día.
Los de afuera ya parados esperaban el final del partido y no solo alentaban a sus compañeros, sino que solicitaban que el árbitro terminara con el largo sacrificio de 133 días desde aquel primer gol del campeonato en la cancha de Cuñapirú ante Huracán.
La mayor alegría porque, en definitiva, el conjunto aurinegro se queda con el título en carácter de invicto siendo que en este bicampeonato logrado solamente tiene una derrota en las primeras fechas del año pasado ante el conjunto de Ansina.
Pero cuando se desata la algarabía de los mirasoles quedaba en el fondo la tristeza de los naranjas, que lo primero que hicieron fue cruzar toda la cancha, aunque ello significaba pasar por medio de la alegría aurinegra, para ir a saludar a sus parciales, a quienes los alentaron en estas dos finales.
Luego unos minutos de reflexión, de introspección y la razón dominó a la pasión.
Los jugadores de Bola Ocho y su cuerpo técnico entienden que el partido de fútbol terminó, que la lucha por los goles, los puntos y el título se perdió pero que en realidad no es otra cosa que la pasión por el fútbol que nunca puede estar por encima de la vida misma, porque esta vida nos lleva a cruzarnos, minutos después con un vecino, un amigo, una persona que piensa como el aurinegro que tienen enfrente y que estará festejando como aquel que está en la cancha.
Entonces viene el otro momento, el del reconocimiento y la hidalguía y valentía de los jugadores que vistieron la camiseta naranja para ir a saludar a los adversarios de una hora y media de fútbol, pero a los amigos de la vida diaria.
Mientras tanto, en el escenario mayor se entregaban premios, se obsequiaba con una copa al mejor equipo de la temporada con las tablas acumuladas, al golero menos vencido y a los goleadores del certamen.
Pero después vendría lo mejor, lo que nos hizo poner la piel de gallina y hasta que se humedecieran los ojos porque en la cancha estaban todos los jugadores de Peñarol divididos en dos columnas por donde pasaron los de Bola Ocho.
Subieron, recibieron los trofeos que les correspondía, saludaron y bajaron para ocupar ellos, el lugar que había dejado libre Peñarol y ser el túnel de Bola Ocho por el que desfilaron los campeones.
Un clima pocas -muy pocas- veces visto, y lo escribimos así por si hubo alguno antes que olvidamos o no recordamos. Pero lo de la noche del pasado 23, debe servir como augurios de mejores años, de mejor integración, de trabajo mancomunado en beneficio directo del deporte riverense; sirve como un muy buen cimiento.
Nos resta únicamente el saludo al campeón por lo realizado durante el año, durante estos dos últimos años, durante la última década porque desde el 2013 inclusive, hasta hoy ha logrado ocho campeonatos y los otros tres corresponden a Sarandí Universitario en el 2015, cortando lo que sería el tricampeonato aurinegro, luego Huracán en el 2020, cortando lo que sería el quinquenio mirasol, y últimamente el certamen especial del 2021 cuando el campeón fue Artigas, el año que el conjunto aurinegro no participó del evento pero varios de sus jugadores, e incluso el actual técnico, vistieron la camiseta del tricolor del Pueblo Nuevo.
Pero no solo felicitaciones a Bola Ocho, sino que dejamos un reconocimiento especial por lo realizado durante este año y especialmente en el momento de perder la final. Hechos como el que vimos el pasado sábado no son normales en el fútbol del mundo y son dignas de destacarse y debería ser la primera vez que un vice campeonato hay que festejarlo como lo mejor que vivió este Bola Ocho en sus primeros ocho años de vida.
¡Felicitaciones a Peñarol! ¡Salve Bola Ocho y el fútbol riverense!! (Y que sirva como ejemplo).
LOS DETALLES
PEÑAROL 2 BOLA OCHO 1
Cancha: Estadio Municipal “Atilio Paiva Olivera”. Hora de comienzo 21:15. Árbitros: Silvio G. Antúnez, Robert M. López y José Ferreira. Cuarto árbitro: Jhones Machado.
PEÑAROL: Anderson Etchenique, Washington Leites, Rodrigo Silva, Maximiliano Machado, Sebastián Rosano, Joaquín Sánchez, Marcos Boldrini, Fabricio Ferreira, Gabriel Madruga, Dalton Bueno, y Richard Gómez.
Cambios: Leviston Carballo por Gabriel Madruga; Víctor Núñez por Marcos Boldrini; Fabiano Maciel por Washington Leites; Álvaro Costa por Dalton Bueno; Rodrigo Cuña por Sebastián Rosano.
Goles: Dalton Bueno a los 26’ del primer tiempo y Joaquín Sánchez a los 18’ del segundo tiempo.
BOLA OCHO: Fernando de Mello, Diego Tonna, Alex Carreiro, Pablo Santos, Vagner da Silva, Mario Santana, Fabio Melo, Josealbert Gonzálvez, Eduardo dos Santos, Joaquín Nepomuceno y Felipe Araújo.
Cambios: Luis A. Silveira por Felipe Araújo; Giovanni Olivera por Diego Tonna; Lucas Barrios por Vagner da Silva; Ricardo Acevedo por Joséllbert Goncálvez; Axel Miogales por Joaquín Nepomuceno.
Gol: Luis Alberto Silveira a los 47’ del segundo tiempo.