Lavalleja es el bicampeón por merecimientos propios
Nadie le regaló absolutamente nada, no tuvo necesidad de depender de nadie, todo lo logró por méritos propios y hoy es el justo bicampeón del fútbol riverense.
Lavalleja llega a esta conquista en forma sorpresiva por el trámite del partido, pero merecida por lo que hizo en el campeonato y en las dos finales anteriores.
La tercera final, la decisiva, fue una especie de prolongación de la segunda cuando el decano ya había hecho méritos más que suficientes como para quedarse con la victoria y con el título sin necesidad de esperar que pasara la Navidad.
Ya en aquella oportunidad el decano mereció ganar, lo tuvo “contra las cuerdas” pero erró en el golpe certero que mandara a la lona al rival.
Como si supiera que el partido tenía que jugarlo de la misma manera que el anterior, salió a buscar el gol tempranero, como el que logró Robert López en el segundo encuentro.
Y lo encontró a los cinco minutos de juego en una perfecta ejecución de un remate libre desde unos veinticinco metros del arco rival.
Fue Marcelo de Castro el encargado de bolgar la pelota en el ángulo y si bien es cierto todo hacia presumir que la iba a tener que colocar allí, no alcanzó ni la barrera humana ni el esfuerzo de Stéfan Silva para que el balón se anidara en el arco verdiblanco.
Uno a cero, tranquilidad pero incertidumbre aún porque había que tener en cuenta que en los dos partidos anteriores el decano había comenzado ganando.
Sarandí hizo lo posible por llegar al empate pero faltaron luces en sus delanteros, especialmente en Giovani Fernández que estuvo ausente de las tres finales, que no aportó nada y que fue apenas un valor nominal en la cancha.
Todo quedaba en las posibilidades de Marcos Ramos, muy solo en función ofensiva, la colaboración eficiente de André Silva cuando subía por la izquierda y a la intermitencia eficaz de Marcio Galli.
Enfrente había un equipo que funcionaba como tal donde fue muy difícil buscar una figura y donde todos estuvieron aportando lo suyo para que el equipo funcionara.
Y así es muy difícil poder marcar a uno porque otro se destaca y hace una buena jugada y tanto Marcelo de Castro como Vanderley Barreto fueron altos exponentes de capacidad en la marca y proyección atacante como el aporte de Robert López, y no solo en este encuentro sino en las tres finales como lo de Luis Eduardo Ponce de León que tiene inteligencia para jugar.
La sorpresa de la presencia de Felipe dos Santos, sus certeros pases y la eficacia ofensiva de Michael Ribeiro son difíciles de contrarrestar.
A ello le sumamos firmeza en la defensa con Marcio y Leandro en el fondo y la doble función de marca y apoyo de Altamiranda y Claudio Silva, es una oncena a la que difícilmente se le puedan encontrar grietas por donde entrar.
No nos olvidamos del golero porque recordemos que este equipo ha tenido varios y todos han respondido, desde el comienzo con José Luis Díaz, luego con Carlos Andrés González, el propio Jonathan Goulart que tuvo solamente una chance pero que estuvo siempre en el banco de reservas y culmina con un Ángelo Asconavieta sensacional, con seguridad que transmite especialmente a sus compañeros de equipo que juegan diferente sabiéndose respaldados.
Por si todo ello fuera poco, en el banco hay cambios que cambian y eso es válido para cualquier técnico, lo que en esta final no le sucedió a Sarandí que necesitaba ofender y no tenía delanteros, excepto Ricardo Acevedo.
Pero la sorpresa decana no se quedó tan solo en el primer gol sino que en poco minutos, de los 23 a los 27 logra dos más para llegar a una victoria parcial, al término del primer tiempo, de tres a cero que ni el más fanático hincha decano hubiera soñado.
Ya parecía definitivo y solamente había que aguardar el paso de los minutos.
En el complemento apenas un esbozo de reacción verdiblanca para quitar luego el pie del acelerador y quedar prácticamente con el motor apagado dentro de la cancha como esperando que el partido se terminara.
Ni siquiera el gol de Álvaro Sarquis revivió al equipo que no tuvo ideas, que se encontró con una defensa impasable y con un golero que parecía restarle importancia a los remates que se efectuaban contra su valla.
Pero, por si todo ello fuera poco, en los minutos finales y con Sarandí jugando a la desesperada, sin orden, sin táctica, sin nada, el contragolpe decano fue letal.
Y fue así que llegó el gol de Adán Cabrera y la posibilidad de haber concretado otro para conformar una victoria que fue clara, contundente, inobjetable y más que merecida para un equipo que también mereció el campeonato, como lo hubiera merecido Sarandí pero en estas dos últimas finales, se quedó considerablemente y fue allí donde el decano sacó ventajas y obtiene este bicampeonato que hoy festeja.
El pitazo final del isabelino marcó el comienzo de una fiesta muy larga, que se inició en la cancha, con la presencia de parciales, familiares, técnicos y jugadores, que se prolongó por las calles de Rivera en una improvisada caravana y que culminó en la sede hasta que comenzó a brillar el nuevo día.
Pero hay más, esta fiesta albinegra no termina aquí, habrá más porque seguramente habrá un festejo similar al del año pasado donde el agradecimiento estará al orden del día y donde muchos estarán para recibir el sincero homenaje que se merecen por ser los hacedores anónimos de esta hazaña.
Dirigentes, hinchas y colaboradores del club también deben ser recordados en esta instancia.
Ni hablemos de los que hoy no están físicamente entre nosotros, de los que se han partido sin haber visto esta hazaña decana de un bicampeonato en plena época de sequía de títulos.
Hoy Lavalleja festeja y quien sabe donde lo estará haciendo el Maestro Edilberto Cottens como uno de los últimos referentes de la institución.