Cuñapirú fue mejor pero no supo ganar y Sarandí empató
Una final dramática, con situaciones cambiantes y un equipo que mandó en la cancha durante cincuenta minutos, que se creyó ganador porque el rival no ofendía, pero que poco a poco se fue entregando posibilitando la reacción del rival hasta llegar al empate.
Dos tiempos bien diferenciados, en la primera parte los tricolores militares fueron los dueños de la pelota, dominaron a su gusto y placer todas las acciones en el campo de juego.
Pudieron haber logrado varios goles y se quedaron con uno, un golazo de Juan Carlos Amado desde más de treinta metros en un remate inatacable para Stéfan que se vio sorprendido con un remate que llega a una altura donde la pelota no se ve.
Cuñapirú siguió dominando, tuvo chances y comenzó a desperdiciarlas, como ha sucedido a lo largo de todo el campeonato.
Marcos Machado tuvo varias y no supo definir en forma eficiente como para asegurar la victoria.
Sarandí no aparecía, se enredó en el medio, fue muy escaso su aporte ofensivo y se limitó a intentar defender ante el poderío del rival.
Tanto es así que el verdiblanco no llegó nunca a inquietar la valla de Roberto Fernández que, en el primer tiempo fue un mero espectador porque la defensa tricolor solucionó los pocos ataques del rival y hasta pudieron proyectarse al ataque sin mayores inconvenientes.
Pero a partir de los cinco minutos del segundo tiempo, y mucho más después del ingreso de Camacho por Casadei, Sarandí se armó mejor en el medio de la cancha con la presencia de Edson Ricardo Flores que le dio mayor potencia y el propio Camacho resultó importante en la reacción verdiblanca.
Increíblemente Sarandí comenzó a dominar físicamente cuando todos suponían que Cuñapirú podía estar mejor desde ese punto de vista.
Pero no solo fue superior sino que dominó sicológicamente el partido.
Cuñapirú cayó y no llegó a ofender salvo alguna jugada esporádica de ataque que siempre fue mal culminado y cuando necesitó del balón elevado para los cabezazos de Machado y Franco Ferreira que subía, la pelota fue mal enviada.
Fue así que Sarandí llegó al empate en una jugada dudosa que Etchechury cobra penal dependiendo de su interpretación.
Un penal que pocos sancionan, que depende exclusivamente de la discrecionalidad del árbitro y en este caso lo sanción para que Richard Quintanilla transformara en gol a pesar del enorme esfuerzo de Roberto Fernández que estuvo a punto de detener la pena capital.
Fue así, pero de todas maneras, Sarandí mereció el empate y hasta, después de ello, pudo haber ganado el partido.
Hubo influencia arbitral en varias acciones que hubieran cambiado la historia del final del partido, pero mucho más de la revancha.
Bien expulsado Álvaro Amado en Cuñapirú, que no podrá jugar el miércoles, pero también, tres minutos antes, debió haber hecho lo mismo con Ricardo Acevedo cuando dejó la pierna ante la salida de Fernández y ya tenia tarjeta amarilla.
También Carlos Camacho, con dos faltas consecutivas, en la primera amarilla y la segunda, con más violencia, debió haber sido roja, y no hubo el mismo criterio.
Son algunas consideraciones en cuanto a un arbitraje que deja consecuencias para la segunda final.
Un empate que premia y castiga a ambos, mucho más a Cuñapirú que tuvo más tiempo y posibilidades de ganar y no supo ante un Sarandí que creció mucho en el partido y, al final, hasta mereció mejor suerte.
Un empate que deja una clara sensación que el miércoles el titulo puede estar para cualquiera.