Tres
Prefiero el trío, la triada, los tres lados imperfectos del triángulo, el número 3 en tanto rompe con la perfección del 2, de la dualidad siempre enfrentada, el orden de la pareja perfecta con sus matrimonios patrimoniales, de los desaciertos de lo políticamente correcto en la política (derecha-izquierda), la moral de lo bueno y lo malo, los dobleces de la razón debitarias de una civilización cartesiana de pensar, para luego existir (como si fuera posible).
Además, el tres es más divertido, asimétrico y erótico. En lo ético rompe esquemas y tensiona a los espacios de libertad, además de ser bisagra entre la individualidad del uno (tan solitario) y de la grupalidad del dos como incipiente modelo de la sociedad.
Negro y blanco, arriba y abajo, cielo y tierra, infierno y paraíso (sin posibilidades de transición, o sea, de purgatorio). Multicolor-Frente Amplio, Machismo-Feminismo, Capital-Interior, Peñarol-Nacional y rompiendo la norma dual y dogmática: el rojo de la Cuaró, el Frontera Rivera Chico.
Me ha pasado de encariñarme con el tres. Acariciarle el lomo y ponerme algo místico en alguna iglesia, donde, en actitud de genuflexión, le rezaba.
No se trata del amor religioso, o remedo de religión, ese que nos tientan los pastores pentecostales cuando uno anda sin sueño y enciende la tv a las 2 de la madruga. A esos fanáticos, terroristas y chantajistas los detesto sean uno, dos, tres o trecientos.
Sin embargo, a la divina trinidad de Padre, Hijo y Espirito Santo le tengo cierto respeto. Son muchos años en el centro de jóvenes de los salesianos de calle Tranqueras.
Lo ternario también constituye la manifestación del tercer elemento (según el verbete del Diccionario de símbolos de Juan Eduardo Cirlot), que viene a modificar la situación del binario y darle equilibrio dinámico.
Carl Jung (psicoanalista creador del concepto de inconsciente colectivo y estudioso de los arquetipos y símbolos) comenta las ideas de Plotino que compara lo Uno (principio creador) con la luz, el intelecto con el sol y el alma del mundo con la luna. La unidad se fragmenta interiormente en tres “momentos”: la actividad, la pasividad, la unión o el resultado de los otros dos.
La experiencia de lo humano es prístino: a la existencia de los dos (padre y madre) sigue casi inevitablemente la del tres (el hijo, la hija). Por eso dice Lao Tsé: “El uno engendra el dos, el dos engendra el tres, el tres engendra todas las cosas”.
Por lo tanto, el 3 (tres) tiene poder resolutivo del conflicto expresado por el dualismo.
En la filosofía moderna, es la dialéctica de Hegel que revela el movimiento como proceso dinámico desarrollado en tres momentos o fases y movido por el principio de la contradicción. A la tesis, le sigue la negación de la antítesis y la negación de la negación, la síntesis, superación (no negación de la antítesis) y, en definitiva, auto-reconciliación del ser. El tres sigue en movimiento. El tres, como triángulo, tridente.
Como triángulo su significación más alta correspondería al emblema de la Trinidad. Con el vértice hacia arriba simboliza el fuego y el impulso ascendente hacia la unidad superior, desde lo extenso (base) a lo inextenso (vértice). Con el vértice truncado, es símbolo alquímico del aire, con el vértice hacia abajo, símbolo del agua.
Como tridente es atributo del dios del inconsciente y de la culpa, dios de las profundidades del océano, Neptuno, cuyo reino está poblado de monstruos y seres inferiores.
Mi preferencia y esperanza, sin duda, habrán de estar en el tres.