Lo que pulsa impulsa

Hace años me acompaña la escritora Martha Medeiros. Pasé alrededor de 10 años en Porto Alegre y tuve el privilegio de conocerla, en las presentaciones de uno de sus libros de crónicas en la Feria del Libro de la Praça da Alfandega). Tengo varios de sus libros en mi biblioteca, en casa, en Calle Brasil.
Sigo a varias figuras de la la cultura y el arte “gaúcho”, amigos como el poeta brincalhao, Mario Pirata, Paulo Flores y Tânia Farias (“da tribu de atuadores” del teatro anarquista “Oi Nois Travéis Aquí”), Luis Augusto Fischer (escritor, profesor, exdirector de cultura de Porto Alegre), Charles Kiefer (escritor), Tabajara Ruas (escritor, guionista), Luis Fernando Verísimo (genial escritor, recientemente fallecido, hijo del también genial escritor Érico Veríssimo), los exquisitos poetas: Laís Chaffe, Dylan Camargo, Luis Coronel, Rossyr Berny, Ricardo Silvestrin, entre otros, de potencia poética singular.
También fui librero bajo la orientación del gran Bolívar Gomes de Almeida (librero, escritor y profesor de Historia). En algún momento hice parte del grupo “Roda de Poesía” que se re-unía en el “Bric da Redençao”.
Bueno, pero volviendo a Martha Medeiros, en un podcast la semana pasada, en las redes, dijo una frase que me atravesó: “Eu estou vendo pessoas com medo da vida”.
De inmediato me quedé desconcertado. Tal vez, en esta fase actual, me encuentre también con miedo de la vida. Para contextualizar, comparto este fragmento en el que ella explica (como somos fronterizos no lo voy a traducir):
“Eu acho saudável ter medo da morte, porque é o medo da morte que vai fazer com que eu goste de caminhar. Quando eu estou fazendo alguma coisa, aquilo, para mim, é muito grande: estar aqui agora. Eu estou 100% aqui contigo, agora, conversando. Eu não sei o que vai acontecer, não sei que dia é hoje, se está chovendo lá fora. Estou 100% aqui.
Então, tudo isso é porque sei que vou morrer. Se vou para o deserto do Atacama e vou passar uma noite dormindo não sei aonde, ao relento, tudo isso é porque eu tenho medo da morte.
Então eu vou valorizar minha experiência ao máximo aqui, enquanto muita gente tem medo da vida. E aí ficam presos e não saem da zona de conforto.
Eu não vou mudar meu prato preferido, que é o mesmo de quando eu tinha 15 anos. O meu amigo Zé? Eu só tenho ele, que maravilha! Não quero mais conhecer ninguém, não tenho saco para sair, não tenho.
E aí, vai morrendo lentamente, que é aquele meu texto mais conhecido, e vai morrendo, vai morrendo, vai morrendo porque tem medo da vida. Eu prefiro ter medo da morte, porque a morte faz com que a minha vida se torne mil vezes mais interessante.
Eu estou vendo pessoas com medo da vida. E eu digo assim: isso aí não é proteção, não é segurança, isso é apagá-los mais cedo”.
Esas palabras me dejaron inquieto. Percibí que si no tomo cuidado, me puedo volver uno de esos tipos que se esconden atrás de la rutina, evitando riesgos, encuentros y novedades.
No ha sido fácil pasar por esta fase. Pero no se puede postergar la vida. Hay demasiadas cosas que no las expongo, ni acá ni en las redes sociales ni redes marinas: donde cualquier pez será pescado (sobretodo por los que no nos quieren).
He pensado mucho sobre la vida y las elecciones, las pulsiones que nos acompañan y nos mueven (la mayor de las veces inconscientemente) y por lo tanto, pueden trancar o impulsarnos.
Freud hablaba de dos pulsiones que nos “determinan”: Las pulsiones de vida (Eros) y de muerte (Tánatos) son conceptos psicoanalíticos de Sigmund Freud que describen dos fuerzas contradictorias que impulsan la conducta humana. Eros busca la conservación, la unión y la creación, promoviendo la supervivencia y la cooperación, mientras que Tánatos es un impulso de retorno a lo inorgánico, la desintegración y la autodestrucción, manifestándose en conductas de riesgo y la repetición de experiencias traumáticas.
Nietzsche escribió: “Lo que no mata, fortalece”. Esa frase, que hoy suena como un dicho popular nace de algo más profundo: la idea de que el sufrimiento no es apenas un obstáculo, pero, se trata de un elemento inevitable y, en cierto sentido, escultor de la vida.
Séneca, por otro lado, nos recuerda: “Pequeña es la parte de vida que vivimos. Todo lo demás es apenas tempo”. O sea, vivir de verdad, preso al apuro, a la rutina o a la falsa sensación de seguridad, es despreciar lo poco que tenemos (y somos).
Los estoicos nos impelen a distinguir lo que está bajo nuestro control y lo que no está. No podemos impedir el roce del ala de la parca, pero podemos elegir estar presentes: tomar una mano en el hospital, llamar a quien quiero, marcar un encuentro ahora, no mañana.
El sufrimiento, automáticamente, no nos mejora. Nos puede endurecer, pero también puede ampliarnos horizontes. La diferencia está en lo que hacemos con él.
Tal vez nadie este “pronto” para la muerte. Pero es posible estar más libre, sin tantas “cargas” delante de ella. Mirarnos a los ojos con quienes deseamos, en cuanto hay tiempo, y decir lo que es preciso ser dicho.