Envidia pura y dura (versión 1) – 3ª parte
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III
Pero lo más “loco de especial” se da cuando el envidiado fracasa. Un sentimiento para el que los alemanes han acuñado un término que ya ha sido adoptado también en otras lenguas: “Schadenfreude” (alegría maliciosa).
Eso quedó patente en el trabajo de un grupo de psicólogos israelíes que obtuvieron imágenes de resonancia magnética funcional del cerebro de personas voluntarias mientras realizaban un juego interactivo de azar. Lo que observaron fue que algunos jugadores incluso cuando perdían dinero estaban contentos y mostraban “schadenfreude” si el otro jugador, el rival, perdía todavía más. Algunos de ellos incluso cuando iban ganando expresaron envidia si el otro ganaba todavía más. Esa envidia tuvo un claro reflejo en la activación que mostraron durante el juego las imágenes obtenidas en el estriado ventral, una parte del cerebro relacionada con la recompensa y el placer. Fue así hasta el punto de que sentir que el otro perdía más que uno mismo activaba esa parte tanto como cuando el propio sujeto ganaba. La derrota del rival, entonces, puede alegrar tanto o más que la propia victoria, que el propio éxito.
La “Schadenfreude” se acrecienta en el envidioso agorero que acierta en su pronóstico sobre el próximo o futuro fracaso del envidiado y lo ve como una reivindicación personal de su posición. Se corresponde a la máxima: “cuanto peor para él, mejor para mí”.
La “Schadenfreude” es también una de las mayores fuentes de hipocresía, aunque estás contento en tu interior, te muestras falsx y aparentemente preocupado. Así, podremos escuchar en plena calle Sarandí, en una noche de sábado (de los de antes, pre-pandemia), majestuosos decires: “Tan bonita, lástima que no adelgaza” o “ai, que nojo, ele se aya, se sibindo com esa muie pirua, y pra mejor, dis, que eya es feminista, desas que naum se comportaum, nem nas casa!