Emprender, retrucar, retroceder
El famoso verticalazo, que impone una enseñanza (que no educación) basada en competencias únicamente, y borra todas las propuestas que se venían implementando (sin ni siquiera una instancia de evaluación) de los bachilleratos diversificados, es una apuesta por lo tecnológico principalmente. Las humanidades que siempre fueron sostén de nuestro espíritu republicano, se van a ir diluyendo por la alcantarilla maloliente de la historia (así con minúscula) junto a estos adefesios de gobernantes de la educación y junto a otros infames cadáveres ilustres deudores de alguna gloriosa tradición.
Y el artístico, el bachillerato artístico será (ya lo está siendo) recortado en sus horas y claro en sus docentes. Por lo pronto en Rivera, el liceo Nº 7 ya no tendrá (aparentemente, salvo que alguien tire una boya salvavidas, a último momento, cosa difícil que suceda) el curso de 5º Bachillerato Artístico, y sobrevivirá por un año el 6º, tal vez el último faro que supo alumbrar con potencia y arte los corredores, patios, escenarios, bibliotecas del centro educativo.
Pero bueno, “cambia todo cambia”. Y para mal.
En la otra punta de esta madeja, está el gobierno que piensa como empresa y busca darle forma (al individualismo liberal, en el impulso del libre mercado) bajo el epíteto de emprendedores sin empresas, o consumidores miserables, carentes de poder de consumo.
¿Pero de qué se trata el “emprendedurismo”, tan manido, tan famoso, tan baladí? El emprendedor hace parte del fabuloso reino de los cielos liberal, algo así como un arcángel que surca gracias a los vientos del mercado, la noche estrellada del capitalismo. Ya no se trata de hablar de clases sociales, no, (nada que haga mención a las opulentas barbas de don Marx y sus acólitos). No. Se trata más bien de la retirada del estado, a cuarteles de invierno (independiente de las estaciones del año) y de los gobiernos, de los negocios entre privados.
Pero bien, que se dice a respecto del concepto, “emprendedurismo”: El neologismo emprendedurismo se emplea como la forma hispanizada de la voz, originaria del inglés, “entrepreneurship”, la cual significa “capacidad de organizar, manejar y asumir los riesgos de los negocios de una empresa, de ser un emprendedor”.
Para Pierre Bourdieu la sociedad occidental moderna, a veces incluso en oposición a los postulados de su teoría social, es un escenario de lucha, donde un sistema neoliberal capitalista se está imponiendo a todas las esferas sociales del mundo.
El campo académico colabora en gran medida con la empresa neoliberal individualista mediante la promoción de las teorías del actor racional, porque el propio científico social se ve en ese papel de sujeto héroe y tiende a aplicarse a sí mismo el subjetivismo que al objeto de estudio, al objetivarlo, deniega.
La “diferencia generadora de energía (…) energía creadora, espíritu de empresa” (Bourdieu 1991: 231) es para Bourdieu la visión conservadora de la historia, que “establece una distinción absoluta y duradera en lugar de una continuidad” (Bourdieu 1991: 231). El emprendedor, desde esa perspectiva, es el modelo del sujeto en un mundo liberal que se está promocionando desde las instituciones. El emprendedor es el actor tipo que mejor encaja en la economía de mercado, asumiendo su persona, en la práctica, los postulados teóricos del liberalismo.
Hay demasiados libros de autoayuda sobre los emprendedores como “nuevos héroes del desarrollo”.
En los 80, con el auge del neoliberalismo en América Latina, se empezó a ensayar una fórmula ideológica al referirse a los informales como empresarios populares, pero se topó con una barrera: el término empresario se entendía como gente con fábricas y Mercedes Benz. Había que reinventar conceptos, hasta que desde 1990 comienza a usarse el término alternativo de emprendedores con mejor suerte (lo que no es fruto del azar en los gobiernos de Lacalle Herrera y Lacalle Pou, es el impulso hacia similar modelo económico).
Tengo 4 objeciones a la susodicha terminología. 1) Es una forma de voluntarismo de derecha: “siempre se puede”, “pensamiento positivo”, “si te caés, te levantás”; es decir, no toma en cuenta el contexto y las estructuras. 2) Es sesgado; se concentra en el éxito y no le da bolilla al fracaso. 3) Al magnificar a los emprendedores pobres o nuevos (no tengo nada contra ellos), se coloca como modelo a los súper ricachos y se crea una suerte de lazo de hermandad para una defensa común de toda propiedad privada, a pesar de que estos últimos tienen excesivo poder de mercado. 4) No todos podemos ni tenemos por qué ser emprendedores; podemos ser empleados públicos honestos, heroicos periodistas, jueces dignos, artistas esforzados, buenos docentes o trabajadores dedicados.