1984
1 – George Orwell, escritor inglés que en 1948, escribe “1984” claustrofóbica fábula distópica y totalitaria, que todavía impacta. El doble pensamiento, mantener dos ideas contradictorias al mismo tiempo; La Policía del Pensamiento; el Ministerio del Amor, que se ocupa del dolor, la desesperación que aniquila a todo disidente; el Ministerio de la Paz que desata la guerra; las máquinas dedicadas a escribir novelas que producen pornografía con las cuales sobornar a las masas.
Orwell nos abrió los ojos a cómo funcionan los regímenes totalitarios:
“Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro”.
Hoy, por hoy, son muchas las distopías literarias, y tantas series y películas del mismo género… como nunca antes, vivimos tan cercados por el peligro de totalitarismos reales, y de herramientas de control social, a las que nos enseñaron a amar y esclavizarnos.
2 – Winston Smith, el protagonista, trabaja como censor en el Ministerio de la Verdad, en una constante revisión de la historia para adecuarla a las circunstancias y alianzas del presente.
Él y sus compañeros son controlados como parte de la masa por el omnisciente Gran Hermano. En “1984” la pantalla de la televisión te observa y todo el mundo espía a todo el mundo.
“La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”.
La obra de Orwell supuso una denuncia de los regímenes totalitarios.
“En la actualidad, el negocio del autoritarismo está en auge. Según la investigación de “Human Rights Foundation”, los ciudadanos de 94 países sufren bajo regímenes no democráticos, lo que significa que 3,97 mil millones de personas están actualmente controladas por tiranos, monarcas absolutos, juntas militares o regímenes autoritarios competitivos. Esto es el 53 por ciento de la población mundial. Estadísticamente, entonces, el autoritarismo es uno de los mayores -si no el mayor- desafío que enfrenta la humanidad”. (Gary Kasparov y Thor Halvorssen en “El País” de Madrid).
3 – En la actualidad son las redes sociales las que recopilan cada gesto, cada compra, cada comentario que hacemos en internet y alimenta una presencia omnisciente en nuestras vidas capaz de predecir todas nuestras preferencias.
Orwell entendió que los regímenes opresivos siempre necesitan enemigos. En “1984” mostró cómo estos pueden crearse arbitrariamente atizando las emociones de la gente a través de la propaganda. Pero en su descripción de los “dos minutos de odio” también previó cómo actúan las multitudes digitales.
Obligado, como todos los demás, a contemplar la violenta grabación con ese título, Winston Smith se da cuenta de que “lo horrible de ‘los dos minutos de odio’ no era que a uno lo forzaran a tomar parte, sino que era imposible sumarse… Un espantoso éxtasis de miedo y sed de venganza, un deseo de matar, torturar, machacar rostros con una maza parecía fluir a través de todo el grupo de asistentes como una corriente eléctrica”.
Ahora todas las organizaciones políticas, religiosas y comerciales se dedican a alimentar sentimientos. Sorprendentemente, Orwell identificó la colusión voluntaria en el odio que semejantes movimientos puede incitar (gabinete do odio en Brasil). En la novela era la pantalla de TV la que espiaba. Hoy en internet queda constancia de todo lo que hacemos.
Luego está el icónico dictador de Orwell, el Gran Hermano, absurdo y aterrador en igual medida.
Y allá donde se mire en el mundo contemporáneo, hombres autoritarios ocupan posiciones de poder.
Comparten la necesidad de aplastar a la oposición, un fanático terror al disenso. Los grandes hermanos dejaron de ser una broma y ahora se pavonean por el mundo (y no son pocos).
4 – Pero el mayor horror en la distopía orwelliana es el sistemático despojo del significado del lenguaje.
El régimen se propone erradicar muchas palabras y las ideas y sentimientos que significan. Su verdadero enemigo es la realidad.
La novela “1984” habla de una sociedad en la que se adultera la historia de acuerdo a la conveniencia del partido único gobernante.
5 – El audaz primer acto de disidencia de Winston Smith había sido ocultarse de la vista de la cámara que todo lo veía para escribir un diario en el que reflejaba su propia visión de sí mismo y su mundo interior.
Sabe que su acto de escribir lo llevaría a la pena de muerte si fuera descubierto.
Cuando finalmente sucumbe a la tortura confiesa que “dos más dos es igual a cinco”. Había descubierto que realmente pueden “meterse dentro de ti” y que “algo se muere dentro de tu pecho, quemado, cauterizado”.
El terror en “1984” es la aniquilación del yo y la destrucción de la capacidad para reconocer el mundo real.
En todas partes del mundo en que imperan las tiranías “1984” está prohibida, pero, por supuesto, circulan copias piratas.
En Estados Unidos se vende cada vez más, a medida que la gente busca una manera de afrontar la realidad del gobierno de Trump. El trumputin-big-brother-tropical se llama Bolsonaro y su corte de descerebrados.
“El poder consiste en hacer pedazos las mentes humanas y volver a unirlas en nuevas formas que elijas”.
Michel Foucault decía “donde hay poder hay resistencia al poder”. De eso se trata, entonces, la novela de Orwell, de una advertencia para estos tiempos de odios, autoritarismos y reclusión (in)voluntaria.