Rivera, sábado 18 de mayo de 2024
Suplemento “El Deportivo”:

¿Profesionalismo?

Parece increíble que tengamos que llamar “profesionalismo” al fútbol que se juega en la capital del país. En el mejor de los casos se habla de un sueldo de pocos miles de dólares.
Ese sueldo es una limosna si lo comparamos con los verdaderos salarios que se pagan en lugares donde el fútbol es profesional, y donde, al deportista se lo respeta como profesional.
Los demás ganan poco, muy poco y generalmente no lo cobran en fecha por más que ahora se diga que hay convenios que se hacen cumplir.
Para esos convenios los sueldos son otros, “son sueldos de hambre” y es muy claro que los jugadores de Montevideo prefieren irse al interior y jugar en equipos donde tienen mucho más posibilidades, como en Maldonado, en San José, en Flores, en Río Negro.
Los equipos están, cada vez más, endeudados con la empresa que mueve al fútbol uruguayo y que se vale de situaciones extremas para poder tener sus grandes ventajas económicas.
Hemos leídos casos extremos de jugadores que son considerados profesionales y que trabajan ocho horas, comenzando muy temprano de la mañana y estar libres a mediodía para ir a un entrenamiento donde llegan en ómnibus, viajando parados y luego son insultados por los hinchas porque “no meten”.
Hace muchos años, cuando Frontera jugaba en la Segunda Profesional nos explicaron en forma muy sencilla como funcionaba el fútbol profesional uruguayo.
“Un señor te presta unos cuantos miles de dólares que te alcanzan para llegar al final de la temporada, te pide que mantengas a un par de jugadores que necesita tenerlos en actividad y así lo hace con varios o casi todos los clubes, pero a fin de año te lleva uno, el goleador, o el golero menos vencido, o un buen mediocampista y con ese único jugador rescata todo lo que le prestó a todos los clubes y todo lo demás es ganancia. Pero hay otra ganancia, que es más complicada para la vida del club: la relación de dependencia que va creciendo entre el club y el grupo que finalmente se queda con todo y el club ya no es dueño ni siquiera de la posibilidad de elección de jugadores, técnicos y hasta del voto en la Asociación”.
Los verdaderos personajes del fútbol han dejado de ser los jugadores y han perdido ese lugar para los contratistas, personas que tratan de encontrar “talentos” en chicos, cada vez más chicos.
Salen al interior, recorren las canchas del fútbol infantil y se van adueñando, con muy poco dinero a cambio, de potenciales jugadores que tienen alguna virtud y que ellos tratan de pulir con el valor agregado de muy poco más que ofrecen.
El fútbol en otros países está tan profesionalizado que un pase de uno de los nuestros alcanza para mantener cualquier estructura clubista de las mejores instituciones del medio.
Y eso es precisamente lo que se busca, encontrar jugadores cada vez más jóvenes, gastar muy poco dinero con él y transformarlo en una verdadera máquina de devolución de dólares que siempre refuerzan el bolsillo de unos pocos.
En definitiva, el fútbol infantil se ha transformado, lisa y llanamente, en una clara violación a los derechos del niño, al que ya no se le permite jugar porque desde muy temprano ya hay exigencias y está al borde de ser considerado una “explotación infantil”, (aunque ya hay quienes consideran que ya se trata de ello).
Hoy cuando tanto hablamos del trabajo infantil, cuando impedimos que se tome un vaso de cerveza, que se venda una cajilla de cigarrillos de un chico, lo condenamos a ser el sostén de la familia con doce o trece años de edad.
Y quien opine lo contrario que trate de explicar el pase de Diego Lugano cuando se fue al fútbol de Turquía.
El canario se fue y junto a él firmó contrato su hijo, un chico de seis años de edad que solicitó pase de las divisiones formativas del Sao Paulo al equipo turco y lo que es peor, ya tiene una “suculenta” cifra de dólares en una cuenta bancaria.
Pero la culpa nunca es de quien los busca, la verdadera responsabilidad hay que encontrarla en los propios padres, los que se la creen toda, los que criticaron a Cristóbal Colón porque desembarcó en América y regaló espejitos de colores a los indios pero ellos aceptan los mismos espejos de quienes los ilusionan con las grandes transferencias del futuro.
El fútbol a alto nivel no es otra cosa que uno de los sistemas más seguros del llamado “lavado de dinero”, dinero proveniente de las drogas, de las grandes transacciones, de las apuestas del fútbol que acomodan partidos, de las evasiones fiscales, en fin, de situaciones que están encuadradas dentro de la ilegalidad.
Y Uruguay, como otros países subdesarrollados, son proclives a ser los proveedores de esos jugadores que necesita el gran mercado.
Es por ello que los oportunistas de siempre buscan las listas de retención que se envían a OFI todos los años para “descubrir” algún olvido y siempre lo encuentran.
Todos los años vemos decenas de jugadores riverenses que solicitan pase, que se van con la ilusión de mejorar su situación económica y la de su familia, porque sus equipos omitieron su nombre en la lista de retención.
Pero si ocasionalmente están en la nómina, buscan otros métodos, y logran disuadir al padre, convencen a la madre y estos son los que van al club a buscar el pase.
Lo vemos a diario y este año mucho más porque llegamos al extremo que un club montevideano vino a Rivera a buscar a un jugador y no lo llevó porque ya tenía… ¡18 años!
Antes los jugadores se iban luego de ser campeones, de estar en la selección, se iban directamente a una primera División de un equipo de primera división.
Luego comenzaron a ir a la Tercera, porque iban a “pagar derecho de piso” a acostumbrarse al profesionalismo capitalino, luego a la Cuarta porque iban más chicos y aprendían más. Posteriormente a la Quinta para conformar mejor el físico. Hoy ya van a la Sexta, a la Séptima y algunos se van a la pre-séptima.
Es lindo, es agradable que haya un chico riverense triunfando en el fútbol capitalino, que se lo nombre, que se diga que es de la frontera, que ascienda posiciones, que llegué al equipo de Primera y que algún día tenga la posibilidad de un pase.
Sin embargo Gustavo Poyet, cuando vino a nuestro medio y aún siendo Presidente de la Organización Nacional de Fútbol Infantil preguntó: ¿cuántos riverenses han tenido suerte en el fútbol profesional en otros países?
Muchos se miraron y comenzaron a recordar: Hugo de León, Pablo Bengoechea, Cecilio de los Santos, Walkir Silva, Álvaro Núñez, hoy Sergio Leal, y… quizás en Negrito Etchechury, aunque el profesionalismo era aún marrón, y… y nadie más.
¿Y cuántos han salido de nuestro medio, cargados de responsabilidad y con la esperanza de ser el sostén familiar? Muchos, decenas, centenas, en la cantidad de años que incluimos.
Para el mundo del fútbol infantil, los que llegan a ser verdaderamente profesionales, son apenas una gota y lo lamentable es que cuando, los demás, se dan cuenta que con el fútbol ya no van a lograr las expectativas creadas, en muchas oportunidades es demasiado tarde para jugar y para estudiar, y lo que es peor, ya perdieron la niñez y esa ya no se recupera más.

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