En todo escenario deportivo debe haber, al menos, una camilla
La práctica del deporte, en sus variadas disciplinas, ha ido creciendo considerablemente en todo el país conforme han pasado los años. Sin embargo, toda actividad deportiva conlleva el riesgo de lesiones; aunque los deportistas no compiten con la intención de lastimar a sus oponentes, no se puede garantizar que no ocurran lesiones en el terreno de juego.
Estas lesiones pueden surgir como resultado del desarrollo normal de la actividad deportiva, como es el caso de una torcedura de tobillo, un desgarro, o debido al contacto físico con otros jugadores, lo cual es inherente a la práctica deportiva.
En este punto, se aplica la “teoría de la asunción de riesgo”, donde los deportistas son conscientes de la posibilidad de lesiones y aun así deciden participar. Es importante destacar el caso del fútbol, ya que se trata de un deporte ampliamente popular y practicado en todo el país.
Por esta razón, se vuelve fundamental buscar alternativas para reducir la posibilidad de lesiones. Es lógico que lo ideal sería contar con una ambulancia, un médico y todo elemento indispensable para la seguridad física de los actores, pero todos sabemos que en el fútbol del interior eso es prácticamente imposible por un tema de costos.
En cierta oportunidad se llevó a un presidente de una de las mutualistas de nuestra ciudad a la sesión de la Liga de Fútbol de Rivera y el valor era inalcanzable para los clubes. Entonces se resolvió contratar a otra empresa con ambulancia a quien se la llama en caso de necesidad.
Los clubes pagan ese servicio todos los meses y deberían saber que ante cualquier circunstancia deben llamar para que la ambulancia lleve al jugador lesionado a su prestador de salud.
Pero, aun así, lo indispensable es que haya una camilla en cada escenario deportivo y debería ser una obligación del equipo que alquila su cancha a la Liga Departamental de Fútbol de Rivera.
Esto para evitar que suceda lo del pasado sábado, cuando Rodrigo Silva estuvo en el piso durante once minutos hasta que a una persona se le ocurrió ingresar con una puerta para alzarlo y llevarlo afuera del campo de juego.