Enternecedora carta de un padre a su hija
(Para mi hija, Guadalupe Ficher Díaz)
Algún día para ti, mi dulce niña, voy a ser un sueño lejano, un recuerdo borroso.
Voy a ser parte de la antología de los fantasmas que guardan tu sombra.
Algún día, vas a abrir un libro de Borges, y vas a ver mis letras tratando de entender al Maestro y vas a recordarme. Vas a pensar “es la letra de papá” y en ese instante, voy a nacer de nuevo, saliendo de la ciénaga de tus recuerdos, resucitado en tu corazón de adulta, de esposa, de madre.
Vas a pensar en las noches en que apoyaba mi oreja en tu pecho y sentía el cosquilleo de tu corazoncito, sentía el rumor de tus músculos en franco crecimiento.
Todo era seguro. Tú estabas tan cerca, al alcance y a la protección de mis manos. Mis manos que ahora se disuelven en la fragua del tiempo.
Era fácil espantar tus horrores nocturnos con un beso y con palabras en el borde de tu oreja.
Apoyaba mi voz en la ribera de la noche y le susurraba a tus sueños, todo está bien, hijita. Papi está acá, papi siempre va a estar acá. Dormí tranquila mi dulce Guadalupe- Y ese instante, tus ojos paraban de revolverse bajo el manto tus párpados y un zumbido tranquilizante volaba desde tu piel con un suspiro de amor.
Ahora estás grande mi hija, y papá es una cara en una foto, un video gracioso, un montón de CDs que ya ni sabés para que se usan.
Yo estoy invisible, en uno de los rincones de la cocina, esperándote para hacer una tortilla o para amasar contigo un poco de pan. Tú te vas a reír al recordar que salpicaba agua en tus mejillas con mis dedos, y que tus manos todavía torpes, tiraban harina por todo el piso de la cocina.
Yo voy a estar contigo hijita. Voy a ser la voz de Jarabe de Palo en tu memoria cuando todo te parecía bonito. Voy a ser el botón que oprimí en la tele para mostrarte “La historia sin fin” o “El señor de los anillos”, pero no te preocupes mi piquica, también voy a estar cuando en ti renazca el miedo hacia los orcos.
Invisible va a ser papá, pero papá va a estar allí donde te desbarataste de risa, donde te besé la picadura de un cruel mosquito, donde arranqué una flor caduca habitada por un mariquita y de enseñé que la magia existe para quien desea verla. Porque hija, muchos miran, pero no ven.
Algún día, ya no voy a estar, voy a ser ese sueño lejano, ese eco que te leía Mafalda antes de dormir, ese hombre que de la nada te sacaba un bombón Garoto de la oreja, y como ahora, nunca me fui. Sigo en ti porque somos lo mismo, y junto a tus ojos sigo viendo el mundo.
excelente muy bueno y cuanta realidad para los que tenemos hijos,