Rivera, sábado 21 de diciembre de 2024

Se va a caer (o el legado de la peste) – Cronopoema

Primera Pestilencia.
Y cuando caiga, nos subiremos a sus ruinas, por ej., por allí en la Sarandí y sobre sus estatuas e instituciones de crédito y débito, de sus firmes opiniones, de su justicia breve y ciega, y ellos, de vicios privados con publicas virtudes, a ellos, nos acercaremos como lunas rojas, tirando la lengua y levantando sus cuerpos gelatinosos, anunciando la buena nueva en alto y en buen son: ¡yo, ya les decía!, ¡ya les decía! ¡y vosotros nada, nada! Seguían mintiendo y matando todo espíritu que se moviera, tan orondos, tan dueños o dueñas de sí, tan inconmovibles, tan patrones, tan babacas. Y ahora, ¿qué me dicen? ¿Eh?

Segunda Pestilencia.
Y cuando caigan hasta el suelo. Será. Nos subiremos a sus instituciones, por ejemplo, por allí en la Sarandí y, sobre sus estatuas de próceres sin procesaras, sus instituciones de crédito y débito, sus free shops de capitales golondrina volando por el aire viento minuano, de sus patriarcales opiniones, de su justicia breve y ciega. De aquellos y de aquellas (mucho menos de ellas), ellos, los de siempre: vicios privados con caretas de públicas virtudes. Sí. A todos ellos (y bastante menos, ellas) les estaremos tirando la lengua y levantando sus cuerpos destrozados por la falta de caricias y de juego, pobres buscando en el negocio algo del humano ocio y, encontrando en las raíces, aquel viejo veneno, inyectado desde los colmillos de las serpientes de clase media, de aquellos negociantes fenicios, que nunca anunciaron nada bueno.
Los veremos salir de las catacumbas municipales y otras arquitecturas, de cabeza gacha, y nosotros anunciando la bienaventuranza en alto y buen son: ¡ya les decía!, ¡ya les decía! y, ¡ustedes ná! Y ellos seguían mintiendo y matando espíritus, tan orondos, tan inconmovibles, tan bravucones, tan babacas. ¿En dónde irán a llorar? ¿Acaso al cementerio? ¿Quién sabe, al rincón de los poetas? ¿Allí, al banco debajo del busto mancillado de excremento de don Olyntho? ¿O haciendo tiempo en la calesita del centro (saturday night fever), a la espera de una opaca Rivera Brilla? Y ahora que la peste nos calló y en las calles reina la pestilencia y el ardor, los gusanos en las orbitas huecas de los ojos y la podredumbre en cadáveres ilustres. ¿Qué? Entonces, ¿qué? ¿Qué me dicen? ¿¡Eh!?

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