Poiesis
“La belleza salvará al mundo” – Fiodor Dostoyevski, 1869
I
Los poetas, los artesanos de la palabra. A partir de una reflexión personal podemos contemplar dos miradas dulces de la poiesis. La primera es una mirada existencial de la vida, tratando de explicarla y entenderla, esta es más identificable con los griegos y de los inicios del pensamiento occidental. La segunda mirada corresponde a la eternización de la realidad, describiéndola desde su misterio y revelándola, esta es más correspondiente al pensamiento oriental y las creaciones poéticas asiáticas. Hacer esta distinción no es para generar un debate o una distinción, sino para comprender la necesidad del ser humano por comprender y entender su realidad, expresándola y explicándola mediante el lenguaje, mediante la palabra. Porque el poeta y la poesía, de alguna manera, logra describir lo indescriptible. “El sentido de lo peculiar, de lo personal, de lo ignoto, de los misterioso por revelar, de lo necesariamente accidental. Presenta lo impresentable, repara en lo invisible, percibe lo imperceptible (…)”. (Novalis citado por Ciancio et al, 1991. Trad. Tejada, 2012).
Entonces, desde siempre, el hombre se ha hecho la pregunta sobre su propia existencia y plasmarla, directa o indirectamente, en alguna obra, especialmente las de arte. ¿Por qué? Porque el arte revela, entusiasma, conmueve, provoca una experiencia estética. Aquí es donde viene la segunda necesidad del hombre: buscar la belleza. ¿Por qué? Porque la belleza otorga sentido, da pistas sobre la verdad, completa, en gran medida, las mismas interrogantes del ser humano. ¿Quién soy? ¿Para qué existo? ¿Qué hay más allá? Sea cual sea el credo, religión, conciencia, pensamiento, etc; todo ser humano, en algún momento, se cuestiona y expresa estas necesidades sobre la trascendencia, el amor, el odio, la muerte, la fe, las utopías y ucronías, etc. Quizá estamos, en albores de esta época tan distante y divorciada de su propio ser, presentando una confrontación a aquella denuncia platónica sobre el poeta y su arte.
Pero, la poesía otorga una experiencia estética de la vida, contemplando las dudas existenciales y, lo que presentamos ahora, permite una experiencia de encuentro. Un encuentro entre poeta y lector mediante el arte de la palabra, la fina artesanía de componer estructuras verbales otorgando una infinitud de significados a los verbos y sustantivos, permitiendo que entremos, de la mano con el escritor, a aquella realidad que nos quiere presentar. Esta situación es lo que proponemos como “existencia estética”, no una existencia que podría caer en el sentimentalismo o en la superficialidad de la forma, sino que representa al encuentro entre personas que van juntos, en libertad, para afrontar la realidad desde una experiencia distinta del existir, una experiencia de compasión, empatía e identificación.
II
Fuego
Líquido, rabioso, áspero
como este fuego que busca el cielo
sin éxito ni sentido,
así crece en mi pecho un rugido
que morirá en la garganta.
Hay demasiadas lunas
ladrando a perros distantes,
hemos perdido la razón y la fe,
sólo nos quedan edificios vacíos
sostenidos por símbolos mudos.
Áspero, sólido, empecinado
como una brasa que resiste entre cenizas,
duerme en mi garganta el grito
que quema mis palabras.
Mi perro mira la luna
en silencio.
Marcelo Sosa Guridi
Nota: Marcelo Sosa Guridi, nació en Montevideo, en 1967. En 1974 lo “invitaron” a retirarse del país y se radicó en Mar del Plata, Argentina. Volvió en 1985. En 1997 edito un libro, Juntapapeles, junto a editorial Abrelabios. Publicó durante los ‘90 y 2000 en varias revistas literarias, como Letralia y El Montevideano. En 2014 salió el libro Diccionario. Participó en festivales de poesía en Colombia, España y Riveramento. Estudio profesorado de literatura. Actualmente sigue habitando la frontera, vive en Melo.