Rivera, jueves 21 de noviembre de 2024

El humor en la literatura – Viernes de Venus 3

«La risa ella sola ha cavado más túneles útiles que todas las lágrimas de la tierra» – Julio Cortázar

I
Después del amor y del asombro, le toca a las “Narrativas de humor”, en nuestros Viernes de Venus en Calle Brasil Cultural (Brasil 456 esq. Ansina). Abrimos el encuentro a los textos para alegrarnos y reír. Nosotros, Vero y Michel, sus anfitriones, los esperaremos con nuestros textos recortados de grandes escritores y poetas, de aquí, de acollá y del más allá (jaja), para celebrar la alegría (cómo nos sugiere Mario Benedetti):
«Defender la alegría como una trinchera
Defenderla del caos y de las pesadillas
De la ajada miseria y de los miserables»

II
El propósito del presente texto es hacer un breve recorrido por la historia europea del humor (sí, es cierto, aún no ha sido suficientemente investigado el humor y la risa en nuestra América), la filosofía embaza las “palabras y las cosas” como nos revela Michel Foucault, pues hay una larga tradición epistemológica que se ancla en Baruch Spinoza y su concepto de la “potencia de la alegría”.
Pero será la risa o la sonrisa, el provocante protagonista en tres momentos: el mundo griego, la edad media y la modernidad.
Buscamos apropiarnos del viaje que significa entender que el humor y la risa han cambiado con la historia del hombre y que la risa es hija de su época y su espacio.
El sentido del humor es un término muy relativo, depende de la cultura, del momento histórico, de los estilos de vida que se tienen. La risa es incierta, tiene cierta autonomía y es una invitada repentina. No siempre viene cuando se le llama.
Desde la antropología, nuestra forma de reír cambia de cultura en cultura, por ejemplo, los pigmeos de lo que ahora es la República Democrática del Congo suelen reír enérgicamente, acostándose en el piso al tiempo que agitan sus piernas en el aire y tiemblan, en un modo que para nosotros no es más que hilaridad exacerbada. Hay otras culturas que ríen discretamente, consideran a la hilaridad desmedida, gesto de mala educación.
El humor en los griegos
El origen de la palabra humor está en la antigua civilización griega. Para Hipócrates (460 a. C.) se refería a “cada uno de los líquidos de un organismo vivo”; es la acepción del latín de la palabra (umor, -õris): bilis negra, bilis, flema y sangre.
En el mundo griego hay dos dioses que se vinculan a la risa. Dionisos, dios de la fecundidad fiestera y el carnaval, del vino, la desmesura y el éxtasis. Y el otro, Gelos, dios de la risa.
Gelos es “risa” en griego, y comparte raíz con sustantivos como brillo y centella. Mientras Dionisos es el dios del ritual, del bacanal, de la borrachera y del delirio, en donde la risa resultaba natural, necesaria, la risa de Gelos es más banal, espontánea y está asociada al brillo y la centella, es decir, a la chispa de lo que nos hace reír. Por eso, la risa para los griegos tenía esa doble vía. La ritual, sagrada, exacerbada por la borrachera y los carnavales, trágica si se quiere, la risa como “katharmos”, es decir, como descarga; y la risa cotidiana, espontánea, repentina, resultante del brillo y la chispa.

III
El humor en la Edad Media
Si bien es cierto, como lo dice Umberto Eco en “El nombre de la rosa”, la risa en la Edad Media fue perseguida y vilipendiada, la risa también habitaba la vida cotidiana y no podía ser censurada. Por eso en torno a la risa en la edad media encontramos ciertas tensiones.
El origen de la prohibición de la risa se debe a que estaba asociada al cuerpo y que este era considerado como un instrumento del mal, además, tenía distintos “filtros” como los ojos, oídos y boca, es por ello que había que utilizarlos con mesura y controlar exabruptos —como la risa— por los que el mal podría expresarse.
Después del mundo griego y entrada la alta edad media, la tragedia se terminó asociando a la seriedad y la comedia a lo vulgar y al campesinado. En la vida cotidiana la parodia y la sátira comienzan a dominar la escena de la risa.
La risa medieval es liberadora. No ofende a nadie, es intertextual, y aún tiene la presencia activa del dios y por eso, no tiene matices de crueldad con el otro. De alguna manera es una risa festiva, inocente, como el mismo acto de reírse del lugar que cada quien ocupa en el mundo.
La cultura popular en el renacimiento privilegió la risa de una realidad invertida que buscaba la inversión de roles y cargos, los soberanos eran plebeyos y los esclavos eran reyes; era la posibilidad de “vivir la condición” de su antagonista y de reírse de su destino (tiempo de carnaval: donde por 3 días todo se invierte, y las máscaras se trastocan).
El humor en el renacimiento privilegia la parte inferior del cuerpo, es decir, da representación a lo que está olvidado por el dominio de la incipiente razón moderna. La risa es inmanente, soberana, no puede ser moralizada, es como si tuviese un ámbito de autonomía, un lugar, un momento. Se generan cambios en el lenguaje cuando el mundo está al revés y emerge la risa liberadora, esa que desata la realidad cotidiana y que tiene una función reparadora. En la risa renacentista ya Dios tambalea, trastabilla como una sombra que abre paso a un grito sordo.

IV
El humor en la Modernidad
La visión moderna de la risa tiene una ruptura con lo divino.
En primer lugar, hay conciencia de la finitud. Cuando los dioses se alejan llega la muerte para asentarse en su trono. El hombre moderno cae, intenta coser y está lleno de fisuras. Esta roído por la ironía y por la crítica.
La ironía es sinónimo de crítica para Mallarmé y luego vendrá Baudelaire con la risa de la angustia que son los que marcan el inicio de lo moderno. El moderno tiene conciencia histórica y por eso su símbolo es la analogía entre falso sabio y el falso tonto, es decir, el irónico.
Estar en finitud es estar en falta. La muerte nos pone en su sitio y nos vuelve delirantemente escépticos, desconfiados y, por ende, irónicos a la manera moderna. Empezamos a poner el dedo en la llaga. El hombre moderno busca deformar el sentido trágico de la vida, se ríe de todo, pero sobre todo de sí mismo.
Si el sarcasmo es etimológicamente morder un pedazo de carne, el humor del hombre moderno será literalmente devorador. La risa moderna se torna más ácida y negativa, tiene un cierto desprecio. Es amarga porque hay amargura, no es una risa liberadora en el sentido renacentista sino una risa pesimista que devela que estamos en falta.
Schopenhauer nos habla de que la risa surge de la incongruencia, hay ironía cuando hay disparidad entre apariencia y realidad y esa podría ser una buena definición de la vida, es un circuito dispar entre la apariencia y la realidad que termina como sabemos, con la mueca de la muerte, devorándonos. Somos marionetas del destino. El hombre moderno no sabe para dónde va.
Finalmente, aparece la escisión del hombre moderno con el esperpento, el absurdo y el existencialismo. Lo esencial se torna superfluo y la banalidad y la crueldad terminan tomando las decisiones. El estrafalario, siempre salido de la norma y viviendo en el absurdo, aparece como un ícono de la época que llegó a quedarse.
Nuestra risa es antropófaga, nos gusta poner el dedo en la llaga, nos reímos de la miseria del otro, de sus desgracias, de sus defectos. Somos sarcásticos y mordemos el pedazo de carne, devoramos, nos ensañamos. Nuestra risa es moderna, pis-moderna, ácida y negativa, repleta de lugares comunes. Nuestro ingenio tiene fórmulas rígidas y escasea el brillo. Somos gronchos y divertimos, la improvisación alimenta nuestros prejuicios. Falta luz “alumiada”, desaprender y renovarnos, reírnos de otras formas, de otras cosas, de otros seres. Los chistes son los mismos de hace cien años. Somos máquinas repetidoras de refranes y personajes estereotipados.
Nota: Intertexto con https://revista.comfama.com/el-humor-en-lahistoria/

Deja un comentario