Rivera, viernes 5 de julio de 2024

Artepensamiento (3ª parte)

Estamos cortados por nuestra extrema contemporaneidad:
Somos lo que vemos (“eu nem sequer sou poeta: vejo” poetiza Alberto Caeiro heterónomo del poeta portugués y universal Fernando Pessoa) y de eso se trata: el escritor, el artista, es una oscura re-velación, y camina con su candelero entre las sombras (la imagen arquetípica de un viejo en la noche que ilumina su camino. En las artes alquímicas el personaje refiere a Hermes Trismegisto).
Contemporáneo: “es aquel que tiene su mirada fija en su tiempo, para percibir no la luz sino la oscuridad (…), contemporáneo es aquel que recibe en pleno rostro el haz de tinieblas que proviene de su tiempo”. (*)
El “mythos” en contraposición al “logos” cartesiano de las cosas claras y distintas, la razón, la racionalidad. El mito, entonces, le da aire y poesía a la vida (“ars longa, vita brevis”), y da cuenta de categorías ligadas a la creación y a la creatividad: la “poiesis” griega.
El mito de Eros y Psique es claramente des-lumbrante, en el sentido de iluminar sentidos y significados vitales. Me pareció interesante partir del mito para aclarar la justificación de estas crónicas que pretenden ser un ejercicio de artesentipensamiento nómada, vagabundo y ocioso, en estos tiempos de cuarentena, donde somos exigidos por múltiples tensiones, tan razonables:
El mito es recreado por Apuleyo quien cuenta que Afrodita (diosa del Amor, Venus para los latinos) no toleraba competencia y cuando supo que una vil mortal, Psiqué, le estaba haciendo sombra por su “divina” belleza, se puso muy irritada y decidió enviar a su hijo Eros (o Cupido para los romanos) para que le hiciera la vida imposible a esa tal Psique.
Psique no conseguía pareja, nadie se le acercaba, le temían por tanto esplendor (suele pasar). Desesperada pidió que la llevaran a una peña en lo alto de una montaña y la abandonaran allí.
Eros, disfrazado y entre sombras la cortejó y la desposó, pero a condición de que ella nunca descubriera su identidad. De esta forma el instante más íntimo e intenso se lograba en las noches más oscuras, y después, al amanecer el esposo desaparecía.
Psique no pudo con su genio, muy humano, demasiado humano, de saber quién era el amado.
Una noche, mientras dormía prendió un candil y asombrada contempló al dios alado.
Los cabellos olían a cielo, el cuello era de una fina blancura inmaculada, y en la cara florecían los colores de delicadas rosas. Hacia abajo divisó las pequeñas alas, que reposaban, galantes, y al pie de su cama el arco y las saetas, armas con las que el deseo flechaba corazones.
En eso estaba Psique, acariciando una de las saetas, cuando sorpresivamente se pinchó el dedo, y brotaron gotitas de sangre. Entonces, imprudente y apasionada, se arrojó sobre el cuerpo del amado, y lo abrazó, y lo besó, y lo cubrió de lentas caricias. Todo eso con una sola mano, porque con la otra sostenía el candil, que empezó a gotear aceite sobre la piel de Eros, quemándolo y despertándolo de su sueño.
Cupido o Eros, saltó de su lecho y supo que su secreto había sido develado. Se puso furioso y levantó vuelo. Psique se aferró a una de sus piernas y voló por los cielos. Aunque no pudo sostenerse, y cayó a tierra. Eros ya estaba “prendado” de Psique y terminó por salvarla.
Ahora la que se puso furiosa fue Afrodita. Pero todo termino como en la comedia: con un final feliz. El jefe de los dioses, Zeus (Júpiter) consagró el matrimonio de Psique y Eros y consoló, con sus artes amatorias (de las cuales era experto) a la vanidosa Afrodita.
Y fue, literalmente, un banquete olímpico.
Nació una hija de la unión de Psique y Eros y la llamaron Placer.
Psique, etimológicamente, quiere decir: “alma, soplo de vida”. Eros significa “deseo”. Entre sí, se encienden y alimentan el amor.
(*) Giorgio Agambem: “¿Qué es lo contemporáneo?”.

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