Realidad que golpea
(Por Ariel Rodríguez) Buen tiempo atrás, quizás a dos años, manteníamos una bien entendida y saludable polémica con la Dra. Aída Gonçálvez, por cuanto en una columna de opinión, decíamos que la sensación, era que hacíamos muy poco por sacar a los jóvenes de la adicción a las drogas. La Directora Departamental de Salud nos daba cuenta de muchas tareas que se llevan adelante, por instituciones públicas y privadas. Entendía la jerarca que el esfuerzo que se hacía no era menor y debía ser tenido en cuenta. Pasados todos estos meses y a la luz de los hechos, estoy convencido que es poco lo que hacemos, muy poco, no significa ello que no reconozcamos el inmenso esfuerzo que instituciones y personas, de manera individual, realizan muchas veces a diario y a costo de un inmenso esfuerzo, pero ello no obsta que todo ese trabajo no sea suficiente. Entendamos que se trata de un tema demasiado complejo, que abarca diversas aristas, no es pues nuestra intención cargar responsabilidades precisamente sobre quienes al menos hacen algo. Es evidente que el horror de Mandubí o puede pasar desapercibido. No nos hagamos los distraídos, miren que Mandubí no está en Río de Janeiro, Buenos Aires o Montevideo. Mandubí somos nosotros, sí nosotros, los riverenses y allí un joven adicto, a la maldita Pasta Base, terminó por matar a su madre. No es la primera vez que vivimos una tragedia de este tipo y lamentablemente creemos, no será la última. Ocurrió en un barrio humilde, nos preguntamos entonces, ¿este tipo de situaciones es patrimonio de los más pobres o culturalmente menos preparados? Rotundamente NO, basta con que recordemos a Cristina Benavídez y su drama que hasta hoy nos duele.
La adicción a las drogas, especialmente por parte de personas jóvenes, es un problema que debemos encararlo como comunidad, sin tapujos, está instalado entre nosotros, sin que importe posición social, poder adquisitivo o nivel cultural y lo que es peor la maldita pasta base llegó, sus tentáculos empezaron a expandirse, para hacer víctimas de nuestros gurises, está ahí enquistada.
Es claro pues que es poco lo que hacemos, aunque demos razón a Aída que hay mucha gente trabajando, en la búsqueda de soluciones, pero lamentablemente ellas no son suficientes. El problema avasalla, crece, nos supera, debiéramos pues multiplicar el esfuerzo. Como sociedad debemos dejar de hacernos los distraídos, asumir el problema como tal, mientras no lo hagamos es imposible que encontremos un solo atisbo de solución.
En los últimos meses, se ha golpeado fuerte al narcotráfico organizado, en nuestro país. Hubo operativos importantes, en diferentes puntos del país, ¿y en Rivera? Nada o poco, muy poco. Se nos dice que la Brigada Antidrogas, instalada en nuestro medio no está para eso. Basta hablar con cualquier vecino de Rivera o con cualquier gurí para que te diga donde están las “bocas” de venta de drogas, entonces, ¿en pos de grandes operativos que generalmente se llevan adelante en el sur del país, debemos soportar que sigan matando a nuestros hijos? ¿Cuántos procedimientos se han realizado en el último año -por tomar un período- en esta materia, en nuestro medio y no importa si es la Brigada o Jefatura, en definitiva todos son Policías? No sé, cuatro, cinco, pocos, muy pocos.
Claro el tema va mucho más allá de la mera acción policial, en definitiva uno de los últimos peldaños. Pasa por la pérdida de referentes. Pasa por la ausencia de la madre en el hogar como consecuencia de la necesidad de ir a trabajar y es claro que es ella el horcón del medio de la familia. El problema pasa por este sistema perversamente individualista y consumista. El problema pasa por la falta de diálogo, por la indiferencia, por la paradójica falta de comunicación en esta era de las comunicaciones.
Necesariamente debemos cambiar y ese cambio debe empezar hoy por nosotros mismos. El universo no cambia, si no comenzamos a cambiar primero cada uno de nosotros.
El problema está instalado en nuestra comunidad, no miremos hacia un costado. Mandubí, somos nosotros. Estamos a tiempo de impedir males peores.