Los Dabán: Cuando se encuentra un lugar en el mundo
Al llegar a Rincón de Diniz uno tiene la sensación que se aleja del mundo, claro que se trata sólo de una sensación falsa, de inmediato uno descubre que allí está el mundo, que en definitiva no son dos ni tres, sino uno que se conforma de esta realidad urbana nuestra y también de inmensidades, de silencios como los de allá. El oído acostumbrado a caños de escape abiertos, sirenas, bocinas y mil ruidos urbanos, extraña los prolongados silencios, la percepción de sonidos desconocidos o que al menos se han ido perdiendo, tan simples como el canto de un pájaro u hojas que se mueven. El olfato descubre olor a tierra. Los ojos se pierden en la visión de la lejanía, en el encuentro con el horizonte. En un territorio departamental de paisajes cambiantes, árboles, cerros y llanuras le dan identidad propia a esa región.
El lugar se hizo famoso por haber sido la puerta de entrada de la rabia paralítica al país y la pesadilla aún no termina, pero seguramente su gen es mucho más que eso, bastante más.
La historia de Silvia y Bibiano, es igual a tantas, diferente como todas. Ambos con experiencias matrimoniales fracasadas. Los dos con vivencias urbanas que enseñaron, pero no fueron las mejores. Hace seis años, luego de recibir el fruto de una pequeña herencia, Bibiano, no tuvo dudas marchó a comprar un pedazo de tierra en el lugar de sus orígenes, en Rincón de Diniz. La poca plata alcanzó para poco, para peor y quizás por eso fue suficiente, en una casa que decía estaba “asombrada”. Nada importaba, sólo cumplir con el sueño de volver al campo. La primera tarea fue adaptar a Silvia a esa vida, al fin de cuentas venía de Montevideo, de Mercedes, de Rivera. Dicen que no fue difícil, que con amor se hace fácil adaptarse, hasta a las circunstancias más duras. Los gurises, por entonces tres enseguida comenzaron a disfrutar de la libertad de ser gurí de campaña.
En 2007, a iniciativa de la Oficina Municipal de la Mujer y Familia, en base a un trabajo empecinado de Alicia Schiavo, se logró fondos de la Embajada de Japón, completados por la propia comuna, para adaptar y equipar un ómnibus que cumpliera tareas comunitarias. El primero en el país, con atención ginecológica, pediatría, odontología, vacunaciones, trámite de Cédulas de Identidad, credencial cívica, entre otros, dando respuesta a necesidades de habitantes de los lugares más alejados del interior departamental y zonas aledañas a la capital departamental.
La idea de trabajar por mantener firme el concepto de familia, caló hondo entre los integrantes del equipo, cuando casi sin querer, fue surgiendo la idea del casamiento, al fin de cuentas, la tarea del bus, comenzaba a tomar otras dimensiones. Más allá de los servicios específicos que cumple, alcanzaba, de esta manera, su real función de servidor de los sectores más humildes de la sociedad.
Es el primero y como tal tiene una significación especial. Manos solidarias, que siempre están, han permitido que haya un brindis y hasta traje de novia, con sorpresa y todo.
Silvia, Bibiano y sus cinco hijos esperan la boda con inquietud. No están acostumbrados a muchas visitas, más bien a la soledad. Viven de lo que plantan en su huerta, de cerdos que crían, de la leche que ordeñan de vacas prestadas o de la caza de algún jabalí o mulita. No tienen energía eléctrica, apenas una batería que alcanza para escuchar algo de radio y ver un poco de televisión. A veces si las condiciones acompañan miran subrayado. Es la forma de estar conectados al mundo. Él se encarga de las tareas más rústicas y el tiempo alcanza para leer el Martín Fierro o la vida de Gardel y hasta para cumplir un sueño: escribir un libro. Está convencido que hay que conocer la naturaleza, convivir con ella, respetarla. Saber servirse de sus yuyos, para curar varios males.
Silvia, se encarga de ir a cobrar a Tranqueras, el subsidio del MIDES, son catorce kilómetros a pié, hasta llegar a la carretera y otros tantos de vuelta. Dice que no importa, vale la pena, como cuando los reyes vinieron cargados caminando. Mientras sus pechos amamantan a la más pequeña, sus manos son las responsables de amasar el pan de cada día, de elaborar quesos, dulce de leche o cremas. De hacer tortas, milanesas de jabalí o panqueques de mulita.
Lejos de marquesinas, de las luces y comodidades de la ciudad, con simpleza, se sienten felices, tienen su lugar en el mundo. El miércoles formalizarán, lo que en la vida ya han encontrado: la certeza de andar juntos el camino.