Para no perdérsela: Hoy conferencia de ARDEF a cargo de Gastón Machado
Un exquisito del fútbol, un jugador que colmaba la expectativa del aficionado que miraba desde la tribuna. Gastón Machado, nació y se crió en una casa donde se respiraba Oriental hasta por los poros, sin embargo, no fue su primer equipo. Jugaba un partido en la cancha de arena de la esquina de Uruguay y Monseñor Vera donde tiempo después construyeron las Terminal de Ómnibus y lo vio Mario “Xixi” Basualdo y lo invitó para jugar en Sarandí Universitario.
Eran tiempos en los que los gurises no tenían ni siquiera posibilidades de jugar con hombres, como por ejemplo los que jugaban en Oriental, Frontera, Lavalleja y Peñarol. Con quince años jugaba un partido de Primera División, pero enseguida vino la lesión en un tobillo y estuvo más de un mes sin jugar. Al año siguiente jugó en Tercera Especial y en Primera durante toda la temporada.
Llegó la primera citación a una selección juvenil, la que participó en el primer campeonato organizado en Maldonado y al año siguiente pasó a Oriental donde jugó hasta 1978.
Estuvo un año y medio en Danubio; era un equipo de gente sensacional, con hombres como el “Lito” Silva o Don Raúl Bentancourt. Volvió y en 1982 se fue a Brasil. Primero en el Esportivo de Bentos Goncálvez, después en Anapolina y en el Mogi Mirim de Sao Paulo.
Fue una rica experiencia, porque era un fútbol diferente, con una estructura mucho mayor y jugando en la Segunda División de Sao Paulo se encontró con estructuras similares a la Primera, y ni que hablar con lo que era el fútbol uruguayo.
Cerca de fin de año volvió para integrar una selección riverense campeona del interior y al año siguiente nuevamente jugó en Montevideo, en Huracán Buceo. A su retorno, ya en 1988, se lo llevaron a Tacuarembó junto a Jorge Remedi y Abayubá Cardozo.
Estuvo un año en 14 de Julio y tuvo una lesión de rodilla que motivó una intervención quirúrgica, pero volvió, a pesar que le habían dicho que ya no podía jugar más al fútbol.
En ese momento aparecieron Alfredo y Ricardo Abimorad, dos grandes amigos, y junto a Kelby Oroná lo convencieron a jugar en Nacional junto con el “Boca” Rodríguez, Víctor Streccia y otros amigos. Allí conoció sensaciones nuevas, en un club humilde, pero con una riqueza humana que lo marcó para toda la vida. Jugó junto a su hermano, el “Bombón”, con Víctor, y haber reconquistado al “Boca”, una etapa linda y la posibilidad de devolver a Nacional a Primera División.
Pero no podía cerrar su carrera sin vestir nuevamente la camiseta de Oriental. Fue en 1995, el año que construyeron el nuevo Estadio Municipal “Atilio Paiva Olivera”. En ese momento el objetivo era solamente uno: jugar con su hijo y cerrar su actividad como jugador después de lograrlo. Fue uno de los momentos más emocionantes de su carrera como jugador.
Tenía 32 años y Esteban 14 y las casualidades de la vida, por una lesión del “Papo” Núñez y una suspensión de Pablo Martínez, tuvieron que jugar Gastón y Esteban contra Sarandí Universitario. Esteban era titular y Gastón entró en el segundo tiempo con Orlando Correa como entrenador y “ese momento no tiene precio alguno en el fútbol”.
Después vinieron las finales contra Frontera y recuerda una anécdota: “Un zaguero de Wanderers, Colombo, fue muy duro contra Esteban, le deja el tobillo muy mal y cuando se cae grita: ‘¡Papá!’… y viene Ruben Paz caminando y me dice riéndose: ‘Decile que en la cancha no te diga papá’”.
Enseguida que finalizó su carrera como jugador llegaba la generación de Gregory Núñez, de Julio del Pino, de Pablo Martínez, y ellos le devolvieron la alegría de lo que era el fútbol trabajando como entrenador en Oriental. Fueron momentos muy difíciles porque era hincha de Oriental, porque fue jugador y tenía que orientarlo desde afuera con el peso de que la familia le dedicó la vida al club.
Con la camiseta celeste tuvo cosas buenas y malas. Le tocó el privilegio de jugar en una época donde los gurises eran pocos, la mayoría era gente grande, apenas Hugo de León en Lavalleja, Héctor “Cabecita” Núñez y Omar Viana, Julio Ferreira en Frontera y él, y nadie más… Pero alcanzó a jugar en momentos que defender la celeste era un orgullo, porque siempre estábamos en los primeros lugares.
Conoció el país de punta a punta, y hacerlo al lado de grandes jugadores y amigos que le enseñaron a caminar en la vida, como Darcy Martínez, Miguel Ángel Correa, Dionisio Prestes, César Rodríguez Barboza, Kelby Oroná, Dirney Silva, su ladero de Oriental de toda la vida.
También sufrió mucho con la selección y “el sufrimiento, cuando lo canalizas bien, te hace crecer al punto que, si un día se alcanza un lugar preponderante como conductor de un grupo, te permite saber cómo actuar”, explica.
Fue campeón del interior en 1985, en un grupo donde había jugadores experimentados. Él estaba entre ellos porque ya había jugado en Montevideo y en Brasil. Pero, además, estaban Remedi, Paulo Vargas y gurises como Fabián González, Pablo Bengoechea, Julio Ademar Ferreira, Víctor Streccia, y se ejercía sobre ellos “un cierto paternalismo”; el mismo que los grandes ejercieron sobre él cuando empezaba.
Pero también vistió la camiseta rojiblanca de Tacuarembó y sintió una rara sensación cuando le tocó enfrentar a la celeste. “El hecho de defenderla te lleva a una sensación que te brota espontáneamente y me marcó mucho tener que jugar ante la celeste el día que Daniel Pérez gana el partido cuando ya había expirado el tiempo reglamentario. Yo estaba en el vestuario y parecía que el estadio se venía abajo”.
A Oriental lo dirigió tres años, con dos campeonatos y una final perdida ante Sarandí Universitario que dirigía Laones Galli, uno de los grandes amigos de su vida. Y llegó finalmente la posibilidad de dirigir a la selección celeste junto a Horacio Hernández. Fueron casi tres años de tratativas. En las dos primeras veces le dijo que no y al tercer año aceptó y llegó a la semifinal ante Colonia.
Es terminante al afirmar que el fútbol le dio una riqueza enorme, la de permitirle andar, recorrer, y durante toda su vida abrazar una profesión que la mantiene hasta hoy. Vive del fútbol durante todo este tiempo y con la edad que tiene le permite seguir soñando con el fútbol y abrazándola con la misma pasión con la cual empezó.
Gastón siempre recuerda su primer gol con la camiseta celeste y a quien le dio esa oportunidad: “Fue un excelente pase de Miguel Ángel Correa, que me gritó muy fuerte: ‘¡Pegale de primera!’, y fue gol”. Hubo otros goles muy lindos y queda con la piel de gallina cuando recuerda un gol contra Cerro Largo, otro contra Paysandú, “de taco, y el estadio se venía abajo”, uno contra Defensor con la camiseta de Huracán Buceo, finalizando una doble pared con Luis Jaime… “Pero los goles, a la larga, son todos iguales y valen lo mismo”, reconoce.
Siempre recuerda a grandes técnicos: Antonio Fierro, Albert Etchechury, Carlos Wallace, “Pocholo” Bentancourt, Raúl Bentancourt, Héctor “Lito” Silva y a “Chiquito” Brunell en Tacuarembó. A nivel profesional trabajó muchos años como coordinador de las divisiones formativas de Wanderers, en Juventud de Las Piedras, en Bella Vista, en Racing, Danubio, Wanderers nuevamente y Boston River.
Hoy Gastón sigue trabajando en el fútbol y sigue demostrando que se trata de uno de los grandes, adentro y afuera de la cancha. Experiencia más que suficiente para escucharlo atentamente esta noche, a partir de las 20:30 horas, en este ciclo de charlas organizado por la Asociación Riverense de Entrenadores de Fútbol (ARDEF), que preside Emilio Olivera.
Para lograr el enlace de acceso a la charla, los interesados deben comunicarse con alguno de los integrantes de la Asociación o a través de las redes sociales.