Cuando puedan ingresar los aficionados, ¿por qué no recrear una vieja costumbre?
Hoy, cuando se habla de la posibilidad del retorno de los aficionados a las tribunas, sería una muy buena idea la de reflotar una vieja costumbre que había en nuestra niñez, cuando en todas las fechas patrias nos íbamos a la cancha de Oriental a ver un clásico.
No será una fecha patria, porque seguramente para el 18 de Julio aún no estará vigente la disposición que habilite la presencia de aficionados; quizás tampoco lo sea el 25 de Agosto, pero todo hace indicar que en setiembre se podría contar con público en las tribunas del “Atilio Paiva Olivera” y del “Raúl Goyenola”.
Seguramente para quienes amamos al fútbol será una jornada de fiesta y nada mejor que festejarlo entre las clásicas camisetas del norte del país, sin duda alguna, uno de los clásicos más viejos del fútbol uruguayo.
UN POCO DE HISTORIA…
Hace muchos años, allá por la década del sesenta, las selecciones de Rivera y Tacuarembó jugaban encuentros amistosos los días 18 de Julio y 25 de Agosto. Un día aquí, el otro en el vecino departamento.
Eran verdaderas fiestas deportivas, el encuentro de mucha gente en los estadios en años donde, obviamente, no existía la tecnología de hoy que hace casi imposible lograr un par de minutos libres y cuando los hay lo destinamos a mirar la tele, un partido de fútbol o bailando por un sueño.
La radio era nuestra única compañera, los relatos de Nerucho de un lado y Victoriano y después Catuta, del otro, la vieja Spica, o la “moderna” Hitachi, la que nos avisaba el momento oportuno de la ejecución del Himno Nacional para aprovechar que la polícía se “cuadraba” saludando a la bandera uruguaya.
Y todo para ingresar sin pagar, porque los pesos no sobraban, por los enormes agujeros que previamente habíamos preparado en el Petit estadio de Oriental o en el viejo Field Municipal.
Después ya quedó muy complicado, la inauguración del estadio permitió solamente a los que tenían capacidad de “alpinistas” a los que sabían trepar el muro del fondo, que pasaron a ser los únicos privilegiados que no pasaban por boletería.
Pero era una sana costumbre, porque las camisetas celestes y rojiblancas estaban frente a frente y habían encarnizadas luchas en la cancha donde a veces ganaban unos y otras veces el otro.
Épocas de oro del fútbol de Tacuarembó con Mendaro, Gracés, Pereira, Coore, Granada, Galárraga, Amatrain y el “Pelopincho” Martínez.
Después vino la nuestra, la de Rodríguez Barboza, Acosta, Prestes, Freire, Wallace, Celestino Cobas, Suárez Lisboa, “Pretinho” Pereira, “Luisito” Pereira, Derly García, José María Pereira, Manuel Trinidad, el “Quique” Ramírez y tantos otros.
Momentos que serán inolvidables entre quienes tuvimos el placer de vivirlos.
Hoy, el destino quiso que fuera igual al pasado, por lo menos casi igual, porque en aquella época ni siquiera se soñaba con un equipo profesional en esta zona.
No son jugadores oriundos del departamento, son quienes vienen a jugar por dinero.
El fútbol de Rivera tuvo a Frontera Rivera en el profesionalismo y a pesar que había algunos jugadores locales, la camiseta no era la celeste y la gran mayoría, al menos los desnivelantes, venían de afuera, como Piva, Céspedes, Velazco, Guglielmone, Surraco, el “Bola” González y tantos otros.
Del otro lado hubo capacidad de formar un equipo representativo que utiliza hasta el día de hoy la camiseta rojiblanca, pero la realidad nos muestra que no son muchos los jugadores del departamento que integran los planteles profesionales.
En los últimos años con muchos argentinos y de Montevideo pero que “están de vuelta”.
Los mismo sucede con los técnicos, a pesar que Carlos Wallace estuvo al frente de nuestro equipo y hasta salió campeón de la Liguilla de la Segunda División Profesional y logró el primer ascenso directo a Primera.
En Tacuarembó una de las mejores épocas del equipo tuvo a Javier Castelli al frente del equipo y en los últimos tiempos había estado Amaranto Abascal, pero la realidad muestra que en la mayoría del tiempo los técnicos no eran oriundos.
No es la misma camiseta roja con el babero blanco, pero tienen los mismos colores y, por si fuera poco, en una época hasta tuvo… la foto de Gardel.
LA ÚLTIMA VEZ
Fuera de competencia, celestes y rojiblancos volvieron a la cancha para cumplir con una misión, la de reunir fondos para la intervención quirúrgica de José Sandín. Ese encuentro fue en el 2008 y ya pasaron trece años.
Y a pesar de toda la rivalidad, de toda la tradición de “enemigos deportivos” que hay entre unos y otros, los rojiblancos se prestaron rápida y espontáneamente a colaborar con el emprendimiento, en su momento, de la División Deportes de la Intendencia Departamental.
La realidad indica que son estos hechos los que justifican nuestro pasaje por el fútbol, la amistad que se logra solamente por el hecho de ser un engranaje de un gran sistema.
Sandín lo generó en tantos y tantos años abrazando la bandera roja de Cuaró, con respeto hacia los demás y con cariño hacia los suyos.
Hoy felizmente recoge el fruto de una semilla que germinó porque siempre la alimentó con su forma de ser, con su bondad, con su capacidad de hacer amigos.
Hoy fue por Sandín, mañana podrá ser por otro, deportista o no, y el día que felizmente no tengamos que reunirnos por nadie en especial, hagámoslo por el fútbol mismo, como en el pasado porque en definitiva es el fútbol quien nos permite este tipo de licencias.
Y es por ello que consideramos que el retorno de los aficionados a las tribunas puede ser una excelente oportunidad para que volvamos a encontrarnos, adentro y afuera de la cancha con los hermanos (“enemigos” en la cancha) rojiblancos.