El carnaval, fiesta popular
A escasos días del inicio del tradicional carnaval, es quizás oportuno recordar sus orígenes y sus aspectos más salientes, convocando a los más jóvenes a recrear y fortalecer el carácter de fiesta popular, alegre, y fraterna, haciendo del baile y la música los principales protagonistas. Es un tiempo de expansión y liberación de tensiones y de reencuentros festivos con los amigos, los compañeros, los vecinos, la comunidad en general, sin otro propósito de vivir buenos momentos.
Estimamos importante resaltar aquellas características previendo conductas nocivas que terminan muchas veces en tragedia. El alcohol y las drogas son malas compañías. Los espíritus frívolos, superficiales y débiles, dominados por tendencias individualistas y hedonistas, creen, o les hacen creer, que con abundante cerveza y drogas alcanzarán el sumo de la alegría y la satisfacción, convirtiéndolos en ganadores y con derechos a la agresión y violencia.
El carnaval es quizás la única fiesta popular, de origen remoto, con una notoria vigencia universal y urbana. Atribuido sus orígenes, por algunos historiadores, a la cultura egipcia y sumeria de hace cinco mil años, deriva su nombre “carnaval” del término latina “carnelevarium”, expresión con la cual se “cristianizó” celebraciones paganas, como las festividades en honor al dios Baco, dios del vino, del Imperio Romano. Precisamente, de esas festividades deriva su carácter de fiesta popular. Eran las únicas compartidas en condiciones de igualdad por ciudadanos y esclavos.
La expansión cultural del cristianismo desde hace dos mil años, instituyó el carnaval en la antesala del período de cuaresma, tiempo para los católicos de preparación de las pascuas, de oración, ayuno, abstinencia de carnes rojas y recogimiento. La cuaresma se inicia con el Miércoles de Cenizas y al Carnaval, de acuerdo al calendario, se dedican los tres días anteriores, instituidos como feriados nacionales.
En Rivera, fiel a sus orígenes remotos, el Carnaval es una fiesta popular y gratuita que se desarrolla en torno a tres grandes ejes: el carnaval de calle; el carnaval de los Tablados; y el carnaval de los clubes. En todos los casos, y en contraste con lo que ha sucedido en el resto del país y de la región, la sociedad riverense ha logrado preservar los elementos esenciales. Sigue siendo popular y gratuito. La música y la danza siguen sacando “el ferrugem” del alma y del cuerpo.
La preservación de estas características del carnaval riverense es, sin duda, el atractivo y lo que marca la diferencia. En este sentido es importante resistir las tendencias hegemónicas del mundo actual que buscan transformar ese espacio de expansión del alma popular, en mercancía. Caer en la sofisticación de las formas como en Río o en la armazón técnica del teatro sin contenido, o en las estrategias competitivas del mercantilismo, es cercenar el espíritu libertario y la expresión de los valores y sentimientos propios de los seres humanos. M.P.