Una Galería de identidad
(Por Ariel Rodríguez) Son incontables las veces que desde estas páginas, hemos lamentado mucho de lo que nos ha robado el crecimiento de este nuestro pueblo, claro que no como excepción, sino que nada más que caminando con un mundo que ha ido en esa dirección. Cuantas veces, en consonancia con muchos riverenses, hemos lamentado lo lejano, lo frío que nos hemos vuelto como sociedad, absorbiendo lo peor de las grandes urbes, a la vez que perdiendo de vista lo mejor de nuestro ser pueblerino, a veces tan distante ya.
El sábado, un poco como vecino, otro poco por defecto profesional, un poco por católico, de esos lejanos a la liturgia y en gran parte por la decisión de Sylvia, mi compañera, “de salir al menos un día”, allá marchamos a visitar al cura Mendiondo y su “Galería 2010” y que bueno que fue. Fue como un soplo de identidad, como un vendaval de solidaridad, fue un reencuentro con los gestos más caros a los riverenses, fue reencontrar la mejor cara de este pueblo.
Que bueno fue el abrazo y hasta el rezongo del Cura y el saludo con tantas pero tantas caras conocidas y otras que no, pero que se acercan para el saludo amable, fraterno. Que lindo fue ver a Yessi, Giovanna mi compañera de tantos años en el canal y al “Gordo” Verry. Que bueno verlo a López Arezo, despojado de sus roles políticos, haciendo de vendedor; a Celiar, para mi “Pirulo”, lejos de su escritorio de docente, convertido no sé si en asador o simple ayudante, meta carbón y leña, para ensuciarse las manos haciéndolas más solidarias, al “Abuelo” sin poses de médico que nunca las tuvo siendo uno más para sumar; a la profesora Castro sirviendo detrás del mostrador.
Que bueno fue verlo por allí al “Cacho” Prates, el eterno maletero de la terminal, a Nelly con las plantas, a Pallares completando el esfuerzo que ya viene de tantos meses. Y que bien viene ratificar aquello de las excepciones, cuando he sido crítico en el tema Free Shop, allí andaba Yuri integrado a la comunidad y cuanto importa eso, más, mucho más que la buena mano que le da a la parroquia, por estar codo a codo con la gente, cinchando en pos de una buena causa. Que bueno fue saber de ese gesto que sé me va a reprochar por decirlo de Ariel Pereira y su Sra. Nelly, al alcanzar la ropa donada, cuidadosamente lavada y planchada, por aquello que también en el gesto solidario importa la dignidad.
Y sí que valió la pena el encuentro con ese Dios que no castiga, el que en algún momento, seguramente anduvo recorriendo cada uno de los stands, para comprobar que la solidaridad no está en oferta. El mismo que sentí se sentó en algunas mesas, a compartir una cerveza, a brindar por las sonrisas, por lo bueno de la vida y que hasta creo me hizo un guiño cuando prendí un cigarrillo. Que bueno fue el encuentro con ese Dios que no grita, que no amenaza, que no prohíbe, que entiende y que no precisa de grandilocuentes discursos, pues al fin de cuentas, para presentirlo basta eso, que sepamos darnos las manos, para dar una mano.
Y sí que valió la pena, recordar aquellos inicios del Cura Mendiondo allá por el barrio Ferrocarril, cuando aún gurí vivía en la esquina. Y si habrá valido la pena, que hasta me pareció ver por allí al Cura Torres, dejando de lado viejas divergencias; si hasta creo que Olintho se olvidó de sus convicciones y entró a tomarse una y me pareció que se mezclaron con el Pivo y el Preguinho y el Negro Terra y Beatriz la “Boneca de Loza” y el Ciriaco y no sé por que se me ocurrió que también mi madre bajó de alguna estrella. Y me pedí otra cerveza, la noche estaba linda y disfruté con mi compañera de eso, de disfrutar de las cosas lindas de este pueblo. Ah! me olvidaba, Galería sigue toda la semana, dese una vuelta, le puedo asegurar vale la pena.