Haití, no está tan lejos, queda en el barrio…
(Por Ariel Rodríguez) No vamos a redundar en comentarios respecto a la tragedia del pueblo haitiano, una verdadera bofetada para la humanidad.
Lamentablemente, desde que la maravilla de la televisión y más acá en el tiempo, la Internet, permiten acercarnos las imágenes, al instante de lo que ocurre en el mundo, sucede una especia de efecto contrario a lo que debiera, pues queda la sensación, que no pasa de una película bien lograda en los famosos estudios de Hollywood.
No parecía real aquél sonriente Bush que se maquillaba y peinaba para decir al mundo, que las tropas de su país invadirían Irak. Mucho menos las imágenes patéticas que nos trajo la televisión, antes cuando su padre era el Presidente, tampoco las del 11-S o las que llegan desde Afganistán.
Ahora es el turno de Haití, no se trata de una guerra, sino de la furia de la naturaleza, a quienes los hombres agredimos día tras día.
Quizás la sensación que uno tiene es que se trata de imágenes de personas que están nada más que en la pantalla de la televisión o en el monitor del PC.
Lamentablemente no se trata de seres humanos, vecinos nuestros, que están, aunque generalmente no lo recordemos, en nuestro mismo continente. Seres humanos que han sido sacudidos una y otra vez por la adversidad, el dolor y la miseria.
El mundo hoy mira hacia la isla “La Española”, los medios de comunicación nos traen imágenes que duelen, fluyendo una tras otra.
Llega ayuda desde todas partes, sin embargo lamentablemente nos preguntamos ¿por cuantos días? ¿Cuánto durará esa “ayuda”? El terremoto no golpeó a un pueblo cualquiera, se ensañó contra uno de los países más pobres del mundo, en donde el promedio de ingreso diario por persona es apenas de US$ 1,00.
El terremoto golpeó a gente olvidada por el resto del mundo, especialmente por aquellos países que debieran asumir sus responsabilidades, en función de su potencialidad.
Cuan menos doloroso sería el mañana de los haitianos si una mísera parte de lo que se malgasta en guerras, armas o suntuosidades, fueran a generar fuentes de empleo, condiciones de vida digna.
El pueblo haitiano sufre la mayor catástrofe de los últimos tiempos. Lamentablemente ya padece desde su propia génesis las consecuencias del hambre, de la ignorancia, de la más cruel miseria.
Ojalá que este mensaje de la naturaleza sea un sacudón para que de una buena vez comencemos a cambiar, a entender que no bastan los discursos ni las limosnas, que es tiempo de un mundo más equilibrado en donde por sobre todo sus habitantes, de todos los rincones vivan con dignidad.
Claro a pesar de los años, uno a veces quiere seguir desayunando utopías, creo que vale la pena.