Rivera, lunes 23 de diciembre de 2024

Cuesta entender…

(Por Ariel Rodríguez) Cuesta, realmente cuesta entender, lo que está pasando en materia de violencia y cuesta aún más entender la pasividad absoluta con que la soportamos.
Por un lado el caso de los dos casi niños “Rodrigos”, en Montevideo. Inexplicable, como todo hecho de esta naturaleza, doloroso, aberrante.
El otro, que nos toca mucho más de cerca, el del joven Víctor Salmentón López, de tan sólo 22 años, golpeado a puntapiés, con una piedra, al salir de un baile, en la vecina ciudad de Santana do Livramento, por una “barrita” y que como consecuencia de ello, falleciera la madrugada de ayer.
Era hijo de la profesora Eloa López, primo de Sheila, de muerte trágica hace ya doce años y aún sus asesinos continúan impunes.
Sumémosle a ello la violencia en los liceos, los inconvenientes en locales del INAU, en Montevideo, rapiñas, arrebatos y más y más y más y nadie hace absolutamente nada.
Uno necesariamente se pregunta, ¿qué diablos nos está pasando? Está claro que algo anda muy mal. Hemos perdido referentes, hemos olvidado determinar límites. Hemos perdido el rumbo y no logramos encontrarlo. Nos pasamos responsabilidades unos a otros y en definitiva ninguno asume la responsabilidad de enderezar las cosas, de dar una vuelta de timón.
Que el consumo de drogas se está transformando en un verdadero flagelo, creo que nadie tiene dudas, en especial en cuanto a la pasta base. ¿Cómo entender entonces la postura de quienes impulsan la liberación del consumo de marihuana? ¿Es buena cosa seguir soslayando límites? Claro que estamos de acuerdo, que el problema no está sólo ahí, es mucho más complejo, profundo, pasa por la falta de la madre en el hogar, que por diferentes circunstancias ha salido a la calle a trabajar. Pasa por el poco o nulo diálogo con nuestros hijos. Por el consumismo desenfrenado. Pasa por el temor a imponer la autoridad y también por que se le ha perdido el respeto a esa autoridad.
Es tiempo, que de una buena vez comencemos a hacer algo, todos, absolutamente todos, por que en el barco estamos todos y necesariamente debemos reencontrar el rumbo perdido.

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