Rivera, jueves 21 de noviembre de 2024

¡Peñarol campeón sub-17! Y los jugadores fueron a obsequiarle la copa al “patrono”

Fue un partido no apto para cardíacos y hasta por ello Juan Eduardo da Cunha, que había regresado la tarde anterior, no fue a la cancha. No lo hubiera soportado en época de una formal recuperación que deseamos todos los que estamos alrededor del fútbol riverense.
Es que antes de los dos minutos de juego Cuñapirú lograba su primer objetivo que era marcar un gol lo antes posible. Se sabía que la ventaja era para el aurinegro, pero que, para alcanzar el título, Cuñapirú debía marcar al menos dos goles de diferencia y uno ya lo había hecho cuando aún restaban 88 minutos de juego.
Peñarol entró dormido, se olvidaron que había un partido y les costó muchísimo llegar al Parque “Alberto y Elías Bouchacourt”. Recién sobre los veinte minutos el conjunto aurinegro demostró que estaba en la cancha y en el medio de la cancha comenzó a gestar alguna jugada que pretendía llegar a la zona ofensiva con cierto peligro.
Y fue en esos momentos que ofendió, al punto que hubo dos o tres atajadas muy buenas del golero de Cuñapirú. Se terminó el primer tiempo, el marcador no se movía y ya comenzaba a quedar nervioso el equipo tricolor porque veía que ya los 88 minutos que tenía para lograr un segundo gol se quedaba en 45.
Se vinieron los cambios, Bruno Sandín que estaba en el banco saltó a la cancha antes de finalizar la primera parte y comenzaron a sucederse otros cambios que buscaban que el equipo fuera más ofensivo.
Peñarol atacaba solamente utilizando el pelotazo largo y la chance de algún contragolpe, pero tampoco remataba al arco rival. Y, concretamente, Cuñapirú nunca inquietó al golero aurinegro que, en realidad, tuvo una tarde mucho más tranquila que en el primer partido, cuando Peñarol ganó.
Los minutos se iban, la posibilidad de un segundo gol de Cuñapirú estaba cada vez más lejos y Peñarol hacía lo que podía con el reglamento bajo el brazo. Sabía que perdiendo por un gol, ganaba, y que lo único que debía evitar era otro gol del rival.
Seguían pasando los minutos y ya había certeza que podían seguir unos minutos más y que Cuñapirú no iba a llegar a lograr su segundo objetivo que era el segundo gol. Así finalizó el partido y se terminó dando rienda suelta a la alegría y desenfrenado festejo de los aurinegros.
Recibieron el trofeo de manos del delegado de Plaza Carreta, que concurrió en representación de Balerio Ferreira; luego las fotos, los recuerdos del campeón, y se fueron caravana hasta la casa de Juan Eduardo da Cunha, con el presidente Mario González y Samuel Alonso encabezando la marcha.
Nos imaginamos la enorme alegría de Juan Eduardo al recibir en su casa a la totalidad del plantel, a los padres de los chicos, a los que están al lado del equipo en las buenas y en las malas y ofrendarle la copa de manos del capitán Enzo Fernando Cal, que se la entregó como una reliquia en momentos tan difíciles que debió enfrentar el patrono aurinegro y del que felizmente viene saliendo muy bien de la mano de todos, familia, aurinegros, jugadores, técnicos, dirigentes y las integrantes de una comisión que se armó sin que fuera necesaria una nominación.
Y no podía ser de otra manera, llegó el bautismo, Juan Eduardo abrió las puertas de su casa para que todo el plantel se lanzara de cabeza a la piscina y fue bastante difícil decirles que el periplo continuaba. Luego hubo tiempo para ir hasta La Virgencita a pagar una promesa efectuada por estos gurises campeones y volvieron al Parque “Pedro Maciel”.
Hasta estuvieron hinchando por Lavalleja en el partido de la Copa Nacional de fútbol femenino y en el final, casi a las siete de la tarde, tres horas después de haber finalizado el partido, vimos a algunos jugadores campeones, en la cancha chica del Parque “Pedro Maciel”… jugando al fútbol. Cosas que solamente un gurí de 16 o 17 años puede hacer.

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