Román Sepúlveda, un ejemplar y desprendido tranquerense adoptivo
(Por José María Almada Sad) La primera ciudad del interior del departamento es un crisol de razas y orígenes, pues se formó con inmigrantes italianos, españoles, libaneses, todos traídos por el ferrocarril y hacia la frontera, condiciones que en la época eran privilegios en el incipiente Uruguay del entonces.
En ese flujo migratorio y movimiento interno de la nación, llevó a Tranqueras a gozar del privilegio de la radicación de gente buena, talentosa, ávida de trabajo y de poder desarrollar sus ansias de superación. Fue así que Román Sepúlveda Torres se radicó en Tranqueras, sin saber que sería uno de los protagonistas de la linda historia de la localidad, sus instituciones, su vida comercial y social.
Nació en San Ramón, Canelones, el 9 de agosto de 1880. Luego de un primer matrimonio, se casa en segundas nupcias con Catalina Giovanelli en abril de 1921. Como maestro de panadería trabajó un año en Rivera, y luego se radica en Tranqueras donde adquiere una pequeña panadería, a la que imprimó una verdadera revolución local al incorporarle fábrica de fideos.
En base a ese espíritu de progreso y mejora continua, sus productos de empiezan a comercializar en todos los departamentos del norte como Artigas, Salto, Paysandú, Tacuarembó y Cerro Largo, por ferrocarril en su mayoría, pero en parte y en trayectos en carretas y carruajes, en aquellas memorables épocas de esfuerzo y sacrificio.
La empresa llegó a emplear cuarenta personas, hombres y mujeres -impensable para una panificadora de hoy muchas décadas después- con su apogeo en las décadas de 1950 y 1960.
En las tristemente recordadas inundaciones de 1959, contribuyó en gran forma con mercaderías a los damnificados, alojando gente perjudicada en su casa y establecimientos, y a través de un helicóptero de la Fuerza Aérea enviaba galletas y fideos a Escuelas y establecimientos rurales.
Integró la Masonería de Tranqueras; cooperó con todas las actividades que pudo para el desarrollo de Tranqueras y su población, ayudó al numeroso personal de su empresa para tener su vivienda digna en épocas que hoy nos damos cuentan que eran difíciles, pero que para ellos era moneda corriente, aun aspirando un futuro mejor.
Uno de los sueños de Román era que Tranqueras tuviera su propio hospital, y con colaboración de los vecinos se obtuvo la cifra y otras ayudas para la anhelada construcción.
En un triste episodio de la vida tranquerense, la Comisión Pro Hospital, contra la férrea voluntad de Román y del Dr. Juan Bautista Dellepiane -otro iluminado de la época felizmente reconocido en varias formas en Tranqueras-, decidió desviar los fondos obtenidos para adquirir una motoniveladora para arreglar calles y caminos por la municipalidad; no se hicieron caminos ni calles y la máquina pasó a propiedad municipal, no se hizo el hospital, la Comisión renunció, pero ya era tarde.
Román Sepúlveda siempre estuvo integrado al deporte local, y de esa forma el 23 de octubre de 1923 se funda en su domicilio, en asamblea de vecinos, el viejo Artigas Fútbol Club, hoy rumbo a sus cien años y poseedor de gran trayectoria institucional, social y deportiva a nivel local y regional.
En esa reunión fundacional convocada a lomo de caballo por el inolvidable “Luisito” Esteves, se adoptó el nombre del Prócer para el novel club; también la primera sede sería en el corazón del barrio Artigas frente a la vieja cancha de fútbol, hoy Estadio “Euclides Silva Bittencourt”.
Estuvieron presentes ese 23 de octubre el dueño de casa y muchos vecinos, y en particular amigos personales muy jóvenes de Román como el nombrado Luis Esteves, el Dr. Juan Bautista Dellepiane, Conrado Parodi, Bernardo Lacoste, Alipio Vargas, José María Rodríguez, Viriato Amorós y Luis Alamón, que integraron la primer Comisión Directiva.
Recuerda la historia que el primer equipo del Artigas F.C. que “bajó a la lisa” como se decía en el entonces, fue con Antonio Mato en el arco, Tito Livio Soto, Ney Suárez alias “Oro Preto”, Isauro Vargas, Máximo Esteves, Luis Grela, Felicio Rodríguez, Cododad Gómez, Antonio Parodi, Pedro Esteves y Codolino Gómez. Este club fue un gran amor en su vida al cual dedicó buena parte de sus mejores horas, su esfuerzo y pasión institucional.
Como empresario y amigo de sus empleados y de los vecinos, recibió la solidaridad y ayuda de todos cuando el fuego del incendio devoró casi toda su empresa y casa familiar en tiempos donde la dirección de Bomberos era un sueño lejano para la localidad. Como el Ave Fénix se puso de pie y resurgió, con la misma o más fuerza que antes.
Uno de sus pasatiempos era una pequeña chacra a orillas del río Tacuarembó; hoy justicieramente una calle de Tranqueras lleva su nombre y conduce desde el final de calle Q.F. Mario Brum hasta su entonces propiedad, desde la que proveía frutas y leche fresca de las lecheras que criaba en el predio, a sus empleados y amigos. La calle atraviesa el barrio Artigas en su sector norte. Y en aquel predio suburbano había más ganado ajeno que propio, que estaba cuidado y se alimentaba en muy buena forma.
Román tuvo un hijo con su primera esposa, Arnoldo, quien se casó con Dory Recarey y tuvieron tres hijos. Con Dona “Cata” tuvieron cinco hijos, Orlinda luego casada con Artigas Pedezert, Perla casada con el Arq. Ney Leites con quien tuvo tres hijos, Estela casada con Julio Armand Ugón -tuvieron tres hijos-, Elbio casado con Nelly Homrich, tuvieron cuatro hijos, y Juan que se casó con Zulema Yelmo y tuvieron tres hijos.
En épocas del ferrocarril les dio oportunidad de estudiar -que él no tuvo- a sus hijos: a los varones los envió al Colegio Sagrado Corazón en Montevideo y a las hijas al Colegio de las Hermanas Teresianas. Todos estudiaron, progresaron, y en su mayoría se fueron de Tranqueras, pero Don Román y Dona “Cata” permanecieron aquí y dieron hasta su último suspiro, lo mejor de sí para que Tranqueras fuera una localidad moderna y pujante.
Además de los múltiples recuerdos y homenajes que le ha brindado “su” Artigas F.C. que cumplirá 100 años en 2023, su familia impulsó la nominación de la calle con su nombre que se concretó en los últimos años; es grato recordar que la actual Intendente de Rivera Prof. Alma Galup cuando era Directora de Cultura municipal, incluyó la edificación -de dos plantas y ladrillo sentado en barro y sin revoque hasta hoy- de la vieja panadería y fábrica de fideos, en el circuito del Dia del Patrimonio y nominó el lugar como “Museo del Pan”.
Román Sepúlveda Torres falleció el 25 de mayo de 1967 en la tierra que lo adoptó como hijo, y que él supo dedicarle lo mejor de sí. No pasó en vano por la vida ni por Tranqueras, dejó una obra escrita en tinta imborrable, como todos los seres humanos grandes, elegidos, iluminados por su entrega al prójimo.
Sin dudas que mi gratificante encontrarme con una nota como esta, conocer un poco mas de mis antepasados y la historia de mi bis abuelo. Iré a tranqueras para conocer los lugares fisicos, los cuales desconozco si existen aun…
Estoy verdaderamente muy orgullosa de mi abuelo paterno. Ha sido un ejemplo para muchas personas, pero principalmente ha sembrado una semilla permanente de humildad, honestidad y empatía por las demás personas que ha seguido su huella a través de mi padre Juan Román Sepúlveda Giovanelli y también a través de todos mis tíos y sus descendientes. Esa semilla ha prosperado y estamos muy agradecidos con el diario por resaltar aspectos de mi abuelo para que muchas personas puedan seguir el ejemplo y puedan importarse con los demás seres humanos, en cómo poder ayudarnos entre nosotros en momentos buenos y malos. Un abrazo. Sandra María Sepúlveda Yelpo.