Rivera, domingo 24 de noviembre de 2024
Por Michel Croz

Lo que será, será

“O qué será que será
que dá dentro da gente e que não devia
que desacata a gente, que é revelia (…)”
– Chico Buarque

INTOLERANCIA
La palabra “tolerar” tiene su raíz en el latín “tollere”: “levantar”. Con el tiempo se transforma en tólerare “soportar, aguantar”, ergo, la “intolerancia” es un concepto negativo “per se”. Nadie debería soportar ni aguantar, tan solo. Soportar, puede ser también, sinónimo de violencia. En los hechos, vivimos en un mundo del “aguante”. Aguantamos un sistema social perverso, aguantamos relaciones y vínculos laborales y culturales que en nada nos benefician, ni material, ni espiritualmente. Aguantamos a crápulas, babosos, chupatintas y alacranes. Y eso independe del género sexual, o clase social. Vamos soportando al pobre mundo descolorido y de sabores ácidos y amargos (¡paren el mundo, me quiero bajar!, grafitaban en los muros, los estudiantes de las universidades francesas de 1968).
Prefiero, a la tolerancia, el respeto. Me parece más adecuado y más humano. Porque hay una afirmación empática (y no solamente simpática) en esta acción de “calzar los zapatos del otro”, de considerar al otro como persona, como semejante, parcero, compañero. Desde la intolerancia y el preconcepto, siempre se buscó descalificar al otro, transformar al otro, en “el enemigo”, en “el irracional”, en “el bárbaro” (los griegos helenos decían de los extranjeros que balbuceaban, y por lo tanto, no eran entendidos… y se les denominaba “bárbaros” en el sentido de salvajes).
El intolerante trata de cosificar la cultura del otro, lo que no entiende no le interesa, o le interesa para criticar desde su código de certezas dogmáticas. El intolerante es un inseguro, un miedoso (aunque pueda posar de valiente), un idiota (en el sentido de incapaz de aprender o con facultad intelectual comprometida, seguramente por ignorancia).
La intolerancia se define como la falta de la habilidad o la voluntad de tolerar algo. En un sentido social o político, es la ausencia de tolerancia de los puntos de vista de otras personas.
La intolerancia resulta ser cualquier actitud irrespetuosa hacia las opiniones o características diferentes de las propias. En el plano de las ideas, por ejemplo, se caracteriza por la perseverancia en la propia opinión, a pesar de las razones que se puedan esgrimir contra ella. Supone, por tanto, cierta dureza y rigidez en el mantenimiento de las propias ideas o características, que se tienen como absolutas e inquebrantables.
Tiene por consecuencia la discriminación dirigida hacia grupos o personas (que puede llegar a la segregación o a la agresión) por el hecho de que éstos piensen, actúen o simplemente sean de manera diferente. Las múltiples manifestaciones de este fenómeno poseen en común la elevación como valor supremo de la propia identidad, ya sea étnica, sexual, ideológica o religiosa, desde la cual se justifica el ejercicio de la marginación hacia el otro diferente. El intolerante considera que ser diferentes equivale a no ser iguales en cuanto a derechos.

¿FRONTERA DE LA PAZ?
El sábado fuimos con amigos al casamiento colectivo en el Forum de Livramento. Salón repleto de público y periodistas y presencia de autoridades federales, estaduales y municipales. La presencia de la ministra de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, profesora Ideli Salvatti y la prensa nacional e internacional, dieron cuenta del alcance que cobraron los últimos acontecimientos.
Fueron más de veinte parejas heterosexuales y una homosexual. La manzana de la discordia. Eran en realidad dos manzanas, dos parejas lésbicas, una de ellas no aguantó la presión y desistió del casamiento. Todos sabemos de las múltiples agresiones a la jueza Carine Labres (amenazas de muerte incluidas), a la gente del CTG Sentinelas do Planalto, su patrón Gilbert Gisler (Xepa), y demás organizadores, quienes jamás dieron ni un paso atrás.
Sin apoyo de los tradicionalistas gauchos, muy por el contrario con una guerra explícita a la organización del evento, que se manifestó en las redes sociales, en los medios de comunicación social, o en las declaraciones del propio presidente del Movimiento Tradicionalista Gaúcho (MTG) quien afirmó que el CTG que fuera incendiado unos pocos días antes, no estaba afiliado a la entidad, agregando, que “pasa la imagen de que nosotros somos excluyentes. Da la idea de que aquello tiene alguna relación con el MTG, pero no existe”. Pilatos gauderio.
Vitor Necchi, en un post que me enviara mi amiga Angélica Seguí: “Me gustaría recordarle al presidente del MTG que ustedes, tradicionalistas, son excluyentes. No basta una frase en un momento de tensión y gran visibilidad para atenuar o apagar el historial de intransigencia y prejuicio en nombre de una supuesta tradición forjada”. ¿Clarito, no?

PAMPA GAY
En Porto Alegre (donde viví y trabaje como librero y director teatral durante casi 10 años) me vinculé, gracias a los libros, con el historiador Mário Maestri, quien apuntaba el hecho de que nadie había tenido la valentía de estudiar la homosexualidad en el gaucho-gaúcho, en su reino de la Pampa.
Sin embargo, existen algunas pocas representaciones del tema, una de ellas es la película de Sergio Silva, “Anahí de las Misones” (1996) quien de manera muy sutil, presenta elementos que sugieren una relación homoerótica entre uno de los hijos de Anahy, Teo y el “farrapo” Manoel, que llega herido al campamento de la familia. En uno de los tantos campos de batalla adonde la familia saqueaba a los muertos, Luna descubre a Manoel y Teo muertos. El soldado se encuentra sentado en el suelo, recostado en una piedra. El cuerpo del hijo de Anahy reposa inerte sobre el regazo del amante, creando una dramática y conmovedora escena que el crítico de cine Luis Carlos Merten llamó de Pietá gay.
Gauchos de “faca na bota”, seguramente serán tan valientes como ilustrados, también, para expresar sus preferencias de amor homosexual. Hay infinidad de casos en nuestro cotidiano. Aunque, más bien prime los vicios privados y las públicas virtudes de tantos, tan al gusto de las viejas fofoqueras fronterizas.
Las mujeres son menos visibles. Recuerdo que con Leticia Cubas y Marta Pujol produjimos un programa de televisión, para televisión por cable, años atrás, “La Loca de la Casa”. En uno de los programas, pautamos el tema de la homosexualidad en la frontera, entrevistamos a gays, transexuales y travestis. Y hablamos con algunas lesbianas, que se excusaron, porque no querían “quemarse” (sic). Hoy en día, hay grupos locales activos como Riversidad, entre otros, que buscan dar visibilidad a la temática de la diversidad sexual y los derechos de la comunidad GLBT. Aplausos.
Por eso, nada más justo que reconocer la valentía de la pareja, antes novias, y ahora ya conjugues: Solange y Sabriny.

LA HOMOFOBIA, ENFERMA
La homofobia como toda fobia es una enfermedad. Una enfermedad del desamor. Se trata del miedo a la libertad, como afirma Erich Fromm. En psicología se trata de un temor patológico ante la presencia de un ser o un objeto, o ante cierta situación, que no justifica tal emoción.
Lo percibimos todos los días. La homofobia debe ser tratada y no demonizada. Es como la violencia doméstica. A los violentos hay que tratarlos, en tanto enfermos, como a los alcohólicos o a los adictos. Eso en el plano médico y terapéutico.
En el plano político cultural y social, no se debe dar tregua en educar hacia la cultura de paz y derechos humanos a todos los ciudadanos. El machismo, y la cultura patriarcal, están internalizados y naturalizados en nuestras sociedades.
Esta compleja realidad no tiene un solo abordaje. Tal vez sea el dialogo y el aprendizaje de nuevos modelos de “ser humano”, lo que debería movernos. Como nos lo recordó la doctora Labres (elegante en su traje de prenda) al citar al pensador alemán Niesztche, dos veces y una vez a John Lennon, en su discurso. Yo aporto esta cita: “Las convicciones son enemigas más peligrosas de la verdad que las mentiras” (Niesztche). Las convicciones dogmáticas, pueden ser credos alienantes que no nos permiten distinguir la diversidad de los árboles, por estar convencidos de ver solo la uniformidad del bosque. Pre-tendemos, y no es mera vanidad, que los hombres y mujeres dejen de ser esclavos de sus miedos e intolerancias. Porque lo que será, aunque, se lo quiera quemar, esconder o ignorar, siempre será. Es y será.

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