Nuestra opinión: Hace dos años vivíamos lo mejor de la nueva era del fútbol riverense
Al entornar los ojos vemos al estadio repleto, casi diez mil almas coreando el nombre de nuestro departamento y recuerdo cada uno de los momentos vividos para llegar a esa instancia de definición de campeonato similar a la que se había vivido hacía ya muchos años atrás con la obtención del mismo título en la ciudad de Artigas ante Salto.
Claro que todo era muy distinto, aquellos jugadores estaban curtidos por la gloria, eran otros tiempos y los rivales también, pero aquella camiseta celeste que fue al “Matías González” había podido sobrellevar la instancia negativa del Dickinson y la instancia del penal en la hora en nuestro propio estadio que nos quitaba toda ilusión.
Pero la diferencia estaba en que estos eran apenas unos gurises que se habían propuesto el objetivo claro de llegar lo más alto que se pudiera y trabajaron muy firmes para ello.
Lo escribimos con propiedad porque estuvimos en cada uno de los entrenamientos sin faltar a ninguno y vivimos, junto a ellos la ilusión de llegar al título.
Una semana previa, luego de haberle ganado al tradicional rival en su propia casa, que alentaba la gran esperanza. Una semana previa que tuvo de todo porque el plantel estuvo a tiempo completo con la camiseta celeste puesta para alentar el objetivo.
El plantel se dividía y estaba en todas las escuelas contándoles a los chicos la misión que se habían trazado con el lema del “Sí, se puede” que les servía a ellos en esta instancia pero que debería quedar grabado en la memoria de cada uno de los escolares a los que visitaban.
Sin ningún otro aliciente que estar junto al pueblo deportivo, se fueron a la Plaza a vender entradas para estar junto a los que ese día estaban en el estadio alentando a los guerreros celestes que saltaban a la cancha y se encontraban con más de cien chicos que formaban el túnel de honor para que sus ídolos pasaran.
Juro que por un momento temía por tanta felicidad porque es fútbol y el fútbol te depara sorpresas, de las buenas, pero también de las otras.
Nosotros sabemos y hasta nos habíamos acostumbrado en los últimos tiempos a las otras, pero estos chicos veían a sus ídolos y no los debían ver derrotados.
Era algo imposible de vaticinar en ese momento, antes del partido.
Y el partido lo gana Tacuarembó empatando la serie que determinaba que se debía jugar un alargue. Treinta minutos más de expectativa, de emociones, de suspenso y el reloj no se detenía.
En la cancha unos y otros, tradicionales rivales de toda una vida futbolística buscaban el mismo objetivo, el gol.
Restaban apenas una o dos vueltas del segundero para marcar inexorablemente el momento de los penales y la memoria estaba fresca aún y hasta se repetían muchos de los jugadores que un par de años antes, en este mismo estadio, definían un título por esa vía.
Restaba aún una posibilidad más y la jugada se guarda en la memoria en un rincón de privilegio porque aún hoy, cerrando los ojos vemos el pase de Kevin, la corrida de Dalton, con fuerza, con determinación, y la entrada del Nata para meterse en un hueco y mandar la pelota al lugar donde todos soñábamos.
Después el delirio, los gritos, el canto sostenido, los familiares de cada uno de los jugadores en la cancha compartiendo el momento de alegría de alivio de tensiones y de regocijo porque se lo merecían.
Una noche que nadie quería que se terminara y que, madrugada adentro, nos fuimos a acompañarlos hasta el cruce de las rutas 5 y 27, allí donde la Virgencita aguardaba a los campeones para que pudieran cumplir la promesa hecha por algunos, pero convalidada por todos.
Una noche inolvidable, como tantas otras del fútbol riverense pero lograda por gurises que recién comenzaban a escribir su nombre en el fútbol de esta zona del país y de lo que hoy esperamos mucho más.
Felicidades a todos, los que estaban en el cuerpo técnico, los que estaban colaborando en cada uno de los lugares de trabajo y a cada uno de los que entraban a la cancha a defender esta camiseta color cielo que, a pesar de todo, de los campeonatos que se han perdido, nos dieron esta alegría enorme de volver a gritar como en el ‘67, ‘72, ‘85, ‘93 y tantas veces en el Campeonato del Norte y del Noreste, pero ahora de este lado del mapa de nuestro país.
Una noche inolvidable, como la del 12 de marzo del ‘94 o las recordadas de los títulos del Interior logradas con el gol de Sander en el ‘68, con los goles del Gato da Cruz y del Boca Rodríguez en Durazno o los goles de Fernando Sander, el Bolo Remedi y Pablo Bengoechea ante Florida en una noche lluviosa de marzo del 85.
Estos gurises hicieron historia y merecen el festejo y nuestro acompañamiento.
Hoy, hace dos años ya de aquella maravillosa noche por eso nos permitimos el momento especial del festejo porque de historias también se vive y ésta aún está fresca en la memoria.
¡Salud campeones!