Productores de sandía de Rivera presentaron resultados de proyecto de desarrollo de tecnologías

Productores de Rivera participaron de una jornada de divulgación sobre los resultados del proyecto “Valorizando la producción de sandía en productores familiares de Rivera”. La actividad se realizó el pasado miércoles, en la Sociedad de Fomento Rural de Rivera en el local Curticeiras. Esta actividad fue de cierre de uno de los proyectos de la convocatoria “Más tecnologías 2ª edición”.
El proyecto fue llevado adelante por la Asociación de Pequeños Productores Familiares (APPFAM) y contó con la participación de Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), la Intendencia de Rivera, el Instituto Nacional de Semillas, la Facultad de Agronomía y la Dirección General de Recursos Naturales del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), como entidades de investigación.
La Dirección General de Desarrollo Rural (DGDR) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria fueron quienes convocaron a este llamado. “Fue un excelente cierre con la presencia de más de cuarenta productores”, expresó Rina Romero, productora rural de la zona de Curticeiras e integrante de APPFAM desde su fundación.
La Asociación de Pequeños Productores Familiares ya había participado de la primera edición del “Más tecnologías”, buscando identificar tecnologías innovadoras que se estuvieran utilizando por productores de la zona o de las regiones, y generar procesos de adaptación de las mismas a las condiciones de la producción familiar en Rivera. Se seleccionaron cuatro productores de sandía y se programó hacer dos tipos de cultivo: en secano y con riego, para ver su desarrollo.
“El resultado fue muy bueno; hubo buena producción”, cuenta Rina. Recibieron casi cuarenta mil dólares de financiamiento, con el que adquirieron un cincel y se compraron materiales para los cuatro predios de los productores, entre otras cosas. “Con el cincel se incentivó a una nueva forma de trabajo para no dañar mucho el suelo, lo que para nosotros fue muy importante porque habíamos hecho mucho énfasis en el mantenimiento de los suelos”, cuenta Rina.
Se trabajaron los abonos verdes y las coberturas después de los cultivos. Si bien se seleccionaron cuatro productores para el proyecto, las capacitaciones se hicieron extensivas a todos los productores de sandía de Rivera.
En la segunda edición se incentivó el riego y se optó por una nueva variedad de sandía: la chica. Se cultivó la tigriño, ángel negro y desde el Instituto Nacional de Semillas les enviaron una semilla nueva, intermedia entre la grande y la chica, muy dulce y que fue bien aceptada. “La chica fue una experiencia con la que apuntamos al mercado: una fruta que el consumidor la pudiera transportar mejor… Tuvimos una producción excelente a pesar de la sequía, pero teníamos riego”, dijo Rina.
La extensión, como proyecto piloto fue de media hectárea por productor. Rina resalta, de esta segunda edición, la colaboración de la Dirección General de Recursos Naturales Renovables (RENARE), el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), INIA Las Brujas e INIA Tacuarembó.
Con el “Más tecnologías” se les otorgó un apoyo de casi veinte mil dólares, con el que se adquirieron dos equipos de riego, mantas, se pagaron los traslados de INIA Las Brujas, que traía la maquinaria para aplicar el riego, se pagaron viáticos, jornadas técnicas, capacitaciones… “Nosotros lo estiramos y dio perfectamente para cubrir todo (…) incluso dio para la elaboración de una cartilla con RENARE, el SNAP y la DGDR para repartirle a los productores; también hicimos un sistema de packing para la fruta chica en pequeños cajones”, cuenta la productora.
Según Rina, los “sandieros” generalmente producen separados y venden separados y con este proyecto la idea era que llegaran a un precio común y no compitieran entre sí. Las perspectivas a futuro son seguir trabajando en un plan de negocios.
En la jornada de divulgación se presentaron resultados obtenidos en los predios demostrativos: densidad de producción por hectárea, costos, nuevas tecnologías en los cultivos; RENARE presentó aspectos vinculados al trabajo del suelo y se visitó un predio donde existe una hectárea que se va a cultivar en la próxima zafra: se diseñaron las curvas de nivel, los caminos… Luego se visitó otro predio donde no se había hecho un buen uso de la tierra, para mostrar la diferencia a los productores: “Para nosotros es muy importante el suelo, porque son suelos arenosos que tienen mucha facilidad para degradarse si se los deja al descubierto. Y además se presentó la ley que hace referencia a las multas a los predios mal trabajados”, cuenta la productora.
Para Rina, lo más importante en cuanto a aprendizajes fue todo lo relativo a la implantación del riego y adaptación al cambio climático: “Con el sistema de riego y la manta térmica nos vamos adaptando al cambio climático: si hay seca, regamos; si hace mucho frío, la manta térmica ayuda… el granizo es un problema, pero a nosotros nos pasó que nos afectó y enseguida tuvimos una recuperación increíble. El manejo de los fertilizantes adecuados… todo eso, más la asistencia técnica, que fue excelente, es lo que más nos sirvió”, concluye la productora.

“NO NOS SENTIMOS BENEFICIARIOS, SINO PARTICIPANTES”
Luján Fernández es otra productora de Rivera, de la zona de Tranqueras, que participó del proyecto. Es productora familiar. Trabaja en un predio de veintiséis hectáreas en Paraje Sindicato: “Tanto para mi esposo, para mí y para mis hijos, lo que más nos gustó del proyecto, que nos pareció fantástico, fue que no nos sentimos beneficiaros, sino participantes, porque nos incluyeron como parte del equipo de investigación. Primero quisieron conocer cómo trabajábamos, para después, el poco conocimiento que veníamos adquiriendo durante el tiempo, sumarlo a lo que nos traía el INIA. Tuvimos una participación directa en todo el proyecto, desde el principio”, dice Luján.
En cuanto a la producción, sostiene que “fue un cambio total”: “nosotros trabajábamos a los ponchazos: el abono al tanteo, la semilla que se encontrara, el laboreo… todo improvisado. No teníamos conocimiento de técnicas de trabajo en la tierra. Nos mejoró muchísimo porque la producción aumentó; el volumen de producción fue otro, el rendimiento por hectárea cambió, fue superior… la calidad también. Y empezamos a manejarnos de otra forma… en el tema de manejo de costos en la producción. (…) Empezamos a manejar números y eso fue una cosa que mejoró muchísimo en el emprendimiento. Y a enfocar el campo como empresa”, cuenta Luján.
En el predio, Luján y su familia producen poca sandía; su rubro principal es la lechuga, sin embargo, reconocen que el manejo aprendido se trasladó a toda su producción: “nuestra producción mejoró; el rendimiento mejoró. Nosotros nunca pasamos de dos hectáreas de sandía, pero el manejo lo trasladamos a las demás cosas: zapallo, melón, lechuga, acelga, remolacha… el manejo es el mismo que le hacemos a la sandía con el proyecto”, dice la productora.

DOS EDICIONES CON BUENOS RESULTADOS
Más tecnologías para la producción familiar es un instrumento impulsado por la DGDR, con el apoyo del Programa de Producción Familiar del INIA, basado en la promoción y el desarrollo de tecnologías apropiadas para la producción familiar, a partir de proyectos de organizaciones de productores que trabajan asociados a entidades de investigación públicas y/o privadas. Se realizaron dos ediciones de este programa: una en 2015 y otra 2017. Participaron un total de setenta y nueve organizaciones de productores familiares y 41 entidades de investigación. Se invirtieron más de dos millones doscientos mil dólares en proyectos y más de dos mil productores fueron beneficiados directamente.

Diario NORTE: