El rifirrafe entre jugadores no opacó la fiesta y el beneficio logrado

Muchas son las opiniones que se escuchan en relación al encuentro que jugaron Nacional y Tacuarembó en nuestro medio. Y hay demasiada subjetividad en relación a cada uno de los comentarios.
Por un lado, los fanáticos tricolores responsabilizan directamente a los rojiblancos mientras que estos dicen que el equipo albo los quiso pasar por arriba y les faltó el respeto.
Mirando desde una óptica lo más objetiva posible, hay responsabilidades compartidas. No podemos omitir que ya en el primer tiempo hubo un par de faltas muy fuertes de jugadores de Nacional contra algunos chicos rojiblancos, como por ejemplo una de Eroza sobre el sector de la Tribuna Avda. Italia contra Cristian Rodríguez, que incluso lo radió del partido, y mereció una tarjeta roja.
No responsabilizamos al árbitro porque además de mostrarle la tarjeta amarilla pretendió no degenerar el encuentro con una expulsión tempranera.
También fue bastante fuerte la jugada del penal contra Duarte cuando Aldo Díaz concreta el tanto de apertura. Después es muy fuerte, demasiado fuerte, la falta de Esteban González ante Santiago Romero y en esta oportunidad el árbitro le muestra tarjeta roja al jugador rojiblanco.
Lo que pocos vieron, pero nosotros estábamos a muy pocos metros, detrás del arco rojiblanco, fue que un jugador de Tacuarembó fue a buscar a Romero y éste no solo lo empujó sino que le dio un puntapié lo que, en realidad, fue la chispa que encendió el fuego que se vivió después.
Aldo Díaz se extralimitó en sus expresiones y hasta hubo empujones contra el asistente y el cuarto árbitro porque quería que denunciaran a Romero, y allí el árbitro también acaba expulsando a Díaz.
Luego de varios minutos continúa el partido y llega el gol del empate de Nacional.
Nueve contra once pero parecía que todo se había terminado pero los rojiblancos estaban “con la sangre en el ojo” y contra Romero, fue así que cuando tomó la pelota, lo fue a buscar Fernando Lima y otra durísima falta que ameritaba la expulsión.
Fue cuando los jugadores suplentes de Nacional vieron la tarjeta amarilla en la mano del árbitro, que resolvieron ingresar a la cancha y se retiraron todos juntos.
Hubo responsabilidades compartidas pero nada de ello puede ocultar la enorme alegría de volver a ver el Estadio Municipal con más de ocho mil personas, con cánticos, con un show artístico, con fuegos artificiales.
Más allá de los incidentes, fue una verdadera fiesta que cumplía un loable fin, y eso es lo más importante.

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