(Por Michel Croz) Primero fue La Tribu, ahora será La Aldea. El sábado 26 a partir de las 17:00 horas en Cuaró 769 se abrirá un espacio donde la diversidad cultural será reina. La Aldea no es un mero almacén de productos integrales, se trata, como reza su eslogan, de “alimentación, salud y arte”.
Hace ya unas cuantas décadas atrás la Organización Mundial de la Salud definió a la misma como un “completo estado de bienestar bio-sico-socio-cultural”.
La medicina y las culturas ancestrales de la India, China y Japón, trataron no la enfermedad (como se estila en occidente a través de la medicina alopática) sino la salud a través del cuidado y la orientación hacia una alimentación saludable y hacia otro manejo del cuerpo, cuerpo que siempre estuvo en el centro del debate sobre la salud. Ya en la Grecia antigua eran conocidos en oriente los maestros yogas con el nombre de “gimnosofistas” (“aquellos que alcanzan la sabiduría a través del cuerpo”).
Desde las tradiciones de la América pre-hispánica se da cuenta de la trama tejida entre religión, salud, arte y sociedad. Los chamanes eran más que simples curanderos, cuidaban del cuerpo y del alma y oficiaban de intercesores entre los deseos de los hombres y de los dioses, en un contexto donde lo estético-ceremonial se expresaba en y junto a la comunidad.
Una de las nociones más importantes era (y es) la ciudad (comunidad) como espacio de múltiples intercambios. Se puede proponer la ciudad como un espacio cultural que agrupa varias funciones: lo oficial y lo recreativo; lo material y lo simbólico. Contiene la aldea, el templo, la plaza y el teatro, es un “lugar de la memoria colectiva, espacio del deseo, de lo imaginario y la escritura”. La ciudad representa el poder y la sacralidad, pero más aún, “polariza, almacena y transmite la cultura”.
Hay diferentes modos de ver y de leer la ciudad, la aldea. La aldea es aquí referida como agrupamiento, como barrio y calle (Cuaró), como espacio con identidad propia y legitimación dada por el sentido de pertenencia de la población a esta zona de influencia, a saber: Rivera Chico. Como señala Roland Barthes: “la ciudad le habla a sus habitantes y ellos le hablan a la ciudad”.
Verónica Loss nos habla de La Aldea: “Es una elección de vida”, sostiene Verónica, “en todos los lugares donde viví, esa elección me acompaño”. No se trata solo de un simple comercio: “es un apuesta en hacer de la ideología un modo de sobrevivencia”. Dice que no se siente bien vendiendo productos, servicios o ideas con las cuales no está de acuerdo.
Veronica Loss, 43 años, portoalegrense, es terapeuta en auriculoterapia (técnica que realiza presión en terminaciones nerviosas de la oreja utilizando semillas) y nutrición. Hace 10 años que vive en Uruguay, 7 en Rivera.
Le pregunto en que se diferencia su propuesta de las demás. “Es una propuesta holística (integral) donde se trata el cuerpo en todos sus aspectos físicos y emocionales, también a través de la alimentación, pues somos lo que comemos, como afirma el padre de la medicina Hipócrates de Cos”.
Y da un ejemplo: “Un alimento o una hierba medicinal que fortalece y beneficia el hígado, al mismo tiempo va a fortalecer y beneficiar el estado de ánimo. Va a provocar más risas, más alegría”, lo dice entre risas, Verónica.
“El espacio de La Aldea es un espacio para la alegría. La alegría de estar mejores con uno mismo y con su entorno”. En una propuesta que integra: salud, cultura y arte.
El sábado 26 con entrada libre y gratuita, entre canciones, tambores, baile, presentación del libro “Cerrada & Sin Salida”, te poético, taller de pan integral, performance teatral y taller de expresión plástica para niños. Ese día, nacerá, por fuerza de nacer, La Aldea, singular emprendimiento, allí, en el cruce de dos calles que nos identifican, en tanto fronterizos de Riveramento: “la” Cuaró y “la” Brasil, féminas ambas, en confluencia y comunión.