Padre Mendiondo: “Un hombre de Dios, un Santo Hombre y por qué no: un Santo del Siglo XXI”

“A menudo los más jóvenes en la Iglesia, nos hemos acostumbrado oír nombrar y hablar de hombres y mujeres que se destacaron en tiempo remotos por haber vivido el estilo de vida propuesto por Cristo con total fidelidad, entrega y compromiso. Y sin embargo no siempre oímos nombrar a hombres y mujeres contemporáneos nuestros, que sin duda, viven el aquí y el ahora en forma comprometida y real el Evangelio de Cristo y son fuertes ejemplos de vida que convencen y nos desafían a ser cada vez más los seguidores de quien se ha declarado: camino, verdad y vida. Nos preguntamos por qué no hablar de tantos hombres y mujeres que son las Claras y los Francisco de hoy.
La Comunidad de la Parroquia Sagrado Corazón de Rivera es testigo de la fidelidad con la que ha vivido su vocación de servicio el Padre Edgardo Mendiondo, quien de una y mil formas diferentes a lo largo de su vida ha ido renovando su compromiso y su alianza con la Iglesia a quien, en su momento brindó su juventud, su alegría, su dinamismo, su impulso innovador y hoy le brinda su experiencia, su mirada siempre actualizada para hacer una lectura teológica y evangélica de los signos de los tiempos, como pocos logran hacerlo en forma libre y contextualizada.
Como no valorar a este hijo de Rivera, que tanto le ha dado a la juventud, a la Iglesia local, diocesana y nacional, y a toda la comunidad que en varias oportunidades lo ha homenajeado, reconociendo y agradeciendo su acción pastoral y social. Sus raíces camperas y su ser sencillo, amigo, lo han hecho hombre de pueblo, que ha caminado lado a lado con el pobre, con las mujeres, con los más necesitados, y ha sabido acompasar su ritmo al paso de una sociedad que en momentos ha enlentecido su marcha y lo ha juzgado por su valentía de decir y cantar verdades, por vivir sin ataduras, más allá de los lazos que crea y recrea el Espíritu y de las que impone el amor, la justicia y la fe.
Al mirar su vida de donación, mil son los gestos de cariño y caricias doradas que el Padre le ha hecho, a quien ha aprendido a llamarlo ABBA (Papito) y así nos ha enseñado a nosotros.
Ojalá sepamos mirarnos en este espejo que transparenta la belleza del ser humano creado para ser feliz y hacer feliz, y su camino de santidad se vea coronado de gloria y bendiciones, reflejando la trascendencia de esta su dimensión que palpamos y un día nos reencontraremos en la casa grande del Padre en la Iglesia Triunfante.
Gracias Padre porque te has revelado a través de este hermano nuestro, que nos invita con su forma de ser, actuar y vivir los valores evangélicos, a decir con María: “El Señor ha hecho grandes maravillas”.

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