Se nos fue el campeonato, pero hay que analizar lo que dejó como saldo positivo

El fútbol es así y a través de los años ya hemos aprendido que no siempre hay justicia en el resultado y no nos referimos a este partido, sino que a lo que vimos a lo largo del campeonato.
Por lo realizado, por la trayectoria, porque fuimos los campeones del Litoral y enfrentamos a un equipo que terminó tercero en su Confederación, era de suponer que la celeste podía haber continuado en la disputa de la Copa Nacional.
Porque, además, nos trajimos un valioso empate desde tierras canarias y porque el público estaba allí, apoyando como muy pocas veces vimos. Pero… el fútbol depara sorpresas diarias y hoy estamos con las manos vacías después de haberlas utilizado para levantar el preciado trofeo del Litoral.
No es tiempo de lamentos, no es tiempo de desazón, solamente es tiempo de tristeza por lo perdido, pero de un análisis profundo en cuanto al saldo positivo que ha dejado esta participación en esta Copa Nacional. Hay situaciones que no podemos olvidar, que debemos incluirla en el momento de ese análisis y quizás hoy no sea el momento propicio para hacerlo porque hoy nos embarga otro sentimiento.
Un sentimiento que puede ser de tristeza, pero no de desazón por haber quedado en el camino, un sentimiento que debe ser de agradecimiento y satisfacción por ver como esta camiseta celeste se ha metido nuevamente en el corazón de los riverenses, como en tiempo pasados, y ello se lo debemos a este grupo de jugadores y cuerpo técnico que lo han hecho posible.
Situaciones incomparables como la unión que ha existido en el plantel, el compañerismo, la actitud que han demostrado en cada uno de los partidos y hasta en los actos diarios, el empeño, las ganas de superar todas las adversidades que se planteaban y la enorme alegría que nos dieron al levantar una copa que hacía mucho tiempo nos era esquiva.
Hoy no podemos olvidar, y debo reconocerlo, que estaba entre uno de los que no quería la participación de nuestra selección en este campeonato, que fui enemigo de la inscripción por el hecho de no contar con lo mínimo necesario para una participación digna, como, por ejemplo, un período de entrenamientos mínimo que nos diera al menos la posibilidad de tres o cuatro partidos amistosos previos.
Es tiempo de recordar que cuando se debutó ante el clásico rival del norte en su propia cancha, llevábamos apenas un par de prácticas y con dos días de lluvia en el medio y con la presentación de un equipo que jamás había jugado junto y la consecuencia fue lógica, los rojiblancos nos dominaron casi todo el partido y nos ganaron con estricta justicia.
Hoy, no podemos olvidar que a partir de allí se comenzó a cimentar un equipo, un plantel unido, firme en sus decisiones, con líderes que supieron llevar adelante el emprendimiento y que, poco a poco, fueron levantando no solo en su producción futbolística, sino en crecimiento interno como grupo.
Comenzamos a ver los progresos, adentro y afuera de la cancha, comenzamos a saber entender que estábamos frente a un grupo que se mostraba firme, consciente de sus actos y capaz de llegar a mejores realizaciones.
Y, en la cancha poco o nada había logrado, porque a ese debut con saldo negativo en el Goyenola siguió un partido muy duro ante Tranqueras en nuestro propio estadio que se gana sobre el final del partido. Pero afuera se seguía creciendo; ya no era el tímido plantel que se reunía en una cancha a entrenar o en el gimnasio para hacer lo que fuera posible.
Los jugadores estaban siempre y quien no se sintió identificado con el proyecto que ellos mismos fueron trazando, quedaron por el camino. Vino la enorme alegría de un triunfo en casa ante el clásico rival y a partir de allí el crecimiento ya no era una simple palabra, sino que ya era una realidad palpable.
Después la victoria ante Tranqueras, un día de lluvia torrencial donde se le dio participación a todo el plantel y sirvió para que todos entendieran que formaban parte de un grupo igualitario donde jugaban once, pero en realidad, jugaban todos.
Pero todavía faltaba la confirmación del momento y llega en los enfrentamientos ante Río Negro, un equipo poderoso, muy fuerte y la celeste, en pleno Parque Liebig’s se trae la clasificación a la final del Litoral.
Luego lo inédito que fue el triunfo ante Tacuarembó en su propio feudo, un hecho que no se registraba desde hace 16 años y que no lo habían podido lograr jugadores experimentados y muy buenos como ha sabido tener nuestra camiseta celeste.
Allí si estaba la confirmación, pero seguía faltando que el aficionado así lo entendiera y, por si fuera poco, más de ocho mil personas, cifra que no se ha alcanzado en ningún partido del interior y en muchísimos del fútbol profesional uruguayo (salvo cuando juegan los grandes), estuvieron en el estadio para explotar de alegría cuando se le entregó la copia del campeón, destinada exclusivamente al mejor.
Y más allá del triunfo deportivo, vimos ahí el triunfo de este plantel ante su propia gente, ante el aficionado riverense que estaba ávido de un título que nos era esquivo desde hace 28 años. Quedaba entonces confirmado que estos “gurises” se habían metido de lleno en el corazón del hincha.
Ya como campeones del Litoral venía otra etapa, diferente pero también un desafío y se pasaba a la fase nacional, donde ingresan solamente los mejores y allí estaban estos gurises.
Canelones fue el rival; un fútbol diferente, fuerza, y privilegiando el físico y ahí sucumbimos, pero solo en lo que respecta al resultado deportivo, porque a pesar de haber venido con un empate ya sabíamos -y escrito está- que el partido iba a ser tan complicado como allá en el “Monegal”.
Nos encontramos con un equipo que es muy bien ordenado tácticamente, con dos líneas de cuatro perfectamente definidas y sin apartarse de ella, máxime cuando lograron el gol. Ya, a los 18 minutos de juego, comenzábamos a ver que sería muy difícil para que los nuestros pudieran gritar un gol.
Hubo chances, pero en realidad fueron muy pocas y nos quedamos con el grito ahogado de un penal no sancionado y poco más hasta el pitazo final que significaba la despedida del certamen.
Cuánta tristeza vimos en la mirada al infinito de cada uno de los jugadores, pero vimos que en la tribuna nadie se movía porque querían aplaudir la salida de los gurises, muchos de ellos con lágrimas en los ojos.
Hoy nos quedan dos imágenes que las vamos a llevar grabadas en la memoria, una la del festejo del título de hace un par de días, y la de hoy, un equipo que se va de la cancha con la cabeza levantada, aplaudida por el aficionado y habiendo ganado el corazón celeste de cada uno de los hinchas.
De fútbol, estos gurises tienen mucho para mostrar en un futuro cercano.

LOS DETALLES

RIVERA 0 CANELONES 1
Cancha: Estadio “Atilio Paiva Olivera”. Hora de comienzo 20:30. Jueces: Carlos Paz, Mauro Melo y Daniel Enrico Cantos (terna de Artigas). Cuarto árbitro: Daniel Menezes.
RIVERA: Lorenzo Bidart, Andrés Silveira, Rodrigo Silva, Cristian Meneses, Maximiliano Machado, Ramiro Ocaño, Carlos Castillo, Fabricio Ferreira, Kevin Zabaleta, Braian García y Dalton Bueno.
Cambios: Rodrigo Sena por Maximiliano Machado; Roberto Quinteros por Ramiro Ocaño; Mahicol Olivera por Fabricio Ferreira; Samuel Carreras por Rodrigo Silva; Natanael Tabárez por Brahian García.
CANELONES: Pablo Tourn, Diego Meirana, Ignacio Rodríguez, Diego Rodríguez, Manuel Cáceres, Andrés Quatrini, Carlos Ghan, Matías Damiano, Ramón Castillo, Michael Fumero y Bruno Larregui.
Cambios: Emilio Colombo por Ramón Castillo; Elías González por Michael Fumero; Lucas Martínez por Bruno Larregui; Rodrigo Massa por Andrés Quatrini.
Gol: Andrés Quatrini a los 18’ del primer tiempo.

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