Lo del pasado fin de semana en Artigas no es una novedad, no se trata de un hecho fortuito y mucho menos casual.
Nuevamente fuimos birlados, concretamente nos afanaron la clasificación que ya estaba completamente asegurada a favor de nuestra selección juvenil y que nos colocaba entre las cuatro mejores selecciones del país.
La estadística, los datos que se proyectarán al futuro solamente dirá que fuimos eliminados con un gol logrado en la zona de adición, pero la realidad fue otra, muy distinta y digna de recordarla una y otra vez para que, nuevamente, se pueda probar que en el fútbol no siempre clasifica quien tiene las mejores posibilidades sino aquellas que algunos quieren y están en determinados lugares de preponderancia deportiva como para poder torcer la historia.
Repetir lo que sucedió nos provoca una ira cada vez mayor a la par que impotencia por no poder hacer absolutamente nada.
Se sabe que es necesario hacer una nota a la Organización del Fútbol del Interior para hacer saber nuestra disconformidad con la pésima actuación del Sector Arbitrajes y que nunca tienen en cuenta los informes de los Veedores de los partidos.
Unos señores que solamente se limitan a usufructuar sus cargos para tener ciertas ventajas y algo de notoriedad en la prensa del interior y, por encima de todo, cobrar los viáticos que se les pagan y absolutamente nada más.
Se sabe muy bien que jamás han tenido en cuenta los informes y tenemos propiedad para afirmarlo.
Mientras tanto los buenos y malos árbitros siguen repartiendo partidos a algunos “amigos” haciendo del arbitraje una “bolsa de empleo” y hasta sabemos que algunos hasta cobran porcentajes de actuaciones a determinadas ternas que actúan más que otras.
Pero también sabemos que la nota que pueda elevar la Liga Departamental será leída y… archivada. Pero es necesario hacerla de todas maneras.
Fuimos birlados en la buena fe porque creímos que había objetividad en el arbitraje de dos integrantes de la terna, uno que vio algo que solamente pudo haber sido producto de su imaginación y el otro que no tuvo la personalidad de hacer valer su autoridad.
Nadie podrá decir lo contrario porque estábamos a contados metros de la jugada y escuchamos perfectamente cuando el árbitro le dijo a Carlos Andrés Ferreira que jugara la pelota haciendo claras señas que el juego continuaba.
Mientras Eris Herrera actuaba como lo había hecho en todo el partido y ya se jugaba el segundo de los tres minutos que había adicionado, detrás, y a muchos metros de la jugada, mucho más lejos que el propio árbitro, surgía el Asistente Vignoli corriendo presuroso a la línea de fondo en la intersección con la línea del área penal en clara señal de sanción de la pena capital.
¿De quién? ¿Por qué? ¿Qué vio este señor que no hayamos visto todos en el estadio?
Un robo, un afane increíble y estamos seguros que en lo íntimo este Señor, tan responsable como el árbitro que debió haber desobedecido la indicación por ser la autoridad máxima y para que no se empañara una buena actuación hasta ese momento, no olvidará jamás las lágrimas, el llanto desconsolado de los gurises de la selección celeste al término del partido.
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