Fue una extraordinaria fiesta del reencuentro de las glorias del tricolor del Pueblo Nuevo

Artigas festejó sus 84 años de vida y la oportunidad fue propicia para que se homenajeara a los campeones del ’68 y del ’70. Una organización casi perfecta, un grupo de gente que cada cual asumió su rol y lo supo cumplir de manera que todo luciera mejor.
La sede del tricolor se vistió de gala para recibir a la gente de fútbol, sencilla, humilde pero con la amistad como trofeo más preciado.
El reencuentro de los grandes jugadores que hicieron posible la hazaña en momentos de un fútbol riverense excelente que estaba exactamente a mitad de camino entre dos campeonatos del interior, con notables jugadores en todos los equipos y que el Artigas logró uno de esos títulos en carácter invicto y en un certamen a tres ruedas.
Allí se confundían en un abrazo los mismos que hace 42 y 44 años festejaban cada uno de los goles del “Caipira”, del “Turco” o de Wilmer luego de un pase magistral de Wilmar, de Darcy o del “Balta”.
Los que coreaban una salvada providencial del Chico Martínez o de Olidio, los que festejaban el quite sensacional de Kelby, la rudeza de Neder, la elegancia de Erón, o la eficiente marca del Pirulo, de Chaguitas o de Basilio y el “Queixinho” en el medio, los mismos que alentaban el ingreso de Casaravilla, del Bicudo, del “Beto” Pedecert, de Quinteros, de Luisito Stalin Pereira o del veterano Antonio Díaz.
La mayoría estaban allí, otros no pudieron ir y otros desde un palco imaginario pero gigante, miraban la obra que ellos mismos ayudaron a consolidar.
Y es por todo eso, y mucho más, que el estribillo del himno que se escuchó por primera vez en el club y que terminó siendo coreado por todos los presentes, tiene toda la razón del mundo…” once guapos en la cancha, gladiadores verdaderos, donde se la juegan toda, su sudor por Pueblo Nuevo”.
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