En horas del mediodía del pasado miércoles pasamos por el Estadio “Atilio Paiva Olivera” y era imposible pensar que se pudiera jugar.
Había charcos de agua y hasta una laguna en el medio de la cancha. Se veía muy poco verde desde la tribuna alta… era agua y agua.
Faltaba una hora y media para el comienzo del partido y la cuarteta arbitral ingresó por primera vez a la cancha y la decisión era lapidaria: “En estas condiciones no se va a jugar”.
A partir de allí, y tal cual ya estaba dispuesto, los funcionarios de la Intendencia de Rivera se pusieron a trabajar y a trabajar muy en serio.
Dos potentes barométricas aspiraron litros y litros de agua acumulada, retirándola del campo de juego. Ya se veía el verde césped, pero había muchísima agua aún.
Entonces aparecieron varios funcionarios con lampazos de madera de casi un metro de ancho para retirar el agua que se iba contra la pista de atletismo.
Pero había otro gran problema, y era el marcado de la cancha, que había quedado para último momento debido a que el agua podía lavar la pintura y llevarla a todos lados peligrando que la cancha se viera completamente blanca.
En el momento que la lluvia cesó por algunos minutos, se aprovechó el momento para el ingreso de otros funcionarios a pintar las lineras demarcatorias.
Los árbitros seguían en el vestuario, pero poco o nada sabían de lo que se estaba haciendo afuera. Restaban cuarenta minutos para el comienzo del partido y volvieron a la cancha.
Ya había mucho menos agua, ya se podía caminar en la cancha y cambiaron el discurso: “Hay que seguir así que vamos a resolver en el momento de ingresar a realizar los ejercicios precompetitivos”.
Entonces, veinte minutos más tarde, los integrantes de la terna, con el tranquerense Jonathan Fuentes afuera, y cuidando todos los detalles, ya no dudaron: “El partido se juega”.
Felicitaciones a los funcionarios municipales por su denodado trabajo.