¡No!

No. No pienso rezar, pienso lamentarme, indignarme, compadecer, analizar (darme cuenta que en el origen de todo está el desierto, están las riquezas y la propiedad, está la familia y están los hermanos Abel y Caín, y los celos, y la envidia, y el poder, y el robo y la apropiación de un dios que justifica el robo).
También está la impotencia, el espanto ahorita, como si fuera un negro agujero hacia el centro del pecho. Intento hacer algo para sacarme ese grito fuera del cuerpo. ¿Qué hacer?
El primer ministro ruso, Dmitri Medvedev, admitió que el avión ruso que se estrelló el 31 de octubre en Egipto con 224 personas a bordo fue posiblemente víctima de un acto terrorista. La rama egipcia del grupo yihadista Estado Islámico aseguró haber derribado el avión como retaliación por los bombardeos rusos en Siria.
La barbarie en Paris, también, dicen especialistas, fue en represalia del ataque aéreo de Estados Unidos contra el líder en Libia del Estado Islámico (ISIS en sus siglas inglesas), Abu Nabil, según anunció este sábado pasado, el Pentágono.
Ojos con sal, lágrimas. Los soldados, los terroristas (¡tanto da!) no lloran. Son fuertes. Deben aprender a matar y a morir. Son viriles, los guerreros. Aprenden a no sentir. ¿Será así? Parecen estar tan lejos del “dios es amor”. ¿No? Los poderosos de siempre, los dueños del mundo, juegan su ajedrez, y dios, es una de las piezas. Ni siquiera es rey, o reina, dios será una torre, o un alfil, un escudo para alejar a sus enemigos. No. No todos merecen perpetuarse en la aurora del día siguiente.
Hago algo. Escribir por ejemplo. No es mucho, lo sé. Pero me sirve para zafar del horror y el espanto.
Recuerdo cuando pusimos en escena la obra “Paz NO War”, Ceremonia-Protesta Teatral (fue cuando la guerra de Irak). Estrenamos, iniciando la ceremonia en la calle y seguimos en el extinto bar Copa’s en Mons Vera y Sarandí, en el centro de nuestra aldea, Riveramento.
Compadeciendo a Bagdad, la maravillosa, la de las Mil y Una Noches, que por esos días sufría con mil y una muertes, con mil y una bombas, lanzadas por el “eje del bien”.
Recuerdo un texto lanzado por uno de los actores: “Lo maravilloso de la guerra es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invoca solamente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo” (Voltaire).
No rezo. No puedo. Hace tiempo perdí la fe en los dioses monoteístas, patriarcales, omnipotentes y bárbaros. (Hace tiempo me di cuenta que en el fondo del conflicto sirio está el petróleo y el capitalismo salvaje) Hace mucho tiempo dejé de comunicarme con los dioses de la guerra. No. No los respeto. ¡Ni ahí!
Por qué “está escrito que combatiréis y, sin embargo, tenéis horror a la guerra” (Mahoma – El Koran) y su espejo: “Mala cosa es la guerra, que mata a los hombres buenos y deja vivos a los malos” (Proverbios – Biblia).
A pesar de los hombres, promotores de dioses, tan inhumanos los dioses. Me da pena (los dos). Los hombres crean religiones e iglesias y ejércitos, y se rodean de riqueza, a esos hombres los detesto por hipócritas y megalómanos. Y sus guerras, formas del terror más atávico y de la estupidez inhumana, enmascarados por el panteón de las deidades.
“Todas las guerras son santas. Los desafío a que encuentren a un beligerante que no crea tener al Cielo de su parte” (Anquilh).

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