Crónicas de Estío: La Palabra Alumeia

I
La palabra es la noche. Mejor, la palabra rasga la noche. Nace en y de la noche. Hace trizas la oscuridad. El gigante que baja la montaña. Arriba duermen. Arriba duermen cómodos. Entre sus cabelleras juegan el aire y la brisa en sus cuerpos armónicos deseados y fuertes.
Abajo, entre las tinieblas, en la oscuridad inicial, los otros chapotean en el barro, miedosos y alertas frente a los peligros que llegan de todos lados.
El gigante es solo una pequeña sombra nada más. Furtivamente se ha escapado de la compañía de aquellos, de los dictadores olímpicos del mundo.
El gigante tiene pena. Es una pena oscura. Oscura como la de los otros seres atormentados por la falta de lucidez. La luz es un lujo. Afuera y adentro de las cabezas de los otros, de los bárbaros.

II
“Tive que crecé e istudiá, pá iscrevé como us piche do meu barrio” – Raphael Ficher en “Historia de Piche Bagacera”.

III
En la mitología griega, Prometeo (en griego antiguo ???µ??e??, ‘previsión’, ‘prospección’) es el Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses, darlo a los hombres para su uso y posteriormente ser castigado por Zeus.
A partir de un engaño de Prometeo, Zeus privó a los hombres del fuego. El gigante decidió robarlo, entonces, subió al monte Olimpo y tomó del carro de Helios o de la forja de Hefesto, y lo consiguió devolver a los hombres en el tallo de una cañaheja, que arde lentamente y resulta muy apropiado para este fin. De esta manera la humanidad pudo calentarse e iluminarse.
Como introductor del fuego Prometeo es considerado el Titán protector de la civilización humana.
En Atenas, se había dedicado un altar a Prometeo en la Academia de Platón. Desde allí partía una carrera de antorchas celebrada en su honor por la ciudad, en la que ganaba el primero que alcanzaba la meta con la antorcha encendida.

IV
“(…) Vivo en una ciudad /en donde naci por obra de mis dos madres / y me crecieron en silencio / bien educado, pobre pero limpito, / engominado, tomando clases de piano, / hablando uruguayito, era feo hablar en portuñol, / un niño comportadito, un amor.
– Falá ansim e coisa de pobre / e vagabundo, meu fio, / decia mi abuela que / solo hablaba fronterizo”.
Esquizocontrapoema, MCroz en “Remington Under”.

V
La luz y la palabra. La palabra y la luz. La antorcha. Imágenes que nos llegan con los primeros hombres. Con las primeras civilizaciones. La asociación es inevitable y certera. La luz alumbra la noche, saca de la ignorancia a las bestias, ahora humanos que gracias a la antorcha de Prometeo son iluminadas también en el entendimiento de las cosas y de la naturaleza.
La luz-antorcha transmigra en palabra, en lenguaje. La madre-maestra de todas: el verbo.

VI
El miércoles 22 de febrero en La Playa (Uruguay 450 esq. Figueroa), celebramos la palabra, el lenguaje y la madre. Centro MEC, David Benavidez y yo, organizamos el evento. En nuestra frontera a la antorcha la denominamos portuñol (la academia insiste en decir DPU).
Festejaremos el Día Internacional de la Lengua Materna. En formato de maratón de lecturas, leeremos, cantaremos, contaremos, actuaremos en el portuñol nuestro de cada día. Los invitamos a decir sus textos, propios o ajenos.
Gracias a nuestras abuelas (avó) que indefectiblemente nos contaban las historias, sus historias, en el lenguaje de los afectos de la frontera. Porque por acá, la palabra alumeia. Entaum, se vemo lá… e se naum se vemo, se botemo lentes…

Diario NORTE: